El yihadista, “si lejos, mejor”

publicado
DURACIÓN LECTURA: 10min.

A la afirmación de que “el Estado Islámico (EI) ha sido finalmente derrotado en Siria e Iraq”, le sobran dos palabras. Sí, esas: “finalmente” y “derrotado”. Están de más porque la organización terrorista, a diferencia de un ejército convencional en una guerra de las de toda la vida, no ha ordenado a sus hoy dispersos militantes que cesen el fuego. No hay, pues, garantía de paz, sino la posibilidad de que la amenaza, ahora menos visible, se haya vuelto más letal.

En Europa, el peligro toma cuerpo en los centenares de islamistas autóctonos que, cerrado el chiringuito yihadista en Raqqa y Mosul, están regresando a sus países. Según un informe de riesgos de Frontex de principios de 2018, unos 5.000 combatientes partieron del Viejo Continente a Siria e Iraq en los momentos de mayor apogeo del EI, y un 30% de ellos ha regresado. De los 1.700 franceses que se fueron a hacer la “guerra santa”, habían vuelto unos 300 hasta el pasado noviembre; de los casi 500 belgas que también se marcharon, habían regresado unos 100 a finales de enero; de los 850 británicos, unos 360, y así.

Que tanta gente vuelva a casa después de haber protagonizado o atestiguado un conflicto tan sangrante es lo que hace saltar las alarmas. En un reciente informe, el think tank británico Jane’s Terrorism and Insurgency Centre (JTIC) se muestra bastante pesimista ante este fenómeno: en el horizonte de los próximos 5 a 10 años, los países europeos tendrán que lidiar con el efecto de la presencia en su territorio de estos individuos radicalizados, lo que elevará el nivel de la amenaza terrorista.

A su vuelta, algunos retornados decepcionados con el islamismo pueden convertirse en activos antiterroristas

Según el JTIC, habrá varias realidades a las que estar atentos. Una de ellas será que entre 2019 y 2023 un gran número de los retornados o de quienes los han apoyado, que han sido procesados por terrorismo, comenzarán a ser puestos en libertad.

Quizás es ese factor el que disuade a muchos políticos europeos de interesarse demasiado por el destino de sus connacionales en Siria e Iraq: en caso de llegar vivos a casa, se les juzgaría según las leyes locales –bastante más garantistas que las de los países donde han combatido–, por lo que estarían en prisión solo hasta un día determinado y luego volverían a los barrios de París, Bruselas o Londres…

Mejor un regreso controlado

Uno de los países que no pretende mover un dedo por sus foreign fighters en Oriente Medio es Holanda. El abogado holandés André Seebregts, que ha representado a varios yihadistas, considera un error ese desentendimiento. “El gobierno holandés –nos dice– debe intentar arreglar que esta gente pueda venir. En este momento su posición es: ‘No vamos a ayudarlos a volver a Holanda; se fueron allá voluntariamente, y tienen que llegar ellos mismos a un consulado en Iraq o Turquía; si no, los dejamos ahí’”.

“Ahora mismo, los kurdos dicen [de los que tienen en su poder, incluidos mujeres y niños]: ‘Nosotros queremos dárselos a los holandeses, pero el gobierno tiene que venir a por ellos’. Y no lo hace. Opino que es mejor que lo haga, porque entonces vendrían de manera ordenada, controlada”.

En el caso de no pocos yihadistas, la cárcel ha servido más de escuela de radicalización que de plataforma de reinserción

Según nos explica Seebregts, de momento, el protocolo que se les sigue a los que entran es el adecuado: en cuanto ingresan al país se les detiene, se les juzga y se les imponen hasta tres años de cárcel, con el último de ellos en libertad condicional, un tiempo en el que tienen que mantenerse en contacto con un imán y con un agente supervisor de su condicional, además de llevar una pulsera electrónica.

“Todo ello es para reinsertar a estas personas en la sociedad, y parece funcionar bien. Pero el gobierno no quiere que vengan, y por eso entran sin control. Me parece que ayudarles a regresar es lo mejor”, señala el abogado.

