Director y guionista: Woody Allen. Intérpretes: Jason Biggs, Christina Ricci, Woody Allen, Stockard Channing, Danny DeVito, Jimmy Fallon. 108 min. Adultos.
Después de un manojo de divertimentos con un pH menos ácido que el habitual en las películas Allen, el director neoyorquino de 68 años vuelve a insistir en sexo, psiquiatras y chistes con filo. Todo lo demás riza el rizo del solipsismo narcisista al presentar al protagonista, Jerry Falk (el discreto Jason Biggs de American Pie), un joven escritor televisivo, como una suerte de alter ego del propio cineasta, que se ha reservado el papel de un veterano guionista lleno de tics, que actúa como consejero de Jerry. La trama profesional -una vez más desarrollada en ambientes cinematográficos- se mezcla con la artificiosa relación afectiva entre Jerry y Amanda (Christina Ricci), una exótica y voluble actriz. La extraña belleza de la Ricci no salva la artificiosidad de su personaje.
Esta vez, Allen está poco suelto, sin chispa. Sus bromas suenan a material caduco y recalentado. La ironía es menos punzante y corrosiva porque los personajes están mal construidos. Los seguidores de Woody acusarán el bajón respecto a títulos anteriores, aunque, puestos a encontrar, encontrarán las habituales visitas al psiquiatra, una generosa ración de paseos por Central Park y una divertida parodia sobre la obsesión americana por la seguridad, las armas y el peligro inminente de hecatombe. Por lo demás, un Danny de Vito desmadrado, el habitual buen trabajo técnico y artístico del equipo de Allen y un surtido de diálogos rápidos salpicados de gags -a veces muy burdos y groseros- llenan una película muy irregular.
Alberto Fijo
