A la afirmación de que “el Estado Islámico (EI) ha sido finalmente derrotado en Siria e Iraq”, le sobran dos palabras. Sí, esas: “finalmente” y “derrotado”. Están de más porque la organización terrorista, a diferencia de un ejército convencional en una guerra de las de toda la vida, no ha ordenado a sus hoy dispersos militantes que cesen el fuego. No hay, pues, garantía de paz, sino la posibilidad de que la amenaza, ahora menos visible, se haya vuelto más letal.
En Europa, el peligro toma cuerpo en los centenares de islamistas autóctonos que, cerrado el chiringuito yihadista en Raqqa y Mosul, están regresando a sus países. Según un informe de riesgos de Frontex de principios de 2018, unos 5.000 combatientes partieron del Viejo Continente a …
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