La célebre prisión de Alcatraz, hoy atracción turística, es asaltada por un grupo de marines encabezados por un general. Tras retener a ochenta rehenes, despliegan unas peligrosas armas biológicas, con las que amenazan atacar la ciudad de San Francisco si no reciben una gran cantidad de dinero. Para impedirlo, el FBI recurre a un experto en guerra química y a un enigmático ex presidiario de «La Roca».
El arranque es atractivo, pues el general actúa movido por el trato indigno que han recibido algunos de sus hombres, implicados en operaciones gubernamentales de guerra sucia. Sin embargo, el film discurre por senderos demasiado previsibles. Aunque eficaz como entretenimiento, La Roca muestra el agotamiento de cierto cine de acción, que lo confía todo a la espectacularidad y al ritmo trepidante, mientras descuida una elaboración más atenta del guion. Es una pena, porque Michael Bay dirige con aplomo este tipo de cine –ya lo demostró en Dos policías rebeldes– y porque se desaprovecha a tres buenos actores, que no tienen un papel a la altura de sus posibilidades.