Max & Jeremy

TÍTULO ORIGINAL Max et Jeremie

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Directora: Claire Devers. Intérpretes: Philippe Noiret, Christopher Lambert, Jean-Pierre Marielle.

La primera dificultad de la directora francesa Claire Devers (Noir et blanc y Chimère), en este su tercer largometraje, era conjuntar a dos actores tan diferentes como Christopher Lambert -habitual carne de cañón de la crítica- y el veterano e indiscutido Philippe Noiret. La segunda, adentrarse en el género del cine negro, con sabor americano, desde una nueva perspectiva en la que acabasen prevaleciendo las luces sobre las sombras.

Resueltos con nota ambos desafíos, el resultado es una interesante película, que puede servir de modelo para resolver el eterno dilema del cine europeo: cómo ganar en comercialidad sin perder la profundidad a la que tiende por la propia cultura en que se sustenta. Quizá no sea un dato intrascendente el que Devers sea licenciada en filosofía.

El guión de Bernard Stora y de la propia Devers se basa en la novela de Teri White Les lamentations de Jeremiah. Describe la singular amistad que surge entre dos seres solitarios. Max (Philippe Noiret) es un veterano y distinguido asesino a sueldo, perseguido sin éxito por el incansable inspector Almeida (Jean-Pierre Marielle). Jeremy (Christopher Lambert) es un joven experto en explosivos, caótico, desharrapado y de una ingenuidad infantil irritante. Su única ambición es ser alguien, aunque sea haciendo el trabajo sucio de un rico mafioso.

Sus vidas se cruzan, y Max propone a Jeremy que le ayude en el que será su último trabajo antes de jubilarse. Jeremy acepta y carga así con un ligero problema: también le ha contratado su jefe para que asesine a Max…

El gran tema de la película es la soledad, y Devers lo asume hasta sus últimas consecuencias. Su depurada realización evita los efectismos y se centra en el desgarrado mundo interior de los personajes, divididos entre la cruel deshumanización de sus trabajos y la necesidad de bondad que les dictan sus sentimientos más íntimos. Así, la cámara, a través de sugestivos encuadres, busca denodadamente los gestos de los protagonistas, con la intención preferente de reforzar los sobrios y certeros diálogos que los definen. Igual función cumple la bella fotografía de Bruno de Keyzer, en la que predominan los colores fríos y apagados. Tan sólo la música estridente de Philippe Sarde aporta al film un convincente contrapunto de inquietud y desasosiego.

Con todo esto, y con unas soberbias interpretaciones -Lambert consigue sin duda el mejor trabajo de su carrera-, la película encuentra un hueco en la primera división del género negro. Hay suspense, pero no de trazo grueso. La dura violencia de sus secuencias de acción -todas ellas resueltas con gran fuerza dramática- es cortada de raíz justo cuando comienza a resultar gratuita. Sólo se cae en lo grosero en algunos diálogos y en un breve pasaje, por lo demás patético. Y la asumida amoralidad de la historia se compensa con unos personajes muy humanos, que buscan sinceramente reconciliarse con lo mejor que llevan dentro de sí y aprender a compartirlo, aunque sólo sea por una vez, con alguien.

Jerónimo José Martín

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