El 31 de marzo, a los 87 años, falleció, a consecuencia del parkinson, el escritor húngaro Imre Kertész, Premio Nobel de Literatura en 2002. Para Adan Kovacsics, experto en las obras de Kertész y traductor de varias al castellano, su obra “es esencial para comprender al ser humano del siglo XX y del actual”.
Kertész, primer escritor húngaro que recibió el Nobel (ver Aceprensa, 16-10-2002), fue una víctima del Holocausto y de la dictadura comunista, sucesos que marcaron su vida y su literatura. Sus novelas y libros de diarios suelen ser una denuncia del embrutecimiento del ser humano, que ha llevado a justificar los excesos irracionales de los totalitarismos. “Yo escribo sobre el Holocausto –dijo Kertész– porque esa ha sido mi experiencia básica personal, pero no solo he escrito sobre eso. También me he ocupado de la dictadura estalinista, y de otras cosas que amplían la dimensión y alejan del holocausto”.
Algo peculiar en la obra de Kertész es “la consideración del significado del Holocausto como mito universal y como cultura” ( Adan Kovacsics)
Para Kovacsics, esta es una de las claves de todas sus obras: “Nuestra época, la del ser humano funcional y sustituible, la de la sociedad de masas y del Estado moderno, lleva implícita la posibilidad del totalitarismo y, por tanto, de Auschwitz. Y aquí se encuentra otro de los puntos que hacen de la obra de Kertész algo singular: la consideración del significado del Holocausto como mito universal y como cultura”.
En un campo de exterminio
Kertész nació en 1929 en Budapest en una familia de judíos no practicantes. Pronto sufrió la separación de sus padres. Tras la invasión de los alemanes en 1944, y con la colaboración de las autoridades nacionales, se inició un metódico proceso de exterminio de toda la población judía. En 1944, junto con otros compatriotas, Kertész fue deportado a los campos de exterminio, primero a Auschwitz y luego a Buchenwald.
Kertész regresó del campo de concentración en 1945 (experiencia que luego novelaría en Sin destino). Se dedicó después al periodismo. En 1948 se implantó la dictadura comunista, y en 1951 Kertész fue despedido del periódico donde trabajaba, que había pasado a manos del Partido. Vivió en su país como un intelectual no integrado, dedicándose a escribir obras teatrales y guiones cinematográficos.
Una obra muy autobiográfica
A partir de 1986, Kertész ejerce de traductor de importantes escritores centroeuropeos y se intensifica su dedicación a la literatura. En 1975 había publicado Sin destino, su obra más popular, que fue ninguneada y silenciada por la censura comunista. Esta novela, llevada luego al cine en una versión estremecedora y poliédrica (ver Aceprensa, 31-10-2007), es una lúcida recreación de su experiencia en los campos nazis.
Sus novelas y libros de diarios suelen ser una denuncia del embrutecimiento del ser humano, que ha llevado a justificar los excesos irracionales de los totalitarismos
En 1977 publicó Un relato policiaco (Acantilado, 2007) y El buscador de huellas. En 1988 aparece su novela de denuncia Fiasco, y en 1989, Kaddish por el hijo no nacido; en 1991, el volumen de relatos La bandera inglesa (Acantilado, 2005) y Diario de la galera; en 1997, Yo, otro. Crónica del cambio (Acantilado, 2002), y en 1998 los ensayos y conferencias agrupados bajo el título Un instante de silencio en el paredón: el holocausto como cultura.
Prestigio internacional
A partir de 1989, su literatura empieza a ser reconocida en el extranjero, especialmente en Alemania. Tras recibir el Nobel en 2002 publicó, entre otros, su novela Liquidación y el volumen autobiográfico Dossier K, basado en unas conversaciones con su editor, Zoltán Hafner, en los años 2003 y 2004.
En el mes de abril de 2016, la editorial Acantilado publicará su último libro, La última posada. En palabras del traductor al castellano, Kertész había querido “escribir una obra sobre la senectud, una novela inspirada en los cuadros postreros de William Turner o en los últimos cuartetos de Beethoven. La última posada plasma ese intento, el esfuerzo, las dudas y también el fracaso. Se lo impidió, entre otras cosas, la enfermedad que fue creciendo, el Parkinson que se le diagnosticó hace más de quince años”.