Ser refugiado de guerra no es solo acabar desarraigado de la propia casa, del barrio, de los amigos y los familiares. En el caso de los más jóvenes, es además ser arrancado del pupitre, de los libros de texto, de los profesores, y quedar a la deriva en cuanto a educación. Al niño y al joven refugiado les hace falta el pan, sí, pero también conectar cuanto antes con el ambiente formativo, so pena de que el daño sea peor.
De la gravedad de este fenómeno en Siria hablan unos pronósticos de Save the Children sobre el futuro que espera al país, epicentro de la guerra más cruel que se libra en este momento en el planeta y emisor por excelencia de refugiados (10,5 millones, entre desplazados internos y expatriados): aun si la guerra se detuviera …
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