“Cordadas del éxito” para rescatar a alumnos desfavorecidos

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La situación económica o la procedencia social de un estudiante se convierte a menudo en una barrera que dificulta su acceso a estudios superiores. En Francia, el Ministerio de Educación ha puesto en marcha los “trayectos de excelencia”, una iniciativa deudora de las “cordadas del éxito” promovidas con la colaboración de universidades y otros centros de estudios superiores del país desde 2002.

“Nuestro sistema, a día de hoy, está lejos de basarse solo en el mérito. Y, sobre todo, este mérito no es independiente –dista mucho de serlo– de factores sociales y culturales”, reconoce la ministra francesa de Educación, Najat Vallaud-Belkacem, en una entrevista para Le Monde. “Con estos ‘trayectos de excelencia’ afirmamos que el acceso a la élite profesional no debe ser algo exclusivo de los círculos privilegiados”.

Los “trayectos de excelencia”, anunciados en Francia el pasado 18 de enero, son una ampliación a los alumnos de colegio (primera etapa de secundaria, 12-15 años) de las llamadas “cordadas del éxito”, iniciativa contra la desigualdad de oportunidades entre los estudiantes de liceo (16-18 años). El nombre hace referencia a la fila de alpinistas que ascienden unidos por una cuerda y son guiados por el más avezado, llamado “cabeza de cordada”. Hoy existen en total 375 cordadas en las distintas Redes (antes, Zonas) de Educación Prioritaria (REP) del país, donde se concentran los alumnos desfavorecidos y a las que el Ministerio presta atención especial, destinando más recursos, dando incentivos para que profesores experimentados quieran enseñar allí, etc.

A veces son los propios alumnos quienes se autolimitan en sus aspiraciones profesionales, al pensar que cierta carrera universitaria no está a su alcance

Las “cordadas del éxito” buscan establecer un vínculo entre centros de estudios superiores y liceos o colegios para facilitar a los estudiantes más desfavorecidos el acceso al nivel universitario o a la formación profesional. Los datos recogidos por una encuesta de 2013 señalan los buenos resultados de estas cordadas: un 90% de los alumnos beneficiados acceden a estudios superiores.

Pero las “cordadas del éxito” solo alcanzan a unos 80.000 estudiantes, una pequeña parte (1,5%) de los 5,5 millones de alumnos de colegios y liceos. “Estos dispositivos quedan relativamente al margen del sistema educativo, con un impacto limitado en el número de alumnos y en la reducción de las desigualdades”, afirma la ministra de Educación. De ahí que el Ministerio proyecte extenderlos a todos los colegios de las REP.

Prejuicios que arruinan sueños

Los prejuicios relacionados con la propia situación económica, social o cultural pueden afectar a los alumnos, muchas veces de forma hiriente. En Francia, el paso de la escuela elemental al colegio (10-11 años) o el final del liceo (17-18 años) son momentos cruciales donde algunos factores ajenos al mérito académico pueden impedir que el alumno cumpla con su sueño.

A veces son los propios alumnos quienes se autolimitan en sus aspiraciones profesionales, al pensar que cierta carrera universitaria no está a su alcance. “Considero que el fatalismo escolar está más extendido que hace veinte años”, sostiene Vallaud-Belkacem. “Paradójicamente, ahora que podemos pensar que el acceso de los alumnos a la información –vía Internet– contribuye a expandir sus horizontes, tengo la impresión del efecto inverso (…). ‘Esto no está hecho para mí’, se escucha en demasiadas ocasiones”.

Seguimiento individual

A partir del próximo curso, los “trayectos de excelencia” ofrecerán a los alumnos de condición modesta, desde el último curso del colegio, la ayuda que las cordadas prestan a los chicos mayores. Los que quieran participar recibirán acompañamiento y estímulo para que en su momento se atrevan a ingresar en la universidad o adquieran una cualificación elevada en formación profesional. Tendrán tutorías colectivas y un programa de visitas culturales, además de un seguimiento individual durante los tres años de liceo.

Las “cordadas del éxito” facilitan a los estudiantes más desfavorecidos el acceso al nivel universitario o a la formación profesional superior

Pierre Mathiot, a quien el Ministerio ha confiado la supervisión de los nuevos trayectos, sostiene que el mejor momento para empezar a actuar con los estudiantes es el último curso del colegio (14-15 años). “Demasiados alumnos con potencial son ignorados al terminar el colegio; porque no se les informa ni se les estimula lo suficiente, porque culturalmente están alejados de los estudios superiores o porque han interiorizado los prejuicios”.

La Escuela Superior de Ciencias Económicas y Empresariales (ESSEC) de París es una de las pioneras en promover las “cordadas del éxito”. Fue en 2002, con la creación del programa “Una gran escuela, ¿por qué no yo?”. Otro centro pionero fue el Instituto de Estudios Políticos (IEP) de Lille, promotor en 2007 de un programa orientado a ayudar a estudiantes prometedores a preparar su concurso de entrada en el IEP. Esta última idea ha sido trasladada a otros siete IEP y es la que ha inspirado a la ministra de Educación a poner en marcha los “cursos de excelencia”. Mathiot, exdirector del IEP de Lille, fue el impulsor de la iniciativa.

El “estudiante-tutor”

En muchos de estos programas el punto fuerte es la figura del “estudiante-tutor”. Los estudiantes de un centro “cabeza de cordada” (escuela superior, universidad o clase preparatoria de un liceo) se hacen cargo de la tutela de estudiantes de liceos o colegios de barrios desfavorecidos. Esta tutela se concreta muchas veces en talleres de orientación con grupos pequeños, visitas a universidades o empresas, la realización de un pequeño proyecto de investigación en equipo, consulta de dudas con el tutor, etc. Le Monde presenta el caso de Maxence Maerten, estudiante de cuarto curso en el Instituto de Estudios Políticos (IEP) de Lille. Nacido en una familia de obreros en Pas-de-Calais y estudiante en un centro de educación prioritaria, Maxence conoció la cordada del IEP de Lille, que le ayudó a aprobar el concurso de entrada de dicho centro. Ahora es él quien ejerce de tutor en un colegio de educación prioritaria “para devolver lo que se me ha dado”, según reconoce. Maxence quiere que los alumnos a los que ayuda dejen de pensar que hay ciertos estudios inaccesibles para ellos: “Mi papel es el de romper esta imagen y mostrarles que el hecho de que sean de educación prioritaria no les impedirá llegar”.

“El sistema de tutorías tiene también su efecto en los estudiantes-tutores, que descubren una responsabilidad social. Salen transformados”, señala Chantal Dardelet, promotora del programa del ESSEC. Además, muchos de estos centros y universidades ofrecen a estos estudiantes la convalidación de las tutorías por créditos ECTS.

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