«Ratónplis» cuenta la aventura de Roddy St. James, un elegante ratón de piso, soltero de lujo que vive en uno de los mejores barrios de Londres. Su vida muelle se ve truncada cuando una rata de alcantarilla invade su hogar, le arroja al retrete y tira de la cadena. Roddy descubrirá que «abajo», en las alcantarillas, hay otro Londres, a escala ratonil, lleno de vida.
La tercera colaboración entre DreamWorks y Aardman («Evasión en la granja», «Wallace & Gromit: la maldición de las verduras») depara una buena película aunque no tan redonda como las anteriores. Se ha renunciado a la plastilina para generar las criaturas por ordenador. Aunque guardan un aspecto similar a las figuras clásicas de la casa Aardman, en alguna parte del proceso se ha perdido algo del encanto de los muñecos británicos. A cambio se ha ganado en diseño de producción: el submundo es una creación impresionante, lleno de agua (fétida), de color, de objetos y de personajes que serían imposibles realizar en «stop motion».
La historia retrata al habitual solterón egoísta que vive en una jaula de oro y descubre que le falta lo esencial: familia y amigos. El tono es decidida y divertidamente británico. Los personajes resultan atractivos. Pero, una vez hechas las presentaciones, el filme se convierte en una agotadora carrera en la que no dejan de pasar cosas en ningún momento, salpicada con numerosos «gags» -los hay muy divertidos, como el extraordinario coro de babosas- y homenajes a múltiples filmes y telefilmes. Eso es gracioso, sirve para mantener al público en tensión, pero el exceso hace perder fuerza a una historia que podría haber dado mucho más de sí.
A veces el humor es grueso, escatológico, más para adultos que para niños, pero dado que toda la acción transcurre en las cloacas, podría haber sido peor.
Fernando Gil-Delgado