Un reportaje de Le Monde aborda el actual incremento de instituciones privadas en la enseñanza superior francesa. En concreto, han pasado de 262.000 alumnos en 1998 (13% del total) a 520.000 en 2017 (20,5%). Eso supone un incremento del 76%, mientras que en el mismo periodo, los estudiantes matriculados en las universidades públicas crecieron un 6%.
El auge no se limita a Francia. Según un informe de la Inspección General de la Administración de la Educación Nacional y de la Investigación, la enseñanza superior privada albergaba a uno de cada tres estudiantes en el mundo en 2015. A juicio de este organismo oficial francés, la razón principal radica en “la imposibilidad material para los gobiernos de hacer frente al aumento masivo de la demanda de educación superior mediante un esfuerzo presupuestario adicional”. Un argumento semejante aporta Gilles Roussel, presidente del equivalente francés de la Conferencia de Rectores.
Las instituciones privadas están muy presentes en campos como el arte, el diseño, la informática
El caso es que en casi todos los países se observa un aumento del sector privado, aunque las proporciones son muy distintas. Incluso, en Estados Unidos –aunque quizá los datos hayan cambiado por la actual crisis universitaria– pasaban del 26,2% de loa alumnos en 1998 al 28% en 2012, según los últimos datos definitivos de la OCDE. La evolución es semejante en Australia (del 0,6% al 8,9%), Bélgica (del 25% al 57%), Alemania (del 5,5% al 12,8%)… Se mantiene la proporción en países en que era ya alta, como Japón (78%). Italia es el único país grande donde las universidades privadas pierden alumnado: baja del 12,8% al 9,4%. En España ha sido quizá mayor el aumento de instituciones que el total de alumnos, que alcanza el 15%, frente al 11% de 1998.
Los centros privados destacan más en algunos campos
Los datos más recientes de Francia permiten vislumbrar el significado cualitativo del fenómeno. En la escuela, la inmensa mayoría de los centros educativos no universitarios son confesionales: la práctica totalidad, católicos, a pesar de cierto avance de escuelas islámicas. En cambio, en la enseñanza superior se unen a las conocidas universidades católicas con cierta tradición, como París o Lyon, centros e institutos que pueden considerarse estrictamente privados, aunque en algún caso están bajo la supervisión de las cámaras de comercio; generalmente, se trata de centros con estatuto asociativo, aunque algunos dependen de empresas con ánimo de lucro (se comienza a hablar de un “mercado mundial de la educación”).
A diferencia de Italia, en Francia los estudios de Medicina siguen siendo monopolio de las universidades públicas. Las privadas avanzan en los demás campos, especialmente en carreras técnicas superiores (39%) o de grado medio (33%). Desde siempre tuvieron mucho prestigio, y un gran número de alumnos, las escuelas de comercio: según los datos oficiales más recientes, acogen a unos 175.000 estudiantes, frente a los 50.000 que cursan esas disciplinas en las universidades.
El reto del estilo universitario frente al pragmatismo
Las instituciones privadas están muy presentes en campos como el arte, el diseño, la informática. Responden con mayor flexibilidad a nuevas necesidades reales de la sociedad y de la economía, y tienen más agilidad para adaptarse a los intereses de las generaciones jóvenes. En Francia gozan de un reconocimiento social espontáneo, sin que el Estado haya establecido normas para garantizar la calidad de sus programas y reconocer los títulos. Los diplomas se valoran por la calidad, no por su refrendo estatal. Por otra parte, suelen aplicar técnicas pedagógicas más modernas, tienen locales más atractivos y han integrado mejor las nuevas tecnologías.
La adaptación opera también en beneficio de los intereses empresariales que, incluso, contribuyen a financiar parte de los estudios. Pero no deja de presentar un riesgo negativo: el inconveniente de la prioridad de objetivos a corto plazo, muy en línea con la evolución del empleo, pero descuidando la formación científica básica y la mentalidad propia del tradicional estilo universitario. Como señalaba en su día el maestro Álvaro D’Ors, la universidad no es una tercera enseñanza…
Facilitar el acceso de estudiantes con menos recursos
Otro problema clásico es el acceso de estudiantes con medios económicos limitados. En buena medida se resuelve gracias a cierto cambio de sensibilidad en las familias, dispuestas a invertir lo que haga falta en la educación de los hijos, también por miedo al desempleo: no les importa en la práctica pagar mucho más que antes, y no solo a familias más desahogadas económicamente.
La enseñanza superior privada alberga a uno de cada tres estudiantes en el mundo
De otra parte, la enseñanza privada cuenta también con diversas ayudas públicas, tanto para los estudiantes (becas, ayudas en alojamiento, seguro médico), como para los propios centros (especialmente, subvenciones en el campo de la formación profesional en sus diversas facetas, en el contexto de la lucha contra el paro). En esa línea, se inscriben las ayudas a los centros con la calificación EESPIG (establecimiento privado de enseñanza superior de interés general, llevados por instituciones sin ánimo de lucro). Además, regiones y municipios suelen ver con buenos ojos la instalación de centros que potencien sus territorios, y prestan colaboraciones diversas de cierta entidad.