El hasta ahora guionista Tony Gilroy (autor de las adaptaciones de las novelas de Robert Ludlum para la exitosa saga Bourne y de otros títulos como Al cruzar el límite, Pactar con el diablo y Prueba de vida) se estrena en la dirección con un buen thriller jurídico que sabe interesar al espectador y mantenerlo en tensión hasta el desenlace final. Un solvente Clooney encarna a Michael Clayton, un abogado y antiguo ayudante de fiscal, que ha abandonado el ejercicio para encargarse de solucionar discretamente las situaciones incómodas en las que se meten los abogados y clientes de un poderoso bufete de abogados en Nueva York, que lleva litigios en los que hay millones de dólares en juego. Clayton soluciona esos “problemas” con la eficacia de un cirujano, aunque el trato que recibe le hace sentirse hastiado y con ganas de empezar una nueva vida con el dinero que le pagan.
La cinta producida por Clooney, Soderbergh, Minghella y Sydney Pollack tiene una estructura circular que pretende insuflar originalidad a una historia no especialmente novedosa y aquejada de una cierta indefinición temática. A la vista de que el guion no es muy sólido, se confía todo al tirón de un reparto excelente, en el que solo desentona un histriónico y encasillado Tom Wilkinson. La fotografía de Robert Elswit (Buenas noches, y buena suerte, Syriana) y la música de James Newton Howard (La intérprete, Diamantes de sangre) dan aire a una película que de otro modo desfallecería. Después de su paso por la sección oficial del Festival de Venecia, la película ha recaudado 33 millones de dólares en la taquilla norteamericana, una buena cifra teniendo en cuenta que costó 25 millones.