A Jordan B. Peterson, profesor de la Universidad de Toronto y psicólogo clínico, le han acusado de machista, homófobo y reaccionario. Todo por no suscribir el relativismo o reivindicar las diferencias biológicas entre sexos, en lugar de afirmar que el género es una cuestión de preferencia individual.
Sin embargo, parece que ha sintonizado con una amplia audiencia de millennials: su canal de Youtube cuenta con más de 800.000 suscriptores y sus vídeos han recibido más de 4 millones de visitas en el último mes. En Quora, una red social de preguntas y respuestas, es el escritor con más número de seguidores.
El resentimiento contra lo masculino está haciendo desaparecer ciertos valores en la esfera pública, afirma Peterson
No es la primera vez que este profesor desafía los postulados de lo políticamente correcto. Hace un par de años, durante la tramitación del proyecto de ley sobre identidad de género en Canadá –que, entre otras cosas, exigía el uso de pronombres y términos nuevos de acuerdo con la identidad sexual elegida libremente por cada persona–, Peterson criticó la medida y denunció su carácter ideológico. Algunos estudiantes protestaron y boicotearon sus clases y conferencias, y el establishment académico consideró sus opiniones “intolerantes e inaceptables”.
Ideología dominante
La inquina que ha levantado muestra, precisamente, la fuerza del fenómeno que Peterson quiere desenmascarar: la imposición del pensamiento posmoderno y el poder que ejerce la izquierda radical en la discusión pública. Hay, afirma, una poderosa censura. La ideología de género, la política identitaria, el igualitarismo, el feminismo radical y el relativismo son dogmas que se han extendido por los campus universitarios, los medios de comunicación y, en general, sobre el debate social, restringiendo la libertad de expresión y la libre circulación de ideas.
Como ejemplo vale la entrevista que le hizo Cathy Newman para Channel 4, que han visto más de 2 millones de personas. Fue toda una “guerra cultural”: la periodista acusaba a Peterson de misoginia, le condenaba por sus ideas y, a partir de la lectura de su último ensayo, lo presentaba como defensor de una masculinidad opresora y trasnochada.
Pero ¿por qué incomoda tanto este autor a la ortodoxia posmoderna? Por un lado, Peterson ha puesto en evidencia las debilidades científicas y culturales de lo políticamente correcto, desvelando su naturaleza ideológica, política. Por otro lado, también se ha encargado de revelar las secuelas existenciales y el desorden social que conlleva.
“12 Rules” es un canto a la fortaleza y una embestida a la cultura de la compasión, de la indiferencia y el capricho moral
Según este psicólogo, la posmodernidad niega la importancia de lo biológico para reafirmar la tesis de que el ser humano “es una construcción cultural”, de la misma manera que los valores morales son subjetivos, particulares, contingentes. Esta concepción considera toda jerarquía y todo juicio de valor como resultado de una dominación, de un poder: de los blancos, sobre los negros; del hombre, sobre la mujer; de Occidente, sobre los miembros de otras culturas; de las metrópolis, sobre las colonias, en una espiral de sojuzgamientos interminable. Pero todo esto, además de ser a veces falso, resta valor a la cultura, dejando a los individuos en el vacío, desnortados en su existencia, y aboca al nihilismo.
Jerarquías naturales
Tal vez por esta razón, por el sinsentido en que muchos se hallan, su último libro se ha convertido en un best seller. 12 Rules for Life: An Antidote to Chaos (Random House). Casi un manual de autoayuda, en él Peterson explica doce criterios para superar el caos moral y cultural en el que se encuentran muchas personas. Es un ensayo que escribió a solicitud de la editorial y tras constatar el éxito que tuvo con uno de sus posts, donde explicaba lo que es más valioso en la vida.
