¿Políticos protesta o alternativas de gobierno?

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La victoria de Jeremy Corbyn en las primarias del Partido Laborista británico coincide con el tirón en Europa y Estados Unidos de otros líderes que fustigan el sistema. Todos ellos se presentan como una alternativa a los políticos de siempre. Y aunque está por ver que su nuevo modo de hacer política vaya a ser tan puro y auténtico como prometen, de momento ya han conseguido despertar interés, sobre todo de los jóvenes.

El pasado sábado, Corbyn se convirtió en el nuevo líder del Partido Laborista con el 60% de los votos de los militantes. Ni su edad, 66 años, ni su larga experiencia en la política británica –es diputado desde 1983– le han impedido aparecer como el nuevo rostro del Laborismo. Paradójicamente, ha logrado vender aires de cambio a su partido, en la oposición desde mayo de 2010, con un giro a las políticas de La Vieja izquierda.

En EE.UU. los dos candidatos republicanos que lideran la carrera a la nominación presidencial son rebeldes al “establishment” de su partido

A la izquierda de la izquierda

Frente a la sinergia entre lo público y privado que impulsó el Nuevo Laborismo de Tony Blair, Corbyn promete nacionalizar de nuevo los ferrocarriles y las empresas de energía. Luchará para devolver el poder a las autoridades educativas locales en detrimento de la autonomía de los centros concertados. Eliminará las tasas universitarias. Subirá los impuestos a los bancos y a los ricos, y reducirá las desgravaciones fiscales a las empresas. Priorizará el gasto público frente a las medidas de austeridad. Y abogará por el desarme nuclear y la salida del Reino Unido de la OTAN. En cambio, es partidario de permanecer en una “UE reformada”.

Salvo su controvertida propuesta de crear vagones de trenes solo para mujeres con el fin de reducir los casos de acoso sexual, en general las ideas de Corbyn no son muy novedosas. Pero sí resulta atractivo el carisma del personaje, de quien se elogia su idealismo, su integridad y su estilo austero. Características que lo hacen especialmente idóneo para conectar con los votantes que peor lo han pasado durante la crisis económica. “No tenemos por qué ser desiguales, no tiene por qué haber injusticia, la pobreza no es inevitable”, dijo Corbyn a sus seguidores tras conocer su victoria.

Rebeldes contra el sistema

La victoria de Corbyn ha dado esperanza al ala izquierda del Laborismo, descontenta con la herencia de Blair. Pero ahora tiene que ganarse a los “blairistas”, algunos de los cuales ya han empezado a desmarcarse. “Los críticos de Corbyn temen que convierta al Partido Laborista en un movimiento protesta, en vez de en una alternativa realista al gobierno conservador de David Cameron”, explica Stephen Castle en un análisis para The New York Times. Y añade que el nuevo líder lo va a tener difícil para exigir lealtad, pues “su historial parlamentario pone de manifiesto su rebeldía en serie frente a la línea oficial del partido”.

Del nuevo líder laborista atrae su idealismo, su integridad y su estilo austero, que conecta con los más golpeados por la crisis

Rebeldes al establishment de su partido son también el empresario Donald Trump y el neurocirujano Ben Carson, los candidatos republicanos que lideran la carrera a la nominación presidencial, según el último sondeo de Washington Post-ABC News. Entre los dos acumulan algo más de la mitad de la intención de voto (el 33% el primero y el 20% el segundo). A bastante distancia, con el 8% de los votos, está Jeb Bush, uno de los favoritos de la cúpula del GOP. Le siguen, empatados con el 7%, Ted Cruz y Marco Rubio. El resto no supera el 5%.

¿Por qué triunfan dos outsiders? La propia encuesta aporta algunas pistas. Más de 7 de cada 10 estadounidenses declaran que no se puede confiar en los políticos profesionales. Y 6 de cada 10 republicanos prefieren que el próximo presidente tenga experiencia laboral fuera de la política.

