Los defectos y las virtudes de El milagro de P. Tinto, el primer largo de Javier Fesser, se repiten en su segundo trabajo. Casi 7 millones de euros se han empleado para recrear en cine las divertidas y gamberras viñetas del célebre cómic de Ibáñez. Especial brillo tienen los efectos especiales y digitales. La lograda dirección artística y el dinámico montaje son las bazas para encandilar al público, que ha acudido en masa a ver la película.
Aunque tiene momentos muy divertidos, no se acaba de entender la opción por la vulgaridad, llamativamente chusca, del guión construido por los hermanos Javier y Guillermo Fesser, que parecen querer dinamitar la posibilidad de una película para todos los públicos. La excesiva tendencia al sketch -un género que tantos minutos de gloria y carcajadas radiofónicas ha inscrito en la larga trayectoria del dúo humorístico Gomaespuma- funciona en un corto, pero resulta cargante en un largo, como se aprecia en los discursos rebuscados del Superintendente Vicente. Habría sido mejor que los Fesser se hubieran puesto al servicio del cómic y no al revés, que es lo que ocurre en bastantes momentos. La gaseosa Gomaespumosa (la del casco duro) ahoga, por momentos, el vino alegre, juvenilmente gamberro y desternillante de ese mago del humor llamado Francisco Ibáñez.
Alberto Fijo