“No fueron a Iraq de turistas”

Muy pocos de los decision-makers europeos dudan –aunque no lo confiesen abiertamente– de que lo más conveniente sería que los terroristas no pusieran el pie de nuevo en sus países y que se les llevara ante los tribunales allí donde han combatido y cometido sus atrocidades. O que mueran en combate…

En este punto, los representantes del gobierno francés han hablado sin ambages. En octubre, en declaraciones a la prensa acerca de los terroristas galos que se encontraban en la ciudad siria de Raqqa, epicentro de fuertes choques, la ministra de Defensa, Florence Parly, fue muy clara: “Queremos ir hasta el final en esta batalla, y por supuesto, si los yihadistas mueren en ella, diría que tanto mejor”. “Es que no viajaron a Iraq de turismo: fueron a luchar en las filas del EI”, ha apuntado el titular de Exteriores, Jean-Yves Le Drian.

“Cuantos más sean neutralizados en zona de combate, mejor –dice por su parte a Aceprensa el director del International Security Observatory, Manuel Gazapo–. Todas las neutralizaciones que está llevando a cabo la coalición internacional son bienvenidas, porque los yihadistas tienen por objetivo implementar un código basado en el terror por el terror, y evidentemente, si se puede evitar que retornen, mejor para la ciudadanía europea, así como para la de los países musulmanes que están sufriendo su yugo”.

La influencia de los retornados

De vuelta a los riesgos que atisba el documento del JTIC, relacionados con el regreso de los yihadistas, el think tank ve muy probable que en un futuro no lejano –dos años– el terrorismo pase cualitativamente a mayores en Europa, con la utilización de coches bomba o de drones, una tecnología que está cada vez más al alcance del ciudadano común.

En un futuro no lejano, los islamistas pudieran emplear en Europa métodos de ataque como los coches bomba y los drones

Los que regresan son, además, personas que han estado en escenarios bélicos y que han podido o tenido que ejercitar cierta impasibilidad antes la idea de matar o morir, así como habilidades propias de lo militar, entre ellas manejar un fusil de asalto o fabricar explosivos, experiencias que algunos estarían encantados de transmitir.

Por otra parte, “para los retornados que consideren retomar la violencia, el valor simbólico de hacer diana en Occidente quizás tenga más peso que la mayor probabilidad de ser arrestados y recluidos”, apunta Otso Iho, analista del JTIC.

El experto señala que el haber estado en Iraq y Siria les daría a estos militantes una mayor credibilidad entre las personas que han coqueteado con el terrorismo desde posiciones más distantes, bien ofreciéndole al Daesh apoyo financiero, bien ayudándole a reclutar a nuevos combatientes para enviarlos a Oriente Medio. Con su predicamento, pueden terminar animando a estos simpatizantes “dubitativos” a asumir un papel más operacional mediante la creación de células terroristas, la compra de armas, la habilitación de casas para fabricar explosivos, etc.

Habría que prestar atención, además, a otro aspecto: los que regresan lo hacen de un conflicto. Quien no ha degollado o decapitado, ha visto degollar y decapitar. Quien no ha perdido una pierna durante un bombardeo, ha observado cómo otros seres humanos saltan en pedazos. Eso deja huella: el conocido trastorno por estrés postraumático (TEP). Cabe apuntar que, si bien los soldados de ejércitos regulares disponen de programas y especialistas que los ayudan a recuperar la estabilidad psicológica, muchos de los yihadistas han digerido ellos solos tales escenas. Cómo harán la catarsis de todo esto es la gran interrogante.

