La autoridad religiosa turca, contra el Estado Islámico

Fuente: Al-Monitor
publicado
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Turquía es uno de los países con más estudiosos del Islam. Existe una tradición de pensamiento teológico que ha cuajado en determinadas universidades y centros de investigación, y que trata de articular un discurso racional frente a los que consideran la religión como un simple factor de identidad cultural, o una experiencia interior poderosa pero incomunicable.

La oficina de asuntos religiosos hace suya la herencia intelectual de estas escuelas en un informe sobre el EI y otros movimientos fanáticos publicado recientemente. Según comenta un periódico local, la tesis principal es que estos grupos avergüenzan el nombre del Islam, ya que contradicen algunos de sus principios básicos. Uno de ellos, según los autores, es el valor positivo que la fe musulmana otorga a la razón y a la experiencia interior de la fe, la purificación ascética que propone el sufismo, y que funciona como un contrapeso adecuado respecto de la “vivencia meramente social” de la religión.

El EI, y otros movimientos salafistas parecidos, eliminan tanto la reflexión teológica como la purificación interior, haciendo una interpretación literal y estrecha del Corán, centrada solo en sus aspectos culturales y políticos. Por todo ello, el documento considera que al salafismo le faltan “el instrumental y la metodología adecuados para interpretar la fe islámica”: “al descontextualizar las referencias a distintos textos religiosos, de forma que se interpreten como artículos de ley, y rechazar la capacidad de la razón y otras facultades que Allah ha concedido al hombre contraponiéndolas a la inspiración divina, esta forma de interpretar el Islam ha pretendido monopolizar el sunnismo”.

Precisamente para contrarrestar este prurito monopolizador, el texto enfatiza la fraternidad entre chiítas y sunitas. Se critica la ola de fanatismo e incomprensión entre ambos (aunque sobre todo de sunitas a chiítas) que ha asolado Oriente Medio especialmente en los últimos años, y que ha sido una de las consecuencias más visibles de la denominada “primavera árabe”.

Aunque el texto dice que “nadie puede anatemizar a otro musulmán”, en referencia al fanatismo de los salafistas contra los chiítas, lo cierto es que el gobierno turco no está predicando con el ejemplo.

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó el año pasado a Turquía por discriminar a los alevis, una comunidad con una vivencia de la fe muy desinstitucionalizada, y que algunos ni siquiera consideran parte del Islam, sino más bien una suerte de espiritualidad mística vagamente religiosa. Los sunitas consideran a los alevis herejes, de ahí que el gobierno turco se niegue a reconocer sus lugares de culto como tales.

Esta contradicción entre el tono conciliador y racional del informe, y la denostación práctica del infiel en el día a día ha sido señalada por algunos comentaristas. La cuestión de la apostasía no está resuelta en el Islam, ni siquiera en la versión más moderada que representa Turquía.

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