Leonardo Padura, que el próximo 23 de octubre recogerá en Oviedo el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2015, ha llegado a la hora acordada a nuestra cita en el habanero barrio del Vedado. Está “muerto”, agotado por los trajines de la filmación de su tetralogía Las cuatro estaciones, una producción germano-española que integran sus novelas Pasado perfecto, Vientos de Cuaresma, Máscaras y Paisaje de otoño.
A pesar de las distancias políticas, entre EE.UU. y Cuba ha existido siempre una muy intensa relación cultural
No le sobra el tiempo a este hombre, razón por la que le agradezco doblemente que nos conceda una entrevista. Y tiene que ser en La Habana, pues cuando aterrice en España, un vis a vis será casi imposible.
— Ya que vamos de cine, en primavera pudimos ver en Madrid Regreso a Ítaca. ¿Finalmente se estrenó en Cuba?
— Se proyectó durante la Semana de Cine Francés, con dos presentaciones en el cine Chaplin después de una larga discusión con el ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos). La dirección del Instituto había decidido retirarla de la programación del Festival de Cine (1), lo que provocó una reacción muy intensa por parte de la comunidad artística, especialmente de los cineastas, por considerarse que era un inadmisible acto de censura.
— ¿Rezagos de aquel antiguo y raro “quinquenio” (2)…?
— Sí, creo que aún no hay una apertura mental lo suficientemente amplia como para entender que son otros tiempos. Primero, para comprender que la censura nunca es la solución. Tú puedes censurar un producto artístico por cuestiones éticas o políticas extremas. Yo, si fuera una institución, no le daría espacio a un producto cultural de posiciones fascistas, racistas, en fin, extremistas. Pero censurar una obra por cuestiones de criterio sobre una sociedad creo que no es válido y sí siempre contraproducente. En este caso lo era porque el filme, en su historia, en sus personajes, en su concepto, refleja una realidad cubana. Que unas personas la hayan vivido y entendido de una manera, y otras de otra, es parte de la diversidad que debe existir en una sociedad.
“Entre novela y novela me gusta hacer un trabajo diferente, y el cine me viene muy bien”
En Cuba y en España
— A propósito del Princesa de Asturias, quiero preguntarle cómo es su relación con España…
— Curiosamente mi primer viaje a España tenía por destino Asturias. Fui como crítico de literatura policial a la I Semana Negra de Gijón, en 1988, y aún no había escrito ninguna de mis novelas policíacas.
Ahí comenzó mi relación con España de manera directa, en un viaje que definió muchas cosas en mi vida. Salí de Cuba con 60 dólares en el bolsillo, y todavía no sé cómo pude vivir 21 días en España: estuve en Asturias, en Galicia, en Segovia, en Toledo, en Madrid… Regresé con una maleta llena de libros de segunda mano que compré a 40, 50 pesetas, y que fueron muy importantes para mí.
Pero antes hubo algo muy importante. En mi época de estudiante, cuando llegué a décimo grado, se impartió por primera vez un curso de Literatura propiamente dicha, pues hasta ese momento se impartía Lengua y Literatura. Era un programa dedicado a la literatura española, desde Mío Cid hasta la Generación del 27, y fue esta literatura la que me ayudó a crearme una organización del desarrollo de la cultura occidental desde sus orígenes.
Después he tenido una relación muy intensa con España. No sé ya las veces que he ido. Llevé la cuenta hasta 1994, 1995, y ya después la perdí Allá obtuve en 1995 el Premio Café Gijón, que fue crucial para mí en aquel momento: yo había dejado mi trabajo en Cuba, no tenía un centavo, y de pronto gané el premio, de dos millones de pesetas (16.000 dólares). Te podrás imaginar lo que aquello significó para mí, en la Cuba de 1996.
La editorial Tusquets se interesó entonces por mis libros, y comencé a trabajar con ellos, con TVE, con otros productores españoles, en una relación que tuvo su punto culminante cuando el Consejo de Ministros de España me concedió en 2011 la ciudadanía “por carta de naturaleza”, por mi relación cultural con España y por mis méritos artísticos. Siempre digo que soy un escritor cubano que tiene pasaporte español, porque culturalmente sigo siendo cubano. A estas alturas no puedo ser otra cosa que cubano, pero tengo esa deuda de gratitud con España.
Ahora está este premio, que es como el Nobel español. El Cervantes es para escritores de la lengua, pero este lo han ganado Paul Auster, Philip Roth, y una lista impresionante. Es la mayor recompensa que podía recibir de la cultura española, y reafirma esa relación entrañable que descubrí en 1988, cuando me dije: “Si no viviera en Cuba, viviría en España”.