Entre el castigo y la reinserción

Otra arista del asunto es cómo proceder con los que regresan, algo en que los gobiernos europeos no comparten una misma línea de acción. El delito debe ser juzgado, pero ¿cómo saber quién hizo exactamente qué? Algunos yihadistas se dieron a conocer en vídeos publicados en sus propias webs, pero la inmensa mayoría de ellos no tenían rostro. Algunos argumentarán haber ido de cocineros o a buscar a sus familiares, y, una vez allí, haberse visto imposibilitados de escapar…

Ministra de Defensa de Francia: “Queremos ir hasta el final en esta batalla, y por supuesto, si los yihadistas mueren en ella, diría que tanto mejor”

Para algunos países, como Francia y Alemania, la respuesta es que ya el solo hecho de haberse desplazado hasta allá debe ser considerado delito, por lo que los retornados deben ser puestos tras los barrotes. Otros, como Dinamarca –de donde partieron unos 150 yihadistas y regresó la mitad–, ponen el acento en la reinserción. Su programa Aarhus, así denominado por la ciudad en la que se implementó por primera vez hace unos cuatro años, les ofrece a los arrepentidos apoyo psicológico y ayuda para encontrar empleo o continuar su educación, en una labor que involucra a los trabajadores sociales, la policía y los servicios de inteligencia.

Una dinámica que, en cambio, descanse casi exclusivamente en lo punitivo no obtendría resultados más halagüeños. En el verano de 2016, de los dos terroristas que asesinaron al sacerdote Jacques Hamel en su parroquia del norte francés, uno de ellos había conocido en prisión a su “guía espiritual”, quien le había dado “ideas” sobre cómo adelantar la yihad. Por su parte, uno de los autores de las matanzas del 7 de enero de 2015 en París, Amedy Coulibaly, dijo en 2008 que su etapa en la cárcel lo había cambiado: “Conocí el islam allí. Solo por eso estoy contento de haber estado en prisión”.

Tras la decepción, ¿la metamorfosis?

Que los yihadistas que vuelven vean sobre sí solo el palo y nada de zanahoria, puede ser contraproducente. Algunos expertos opinan que, si los extremistas solo atisban la perspectiva de la cárcel, pueden desanimarse de la idea de regresar y enmendarse: persistirían en su lucha sin sentido y únicamente la cambiarían de sitio.

Asimismo, ello puede desestimular la intención de familiares y amigos de cooperar con las fuerzas de seguridad; de pasarles información sobre quiénes se han ido o han vuelto de la guerra, por lo que estos individuos, a su retorno, pueden quedar fuera del radar. De hecho, el informe de Frontex arriba mencionado habla del desafío que representan las “fronteras azules y verdes”, a saber, aquellas por las que suelen ingresar tanto los desplazados como quienes les han hecho huir. Ante esta realidad, más valdría asegurarse la colaboración ciudadana para detectar a los “deslumbrados” por el califato.

Por otra parte, no es de desestimar el hecho de que si un yihadista no reformado puede ejercer una atracción en su entorno por los “méritos” de su participación en los combates, también quienes han decidido dar un vuelco a su vida y rectificar pueden hablar de sus experiencias justo con el objetivo contrario: convencer, a aquellos que miran al EI como la consumación del proyecto islamista, del sinsentido y el horror de esa causa.

A la afirmación de que “el Estado Islámico (EI) ha sido finalmente derrotado en Siria e Iraq”, le sobran dos palabras. Sí, esas: “finalmente” y “derrotado”. Están de más porque la organización terrorista, a diferencia de un ejército convencional en una guerra de las de toda la vida, no ha ordenado a sus hoy dispersos militantes que cesen el fuego. No hay, pues, garantía de paz, sino la posibilidad de que la amenaza, ahora menos visible, se haya vuelto más letal.

“Algunos retornados –apunta un estudio del International Centre for Counter-Terrorism– pueden haber tenido la experiencia opuesta y haber regresado desengañados y abjurando de los puntos de vista del yihadismo. A su vuelta, en lugar de promover la ‘guerra santa’, pueden convertirse en activos antiterroristas y hablar contra sus antiguos correligionarios. Pueden probar así que son un gran recurso para contener la radicalización y para disuadir a combatientes en potencia”.

Quizás por ello conviene no cerrarles la puerta a cal y canto: por esa tan humana posibilidad de rectificación, y porque, para acabar con el monstruo, siempre será mejor escuchar lo que tienen que decir quienes han vivido en sus entrañas.

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.