Hace unos días, la prensa internacional publicaba una foto de Putin en Alemania –mezcla de asombro y de cólera– ante una descocada manifestación feminista que le calificaban de “dictador”. Pero en Rusia no hay espacio jurídico para ese tipo de “bromas”. Como ya había dicho en otros casos, el presidente ruso dejó claro que no haría concesión alguna a las protestas.
En esa línea, promovió una nueva ley para estrechar el control sobre las ONG que se financian desde el exterior. La ley tenía quizá algunos nombres propios, como Golos, la organización que denunció fraudes electorales. Para Human Rights Watch se trata de un fenómeno amplio: “en 2012, el Kremlin ha lanzado contra la sociedad civil la represión más amplia en la historia de la Rusia …
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