Las mujeres experimentan el tiempo de distinto modo que los hombres, sobre todo el dedicado al cuidado de los hijos. Esto hace que a pesar de que trabajen el mismo número de horas que sus maridos a la semana –ya sean pagadas o no– tengan una constante sensación de llevar encima mayor carga que sus maridos. Estas son algunas conclusiones de la escritora Jennifer Senior, que aporta como datos la Estadísticas sobre Uso del Tiempo en Estados Unidos y otras investigaciones sociales y familiares.
Senior, que acaba de publicar All Joy and No Fun: The Paradox of Modern Parenthood, asegura en un artículo publicado en The Wall Street Journal que “una hora gastada en un tipo de tarea no es necesariamente equivalente al esfuerzo de una hora dedicada a otra”; por ejemplo, cuidar a los hijos genera mucho más estrés que otros tipos de trabajo.
Es importante tener en cuenta que “equidad” no significa la igualdad absoluta que dan las encuestas. Hay que sopesar la percepción de ese hecho. “Las mujeres pueden trabajar menos horas pagadas que los hombres, pero como dedican casi el doble de tiempo al trabajo del hogar, los niños o la compra, nunca les parece que sus maridos estén compartiendo esa carga, aun cuando estén en casa”, afirma.
Para Jenifer Senior, esto es muy habitual entre los padres, porque “siempre hay uno de los dos –generalmente la mujer– que está más pendiente de las cosas de la casa y, como consecuencia de esta visión, siempre hay uno que cree que el otro –normalmente el padre– no está haciendo la parte de su tarea, mientras que el padre cree que su mujer es demasiado emocional y terriblemente ineficiente”. Ocurre simplemente que cada uno se centra en cosas diferentes y por lo tanto viven el tiempo de un modo distinto.
Como resultado de su investigación, Senior propone con gracia algunos consejos prácticos para modificar la “percepción”. No es lo mismo que un padre dedique unos minutos al final del día a lavar los platos que a meter a los niños en la cama, explica, pues habitualmente los platos no se resisten y tampoco “suelen contestar mal”.
Hay otros elementos que también inciden en la diferente percepción de lo que supone el tiempo dedicado, como la falta de sueño continuada en los primeros años de cuidado de los hijos, algo que afecta más a las madres que a los padres, y que puede causar agotamiento. La Encuesta sobre el Uso del Tiempo señala que en parejas con niños menores de un año, en las que los dos trabajan fuera de casa y perciben sueldos, las mujeres afirman tres veces más que sus maridos haber tenido que interrumpir el sueño.
La rutina de las madres está llena de tareas que tienen hora límite, como por ejemplo, preparar a los niños para el colegio o llegar con puntualidad a las clases extraescolares. Eso hace que la semana esté llena de “puntos de presión”, que no admiten aplazamiento, lo que también contribuye a reforzar la sensación de sobrecarga. Aun así, la percepción de estrés puede reducirse con una contribución decisiva del padre en los momentos de mayor tensión.
En opinión de la autora, una madre con trabajo remunerado hará de media unas diez horas semanales más que los padres de lo que se denomina “multitarea”, que está compuesta de trabajo de la casa y cuidado de los hijos. Si los padres dedican algún tiempo al hogar, esa superposición de tareas –que incide en la productividad y refuerza la sensación de prisa de las madres– puede reducirse para ellas hasta en un tercio.