Jonathan Chaplin, director del Instituto Kirby Laing sobre Ética Cristiana y autor de varios libros sobre multiculturalismo, responde en el blog Public Spirit a un documento de la Universidad de Warwick publicado a principios de año y presentado como una visión secularista de la neutralidad religiosa.
Este texto era, a su vez, una crítica a las conclusiones de un grupo de trabajo –CORAB, por sus siglas en inglés– que, por iniciativa de la Universidad de Cambridge, estudió durante dos años el papel de la religión y otras tradiciones éticas en el espacio público británico.
El documento publicado por CORAB pretendía ser una reflexión sobre cómo adecuar la cambiante realidad de la sociedad del Reino Unido (con un creciente porcentaje de personas sin confesión religiosa) a la vivencia de la religión en el espacio público, incluidos los medios de comunicación y la política. Algunas conclusiones incidían en la necesidad de mejorar la separación entre Iglesia y Estado: por ejemplo, se pedía derogar la representación de la jerarquía anglicana en la Cámara de los Lores, cambiar el momento de oración obligatorio en los colegios por unos minutos de reflexión, o reformar el currículum de la asignatura de religión para dar cabida también a tradiciones éticas como el humanismo. No obstante, los firmantes también reclamaban fomentar la libertad de expresión de los distintos credos en el debate público, mejorar la formación religiosa de los periodistas y cooperar al diálogo interreligioso para poder llegar a unos valores comunes.
En general, el texto no era ni mucho menos un cheque en blanco para las confesiones religiosas, aunque reconocía el potencial efecto positivo de la presencia de su voz y sus actividades en el espacio público. No obstante, el pasado 17 de enero, la Universidad de Warwick publicaba un documento que se presentaba como una respuesta secularista a las propuestas de CORAB.
Jonathan Chaplin repasa algunas de las críticas hechas por la Universidad de Warwick al documento de CORAB. Se muestra de acuerdo en que el grupo de expertos tenía poca representación de perspectivas éticas no religiosas. No obstante, reflexiona Chaplin, esto no quita interés al texto, más cuando la voz de las principales confesiones ha perdido eco en la sociedad en favor de una perspectiva alejada de cualquier idea de trascendencia.
Ingenuidad laicista
Chaplin replica a otras propuestas del documento de Warwick, como la de que no se utilice dinero público para promover causas religiosas, mientras que el trabajo de Warwick fue financiado con fondos públicos. Esta incongruencia revela lo que, para Chaplin, es el principal error de un cierto tipo de discurso secularista, reflejado en el documento de Warwick: sus defensores consideran las perspectivas religiosas como parciales e interesadas, por lo que el Estado debe mantenerse a distancia de ellas; en cambio, su propia visión les parece el paradigma de la neutralidad. Esta ingenuidad les lleva a proclamar su particular visión de las cosas como la única verdaderamente democrática.
No se dan cuenta, reflexiona Chaplin, de que si la actuación del Estado fuera presidida de manera uniforme por esta idea secularista, y la voz de las religiones fuera excluida, sería entonces cuando la neutralidad democrática se vería comprometida. Los autores del documento de Warwick caen precisamente en aquello que critican del documento de CORAB: “presentar una visión monocromática de la realidad”.
En cambio, Chaplin aboga por una relación entre Iglesia y Estado en que la imparcialidad no es incompatible con la proximidad e incluso la cooperación, y en que lo “público” no sea enemigo de las aportaciones particulares de las distintas tradiciones religiosas o éticas.