Defending Boyhood, de Anthony Esolen, subraya la importancia de una literatura y un cine donde masculinidad y feminidad se muestren a niños y jóvenes.
Esto es, en muchas ocasiones, volver a los clásicos, los grandes olvidados hoy por el formidable ruido de las novedades. Con excepciones, es en los clásicos donde feminidad y masculinidad se muestran mejor, pero más allá de esto, volver a los clásicos es fundamental desde el punto de vista estético. Como ocurre con muchos ya adultos (los que tienen hoy 20, 30 y hasta 40 años), hay océanos de ignorancia literaria y cinematográfica, lo que acaba produciendo una deficiente formación estética.
En todo caso, los títulos que Esolen propone, de literatura donde los chicos son chicos y no tienen por qué avergonzarse de ello, son obras también para chicas. Un clásico es eso, algo que nos dice algo a todos, independientemente de nuestro sexo, edad, situación, etc.
Y hay también otros muchos títulos de literatura y cine clásicos que podríamos sugerir para niñas, donde la feminidad se muestra especialmente. En general, cualquier clásico que ha sido confirmado por el tiempo es un interesante exponente, en mayor o menor medida, tanto para unos como para otras.
Los cuentos tradicionales –incluidos los que hoy se consideran políticamente incorrectos– encierran enseñanzas que superan con mucho la mera identificación de niñas = princesas o débiles y de niños = príncipes y fuertes. Basta leer a Perrault, los Grimm o Andersen para entender cómo todos ellos ofrecen de un modo asequible para el paladar infantil el horror y también la belleza que forman parte del mundo.
Los cuentos tradicionales encierran enseñanzas que superan con mucho la mera identificación de niñas = princesas o débiles y de niños = príncipes y fuertes
Seguir con los clásicos juveniles de toda la vida, por ejemplo, Verne o Stevenson –con tantas versiones cinematográficas sobresalientes, así como algunas más asequibles para niños más pequeños– es otra tarea pendiente.
El fantasma de Canterville, de Oscar Wilde, es un relato estupendo del que disfrutarán jóvenes de ambos sexos, pero posiblemente más ellas, y donde una chica es capaz de vencer un sortilegio. La versión cinematográfica de 1944 es excelente, aunque se han hecho otras más recientes.
Otro tanto ocurre con Matar un ruiseñor, de Harper Lee, una historia de iniciación a la vida adulta. También Drácula de Bram Stoker (mil veces mejor que Crepúsculo y toda la saga), Frankie y la boda, de Carson McCullers o El guardián entre el centeno, de Salinger, lecturas que un adolescente debería abordar.
Jane Eyre es un clásico muy bueno para chicas que cuenta mucho más de lo que parece –un modelo de feminidad de una mujer fuerte y con muchos arrestos– y tiene versiones cinematográficas muy logradas. Otro tanto ocurre con la aclamada Jane Austen y sus novelas, que hoy sorprenden tanto por su “modernidad” y que es un prodigio de personajes femeninos de la época. Dickens –un maestro en retratos masculinos y femeninos– y su Historia de dos ciudades, otros títulos como La pequeña Dorrit, es igualmente recomendable, y también casi todo Dickens está llevado al cine con muy buenos resultados.
Las crónicas de Narnia (toda la serie: libros y versiones cinematográficas) son un formidable exponente de masculinidad y feminidad: el valor no es solo cuestión de hombres (o chicos) –ahí está Lucy para demostrarlo–, ni las batallas se ganan si uno no les sale al encuentro y está dispuesto a la muerte, tanto ellos como ellas. Lo mismo puede decirse de Tolkien y El Señor de los Anillos, donde también masculinidad y feminidad se muestran sin problemas y cada uno tiene que hacer unos sacrificios diferentes, incluso los más pequeños.
Golondrinas y amazonas, quizás más conocida en España por su adaptación cinematográfica de 2016, es un excelente retrato de esos veranos con aventura donde chicos y chicas se muestran como son.