Pero la evolución de las últimas carreras republicanas deja un amplio margen para las sorpresas: no es lo mismo despuntar en las primarias que ganar la nominación. Para esto hace falta, además de popularidad, el apoyo del establishment: “Los candidatos sin partido nunca han ganado”, explica a The New York Times el politólogo John Zaller, coautor del libro The Party Decides.

Todo menos “más de lo mismo”

Por ahora, una cosa está clara: los azotes de Trump y Carson a Washington funcionan, como en su día le funcionó al Tea Party. Y el tono populista de su mensaje no difiere demasiado del de otros líderes políticos europeos, como Pablo Iglesias en España, Alexis Tsipras en Grecia, Nigel Farage en el Reino Unido o Beppe Grillo en Italia.

Los críticos de Corbyn temen que convierta al laborismo en un movimiento de protesta, en vez de una alternativa de gobierno

Con más o menos éxito, todos ellos recurren a un discurso de confrontación para ofrecerse como los mediadores del pueblo: a un lado del ring están los partidos tradicionales (la casta, las élites…), incapaces de resolver la corrupción, el paro y la desigualdad; al otro, los partidos del cambio, que prometen un modo de hacer política cercano a la gente.

Corbyn no ha usado esta retórica de forma tan descarada. (Por muy rebelde que sea, pertenece al sistema.) Pero sus simpatizantes ya tenían interiorizado el guion: el nuevo líder atrae porque no proviene del entorno Oxbridge, “una élite sobrerrepresentada en el Parlamento”, explica a NewStatesman un joven de 19 años. Los otros tres candidatos laboristas no le interesaban “porque no inspiran la esperanza de algo mejor. Simplemente ofrecen más de lo mismo”.

La política de las almas bellas y la real

La campaña de Corbyn ha vuelto a mostrar que, en política, el entusiasmo y la ilusión importan. En esto, los populismos antiausteridad son ejemplares. El discurso del cambio se forja a base de gestos, de complicidades con la calle y, sobre todo, de grandes promesas capaces de aliviar la indignación del momento.

A algunos, estas campañas les parecen ingenuas o interesadas. Otros las ven como una estación de paso en la que no cabe permanecer mucho tiempo. Así le ha ocurrido a Podemos y Ciudadanos con la pesca de escaños: “Una de las consecuencias más interesantes de las últimas elecciones autonómicas y municipales es que, por fin, las almas bellas van a verse obligadas a enfangarse en el noble cenagal de la política”, escribía en El País Manuel Ruiz Zamora.

Corbyn ha logrado vender aires de cambio a su partido, con un giro a las políticas de la vieja izquierda

En su opinión, las cesiones que acompañan a la negociación política terminarán poniendo a cada cual en su sitio: “Quienes han vendido el cielo como paradigma, tendrán que explicar a sus adeptos el carácter estrictamente terrenal de la política. Aquellos que negaban el pan y la sal de la legitimidad democrática a los otros partidos, a los bancos, a los representantes del pueblo (…), tendrán que abjurar de una parte, más o menos grande, de sus principios, con el riesgo inevitable de decepcionar a la parte más fervorosa y virginal de su feligresía”.

Una oposición apasionada

Pero hasta que este momento llegue, no cabe duda de que generar ilusión es el primer paso para tener opciones de gobernar. El testimonio de otro joven citado en el artículo del NewStatesman elogia a Corbyn por la claridad con que ha defendido sus ideas “en un momento político en el que todo el mundo tiene tanto miedo a perder votos que no dice nada”.

La propia articulista, Rhiannon L. Cosslett, confiesa que prefiere tener “una oposición apasionada, interesante y con coraje moral”, en vez de un candidato “que lance por la borda sus valores en cuanto vea probable la victoria electoral”.

Al igual que otros políticos protesta, ahora Corbyn tendrá que encontrar su sitio entre el idealismo que no renuncia a ninguno de sus principios y el pragmatismo que renuncia a todos. Pero, al menos, ya ha llegado a un buen punto de partida.

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