La reacción de las instituciones y medios cubanos a la concesión del premio al novelista fue bastante fría
“Soy hispanoamericano”
— Pues hay algún tipo de complejo de excolonia en ciertas voces, que entienden que hay que arremeter contra España por el imperio que fue…
— No. Yo soy hispanoamericano. Y la cultura occidental a la que pertenezco me llega por España, que es un país modélico en cuando al concepto de lo occidental, pues si bien en algún momento expulsó a los judíos y a los moros, fue también un país que se formó con la herencia árabe y judía, partes indisolubles de la cultura española. Ahí están Andalucía, Córdoba, Toledo, la huella sefardí…
Además, soy un defensor de la lengua española como elemento de cohesión de la nacionalidad cubana, al punto de que tengo un conflicto académico con algunas especialistas de literatura cubana sobre cómo ubicar a un escritor como Oscar Hijuelos (3): ¿Es cubano? ¿Cubanoamericano? ¿Norteamericano? Pienso que la cultura cubana se expresa en lengua española, y no puedo entenderla de otra manera. Soy un defensor a ultranza de la cultura occidental e iberoamericana a la que pertenezco.
— ¿Cómo se recibió en Cuba la noticia del premio? En las redes sociales, muchos compatriotas mostraron gran alegría…
— En la calle, la gente que se enteró tuvo esa misma reacción. Estuve tres días pegado al teléfono respondiendo entrevistas, recibiendo a periodistas en casa. Recibí llamadas desde todo el mundo, de muchas personas contentas con el premio. En las instituciones y los medios cubanos, en cambio, la reacción fue muy diferente. Salió una pequeña nota en el periódico Granma (p.6), de la que se podían contar las palabras. Y hubo una mención en uno de los noticieros de TV, un poquito más en el noticiero cultural, y nada más. Como si no fuera importante para la cultura nacional que un escritor cubano fuera el ganador. Es una actitud muy poco lógica. Lo normal sería entender este reconocimiento como una gratificación no solo a un escritor, sino a la cultura a la que este pertenece y de la que no ha querido aislarse ni separarse en cuanto a su trabajo ni a su pertenencia.
El trabajo de escribir
— ¿Cuál es su rutina creativa? ¿Cómo escribe Padura?
— Cuando estoy en Cuba trabajo diariamente, de lunes a domingo. Me levanto temprano y trabajo cinco o seis horas por la mañana. Por la tarde, trato de leer un poco, los días que puedo, porque me gusta hacer algo físico, no solamente mis ejercicios para la espalda y para los años, sino cosas propias de la casa: pintar, arreglar el jardín, en fin.
“Soy un defensor a ultranza de la cultura occidental e iberoamericana a la que pertenezco”
Escribo todos los días: en unas ocasiones, periodismo; en otras, ensayo, o guiones para cine. O novela. Procuro, en cuanto empiezo a escribir una, dedicarle el mayor tiempo posible. No me gusta, eso sí, escribir una novela detrás de otra, porque cada libro debe tener su espacio, respirar, y uno debe tomar cierta distancia. Cuando llevo tres, cuatro años metido en el mundo que he creado para la novela, necesito un tiempo para salir de él; si no, tengo la sensación de que sigo escribiendo la misma narración.
Así, entre una y otra, me gusta hacer un trabajo diferente, y el cine me viene muy bien. Es el que menos me gusta de los trabajos de escritura narrativa, porque tu independencia es bastante limitada; pero bueno: tengo el periodismo, que es en ese sentido mucho más personal –escribo fundamentalmente crónica–, y el ensayo.
En el trabajo de las novelas, lo que sí trato de hacer es no ponerme metas temporales. Afortunadamente soy un escritor muy privilegiado, porque mis derechos de autor, si bien no son cifras de venta extraordinarias, son suficientes para decir: “Estoy cinco años escribiendo El hombre que amaba los perros, y vivo de mis derechos sin mayores preocupaciones. Eso es muy importante para el escritor: una seguridad económica que le permita poder dedicarle a un libro el tiempo que requiera.
— A un gran amigo, escritor y periodista, le mencionaron a varios escritores cubanos y le preguntaron qué cualidad tomaría de cada uno. De usted, respondió que “su gran capacidad de fabulación”. ¿De qué se nutre esta capacidad, dónde nace…?
