Uno de los fallos de «Irresistible» es que la más breve sinopsis cuenta más de tres cuartos de la película. Es decir, el espectador medio que acuda a verla -no desvelo nada, lo dice la publicidad- sabrá ya que el personaje que interpreta Susan Sarandon es una brillante ilustradora en horas bajas convencida de que una compañera de trabajo de su marido está empeñada en arruinar su matrimonio, su carrera y su familia.
La australiana Ann Turner se estrena con un «thriller» en la línea de «Misteriosa obsesión», «La mano que mece la cuna» o «Plan de vuelo: desaparecida». Con sus matices -porque estos títulos dan lugar a productos diferentes no sólo en calidad sino en cuanto al género-, el punto de partida es el mismo: protagonista (suele ser mujer) traumada a la que le pasan cosas extrañas mientras el resto de los personajes -y de paso el espectador- se pregunta si lo que está viendo es real o fruto de una paranoia. Normalmente, este dilema se resuelve pronto y el film sigue su curso como cinta de terror, de acción, ciencia-ficción, etc. Para armar estas películas se trampea un poco con el guión y se intenta establecer un pacto con el espectador, algo así como: sí, te estoy engañando; pero disimula, que en el fondo, te lo estás pasando bien.
El problema de «Irresistible» es que el dilema sobre la locura o no de la protagonista se alarga prácticamente hasta el final y para mantener la tensión -artificial- no sólo miente el guión (lo del doble final es para nota), sino que tienen que hacerlo la cámara, los decorados y hasta los actores (aquí el pobre Sam Neill, poniendo cara de marido abnegado y cínico crápula a la vez, se lleva la peor parte). Sólo el esforzado trabajo del sólido reparto salva una película que -como ha quedado claro- es un producto menor, casi un telefilm de sobremesa.
Ana Sánchez de la Nieta