Los herederos

Guión: Stefan Ruzowitzky. Intérpretes: Sophie Rois, Simon Schwarz, Lars Rudolph, Tilo Prückner, Ulrich Wildgruber, Julia Gschnitzer. 95 min. Adultos.

TÍTULO ORIGINAL The Inheritors

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Stefan Ruzowitzky (1961), con esta su segunda película, ha imaginado un mundo rural de los años 30 que recuerda a muchas novelas romántico-realistas del XIX-XX: todo son ilusiones y aspiraciones, desgracia y crueldad. Un presente oscuro trae su origen de un pasado no menos oscuro y misterioso. La presencia de la naturaleza se funde con el alma de los personajes. El Destino, que se quiere implacable, no es sino fruto de la libertad humana, de la maldad y de la estupidez. Todo esto se repite en Los herederos con un acabamiento admirable, por el que ha ganado la Espiga de Plata en el Festival de Valladolid 1998 y otros diversos galardones.

Aunque la historia tiene complejas ramificaciones, su nudo consiste en que un rico granjero aparece asesinado. Al leerse el testamento, sus siete trabajadores son nombrados herederos. Quién y por qué mató al rico y cruel granjero, y las consecuencias en un mundo de estrictos estamentos sociales, que trae consigo el que siete labradores vengan de pronto a ser señores…, son las ramificaciones que complican y hacen interesante la trama.

Pero, sobre todo, lo espléndido es el retrato de los objetos del campo, interiores de la granja, y paisajes. El director de fotografía, Peter von Haller, hace soñar en magníficos cuadros clásicos de grandes pinacotecas.

Hay brutalidad, crueldad, odio y sangre… Sexualidad no menos brutal. Y el denodado esfuerzo del trabajo, de la lucha de los herederos frente a un mundo que no les admite; un representante de la Iglesia ineficaz y teórico; unos representantes del Estado unidos al poder injusto de los ricos…

Tal vez el buscado final sea eso, demasiado buscado: las historias románticas suelen regodearse artificialmente en la desgracia. Nadie queda limpio, «ni un justo queda», como dice la Escritura. Quizá, como arquetipo deseable de la bondad, quedan, fieles e inamovibles, una vieja sirvienta y un niño huérfano. Otra vez, romanticismo casi puro.

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