Aunque se ofrezca para todos los públicos, el peculiar humor de esta película de Navidad no será entendido por los pequeños, ni valorado quizá por todos los mayores. Se advierte que no es del todo el humor norteamericano, pues no sin razón está basada en Le Père Noël est une ordure, de Jean Marie Poiré, de estructura teatral.
La directora, que ha escrito o dirigido con éxito comedias sentimentales (Cuando Harry encontró a Sally, ¿Qué le pasa a mamá?, Algo para recordar), esta vez ha construido el guión, con su hermana Delia, de un cómico disparate sobre el modelo actualizado, quizá, de los Hermanos Marx. Con un personalísimo toque femenino, que -además de en la cuidada dirección artística y en los detalles cotidianos- se nota en el mejor acabado de los personajes de las mujeres, a pesar de que el protagonista sea Philip, interpretado por Steve Martin, cada vez más eficazmente gracioso.
A media tarde de la Nochebuena, la novia de Philip le deja por otro, el casero le notifica que debe abandonar el piso porque no le paga, su empresilla de teléfono de la esperanza para la prevención del suicidio está en la ruina. Sobre este marco, y coloreando el cuadro con trazos chillones, entran y se añaden otros pintorescos personajes. Todos son metidos en una coctelera y movidos a ritmo alocado. Diálogos chistosos a veces gruesos, siempre dentro del tono de comedia; sugerencias sin realismos inadecuados. Todo cuadra con acelerada perfección, muy deprisa, y sin cabos sueltos.
Es el humor del absurdo y del sinsentido, con una constante humana y solidaria… que no es tanto crítica sino amable broma de ciertas ridiculeces de ayuda social, de baratos sentimentalismos y de lugares comunes. Con un buscado apoteósico final feliz, triunfan el bien y el amor… bajo el gran Árbol de Navidad.