El realizador Jason Reitman (Montreal, 1977) que había demostrado su gusto por lo políticamente incorrecto en su ópera prima Gracias por fumar, confirma que se mueve con comodidad en este terreno y rueda una ácida comedia que se atreve a cuestionar uno de los prejuicios de la cultura occidental actual: el embarazo de una adolescente es una tragedia que sólo tiene una salida, el aborto. Una chica de 15 años no tiene madurez -ni física ni psíquica- y un embarazo es un trauma que puede destrozarle la vida, impedirle formar una familia o tener un futuro profesional.
Juno da la vuelta al argumento y presenta el embarazo en estas circunstancias como una realidad complicada pero llevadera, y sobre todo plantea soluciones que, a la larga, son menos traumáticas que el aborto.
Habrá a quien le parezca una frivolidad que Juno se ría primero de la sexualidad y después de su embarazo, que haga bromas sobre el crecimiento de su tripa, sus antojos gastronómicos o de cómo experimenta los efectos de su batidora hormonal. Pero, junto con un tono gamberro y deslenguado, en el sorprendente guion de la debutante Diablo Cody –una ex stripper de treinta años– hay más de una reflexión interesante, empezando por el trabajado dibujo y la evolución de personajes (otra cosa es la verosimilitud, pero no hay que olvidar que estamos ante una comedia).
Juno (magnífica interpretación de la canadiense de 21 años Ellen Page, que aspira al Oscar por este trabajo) es todo un carácter: una adolescente con personalidad, capaz de asumir sus actos, no siempre ejemplares. Decide por sí misma, prescinde del qué dirán, afronta el trago de comunicar la noticia a su familia y la elección de los padres adoptivos.
A lo largo de la película, Juno muestra no sólo que tiene madurez física -y una salud envidiable- para ser madre, sino que es más madura que los treintañeros padres de adopción, adolescentes crónicos que sufren pánico ante la responsabilidad o la posibilidad de que la vida no les salga redonda y con lazo. La madurez de Juno acaba tirando del imberbe de su “pareja” que pasa de ser un pardillo que sólo piensa en el deporte a plantearse que aunque Juno no le deje meterse (en la cinta –como en gran parte del cine actual– el sexo es cosa de dos y el embarazo, de una) la criatura también va con él.
Además de estos mensajes tan radicalmente contrarios al pensamiento único, la película es divertida y amenísima, tiene unos diálogos de una vivacidad chispeante (en ocasiones soeces), una buena banda sonora y un originalísimo arranque de créditos. Razones más que de sobra para convencer a la crítica y al público.
Como ocurrió el año pasado con Little Miss Sunshine, la película ha ganado algunos premios en festivales: tuvo tres candidaturas a los Globos de Oro y aspira a cuatro Oscars en importantes categorías (película, director, guión original y actriz). En cuanto al público, ha recaudado ya más de 100 millones de dólares en EE.UU., donde actualmente se exhibe en más de 1.900 salas. Un fenómeno, como la protagonista de la historia.