La pequeña comunidad de Iwaki, al norte de Japón, vive por y para el carbón. En el pueblo el oficio de minero pasa de padre a hijo desde hace varias generaciones, y todos se enorgullecen de ello. En los años sesenta el petróleo sustituye al carbón como fuente de energía y la mina tiene que cerrar. Para salvar los puestos de trabajo, la empresa decide construir un parque temático de motivo hawaiano que atraerá turistas de todo el país; y trae de Tokio a una profesora de hula para enseñar a las jóvenes que trabajarán en el parque. La película cuenta, a través de los ojos de la joven Kimiko, la aventura que vivió la primera promoción de bailarinas del pueblo.
Destaca en la cinta su tono entrañable y costumbrista al narrar la vida de un pueblo, con sus momentos tristes y alegres, heroicos y ridículos. La historia del parque es una pequeña epopeya construida en torno a unos personajes llenos de vida, que conocen una interesante evolución y cargan sin problemas con el peso de la historia: Kimiko, su madre, su hermano y la señorita Madoka. Destaca también la gran profesionalidad de todo el equipo que ha trabajado con Lee Sang-il, director coreano afincado en Japón, que consiguió el galardón japonés a la mejor película del año 2006 (más los premios a director, guión, actriz y del público: en fin, arrasó).
No hay grandes sorpresas en Hula Girls, salvo el parecido que puede tener con Calabuch o con cualquier otra gran historia protagonizada por un pueblo. En alguna ocasión roza la cursilería, pero casi siempre es brillante y remata con una gran secuencia musical.