Los días en que China se preocupaba por que nacían “demasiados niños” han quedado atrás, y ahora el régimen de Pekín cree que los jóvenes nacidos en los años 80 y 90 están procreando demasiado poco, lo que compromete el crecimiento económico del país y su posibilidad de hacer frente al acelerado envejecimiento.
Según reporta The Economist, aunque la tasa de natalidad se está recuperando en toda China desde 2010, las mujeres aún tienen menos de dos hijos en promedio, lo que implica que la población está empezando a declinar.
“La población en edad laboral, entre los 16 y los 59 años, está cayendo en picado desde 2012, y para 2050 se proyecta una contracción del 23%. Una población envejecida incidirá negativamente en el sistema de seguridad social y reducirá el tamaño del mercado laboral”, apunta la publicación.
Se suponía que la eliminación de la “política del hijo único”, fieramente implantada por el Partido Comunista de 1980 a 2015, ayudaría a revertir la situación, pero las estadísticas dadas a conocer en enero confirman que después del breve entusiasmo inicial, reflejado en un incremento de la natalidad, el efecto está desvaneciéndose: el pasado año nacieron 17,2 millones de niños, más que cuando las regulaciones permitían un solo hijo, pero un 3,5% menos que en 2016.
¿Por qué la reticencia? Según el semanario, por un efecto combinado: de un lado, influye que el país se ha vuelto más rico, y de otro, que tras haber escuchado por décadas que tener un solo hijo era lo ideal, el deseo de la gente de procrear más se ha desvanecido. Los padres potenciales les dicen frecuentemente a los encuestadores que les disuade el alto costos de criar un hijo.
Además, las mujeres que consideran comenzar o expandir su familia tienen que sopesar los riesgos de la discriminación en el trabajo. Desde que se relajó la “política del hijo único”, muchas provincias han extendido los permisos de paternidad y maternidad, pero no siempre aplican las leyes cuando los empleadores pasan por encima de ellas.
La misma renuencia a impulsar estrategias a favor de la natalidad puede palparse en muchos responsables políticos, y es comprensible: desdecirse de la política aplicada hasta ahora por Pekín implicaría reconocer de facto el grave error que cometió el Estado durante años, al imponer el control de la natalidad, incluso con abortos y las esterilizaciones forzadas.