Sargento de los marines, tirador de élite, vuelve a casa después de una accidentada y traumática misión en Etiopía. Reincorporado a la vida civil, el ex militar es reclamado por los servicios de inteligencia para impedir un posible intento de asesinar al presidente de los EE.UU.
Fantasmada para pasar el rato, con tiros, persecuciones, teoría de la conspiración y todos los restantes elementos habituales en ese subgénero tan popular que responde al título de «si me enfado, mejor que se cambien ustedes de continente».
La película arranca de manera espectacular pero va perdiendo fuelle y se vuelve inverosímil (la operación para extraer una bala de un herido a cargo de una joven inexperta es verdaderamente antológica). Los 124 minutos son excesivos, pero hay cosas bastante peores. A Wahlberg le va muy bien lo de poner carita de tipo en permanente estado de mosqueo. El veterano Danny Glover habla como si estuviese recién salido de la unidad de cuidados intensivos. Antoine Fuqua (El rey Arturo, Training Day, Lágrimas del sol) rueda bien las secuencias de acción. Ahí se acaban sus habilidades como realizador.