— (Ríe.) Yo diría que mi capacidad de fabulación es muy limitada. Creo que soy un escritor con bastante poca imaginación. Lo que hago es mucha observación de la realidad, oír mucho a las personas y tratar de asimilar cómo entienden y viven su realidad o la realidad de otros. Y está también la investigación histórica, muy cuidadosa. Trato de ser muy respetuoso con la historia, aunque en una novela, por supuesto, puedo hacer una selección en la que tal vez esa capacidad de fabulación esté mucho más presente que lo que yo creo que hay en mí como capacidad personal innata. A veces, cuando hablo con otros escritores, me dicen: “Chico, tengo dos o tres ideas para escribir un libro”. A mí se me ocurre una idea cada mucho tiempo, y trato de convertirla en una novela. No soy tan imaginativo como tal vez pudiera parecer a partir de la lectura de mis libros.
Leonardo Padura, que el próximo 23 de octubre recogerá en Oviedo el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2015, ha llegado a la hora acordada a nuestra cita en el habanero barrio del Vedado. Está “muerto”, agotado por los trajines de la filmación de su tetralogía Las cuatro estaciones, una producción germano-española que integran sus novelas Pasado perfecto, Vientos de Cuaresma, Máscaras y Paisaje de otoño.
Intensas relaciones culturales Cuba-EE.UU
— Por último, estamos viviendo nuevos tiempos para Cuba, a raíz del restablecimiento de relaciones con EE.UU.. ¿Cómo se inserta el autor y su obra en este nuevo contexto?
— Estamos al principio de un proceso. Un elemento muy importante es que Cuba y EE.UU. han restablecido sus relaciones diplomáticas, lo cual significa que el permanente estado de conflictividad empieza a ceder espacio a una posibilidad de diálogo. Las relaciones se han reanudado incluso a pesar de las diferencias, una lección que sería muy importante asumir al interior de la sociedad cubana: se puede hablar y llegar a grandes acuerdos a partir de las diferencias.
Esto abre una etapa en la sociedad, y hace falta ver qué voluntad política existe en Cuba respecto a una apertura al mercado de EE.UU., que podría producirse cuando desaparezca el embargo –que va a desaparecer, o por lo menos a flexibilizarse mucho–, y a la presencia muy activa de la cultura norteamericana en nuestro país. Vendrán orquestas, grupos de teatro, expositores, y abrirán una ventana cultural importante para el consumidor de cultura norteamericana, no solo el consumidor de bienes materiales, sino el de bienes espirituales.
Hay que decir que ha existido siempre una relación cultural muy intensa entre ambos países, a pesar de las distancias políticas. Tal vez no hayan venido a Cuba todos los músicos norteamericanos que hubiéramos querido, o todos los artistas plásticos, pero sí ha habido esa comunicación, muy antigua, que en el terreno literario se ha mantenido muy activa a pesar de que, por las condiciones económicas de Cuba, casi dos generaciones de escritores norteamericanos son prácticamente desconocidos para el promedio de los lectores cubanos.
El nuevo escenario puede traer muchos elementos positivos y muchos otros negativos, en el sentido de que una sociedad que tuvo una estructura muy homogénea hasta principios de los años 90, comenzará a dilatarse, y mucho más lo hará su tejido social. Pero soy, en general, optimista. Pienso que en unos años la comunidad cubana en el exterior tendrá una participación mucho más activa en la vida económica y social del país, algo que saludo como muy beneficioso, porque en definitiva esas personas siguen siendo cubanas. Mientras todos pensemos que lo que beneficia a Cuba beneficia a todos los cubanos, tendremos resultados alentadores.
— Y como autor, ¿cómo se ve en ese nuevo escenario?
— No trato de pensarlo. Por ejemplo, la novela que estoy preparando decidí que terminará el 17 de diciembre de 2014 (4), porque ahí puede venir un momento diferente y hace falta cierta distancia para poder asimilarlo y convertirlo en un producto artístico. Por lo menos en el terreno de la novela ocurre así La literatura necesita más tiempo para deglutir los acontecimientos de la realidad y poder hacer una reflexión que tiene otros niveles de profundidad.
— ¿Ya tiene el título de esa nueva novela?
— No. Había pensado uno, pero era muy malo.
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Notas
(1) Se refiere al Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, que se celebra cada diciembre con amplia participación de cineastas latinoamericanos y del resto del mundo.
(2) El “quinquenio gris” (1971-1976) fue un período en que la burocracia revolucionaria cubana, permeada por la ideológica soviética, impuso unos rígidos cánones culturales, propios del denominado “realismo socialista”. Varios intelectuales sufrieron la censura y el ostracismo, o se vieron forzados a emigrar.
(3) Hijuelos (1951-2012), hijo de inmigrantes cubanos en Nueva York, fue el primer hispano en ganar el Pulitzer con su novela Los reyes del mambo tocan canciones de amor. Su lengua literaria era el inglés.
(4) La fecha en que Obama y Castro anunciaron el restablecimiento de nexos diplomáticos.