12 Rules es un libro sencillo en la forma, pero complejo en el fondo. De hecho, es como una versión reducida y divulgativa de un ensayo anterior, Maps of Meaning, de más de quinientas páginas, donde sugiere –recurriendo a la historia de las religiones, la antropología, la psicología, la filosofía y la literatura– que los marcos culturales y la tradición tienen una finalidad práctica y tratan de ordenar el mundo y la existencia humana frente al caos, dar sentido a las acciones individuales y colectivas, y distinguir entre el bien y el mal.
Porque, según Peterson, sin criterios, sin jerarquías, el individuo sucumbe a la confusión y al desorden. Es esto lo que diagnostica que ocurre hoy: nublada la conciencia moral por el indiferentismo, relativizadas las normas, el hombre no puede asumir sus responsabilidades. Peterson expone que la vida, sin embargo, es lucha; que unos ganan y otros pierden y que lo cultural tiene una base biológica.
Reglas polémicas
“Di la verdad o, al menos, no mientas”; “Ten amigos que quieran lo mejor para ti”; “No dejes que tus hijos hagan algo que te disguste”; “Pon en orden tu casa antes de criticar el mundo”: estos son algunos de los consejos que Peterson desarrolla. Acudiendo a una mezcolanza de fuentes, desde la Biblia a Freud, pasando por Jung y Nietzsche, busca convencer al lector de que, si su vida no es valiosa, es porque ha quedado apresado en cierto “victimismo”: pues sí, la existencia en ocasiones es trágica, pero que merezca la pena depende en gran parte de nosotros mismos.
12 Rules es, pues, un canto a la fortaleza y una embestida a la cultura de la compasión, de la indiferencia y el capricho moral. Peterson arremete contra el contexto cultural light, la mediocridad moral, el relativismo compasivo y la negligencia existencial que subyacen a la crisis de valores y a la crisis de la cultura en la sociedad contemporánea.
Las reglas, pocas y claras, que recomienda ayudan a situarse; constituyen algo así como una brújula para nuestros tiempos de incertidumbre. Salvan a la persona del vacío, sostiene Peterson, quien recurre a ejemplos de su propia vida o de su larga experiencia clínica. Porque el sentido común y la ciencia confirman que el orden natural y el orden humano premian al competente, al esforzado, al valeroso y penalizan al autocomplaciente, al derrotista, al apático.
Formar a los hijos
Cuando Peterson desarrolla las implicaciones de cada una de las 12 reglas, atiza sin piedad concepciones posmodernas. Ocurre, por ejemplo, en el caso de los niños: frente al idealismo rousseauniano, condescendiente con la bondad natural del niño, indica que el proceso de socialización debe basarse en una serie de normas claras y que se debe formar a los hijos en la disciplina y la fortaleza.
Una de las tesis del libro que han levantado más ampollas ha sido la afirmación de que hay diferencias biológicas entre los sexos. A juicio de Peterson, si estas se obvian, se intensifican y crece la desigualdad. Se ha extendido la sombra de la sospecha, y se tiende a explicar todas las desigualdades en función de prejuicios de género.
Peterson subraya que la vida es lucha, que unos ganan y otros pierden, y que lo cultural tiene una base biológica
En este sentido, Peterson denuncia que hay cierto recelo hacia los hombres, a los que se considera abusivos, autoritarios, impositivos. El resentimiento contra lo masculino está haciendo desaparecer ciertos valores en la esfera pública, y está mermando la influencia y la presencia del hombre en algunos campos, afirma.
Las tesis de este profesor de la Universidad de Toronto, bien entendidas y sin prejuicios ideológicos, suenan menos escandalosas. Pueden ser discutibles y, en algunos casos, como en su proclividad al cientificismo, su concepción trágica de la existencia, y sus herencias freudianas, lo son. Pero no hay que olvidar su intención: quiere estimular a una generación que parece estar extenuada de ensayos ideológicos y del exceso de autoayuda pueril y compasiva. Y tampoco se debe ignorar que, con independencia de sus tesis, ha tenido la valentía de desafiar al pensamiento único.
Las 12 reglas de Peterson
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