Sigue el debate en la Asamblea Nacional francesa del proyecto de reforma del Código de Napoleón en materia matrimonial, que comporta abrir esa institución a parejas del mismo sexo, con derecho a la adopción plena. En la prensa del país vecino son muchos los artículos publicados estos últimos días sobre la infinidad de problemas que plantea la reforma, especialmente desde el punto de la filiación.
Entre esos comentarios, resulta de gran interés el de Maurice Berger, Jefe del Servicio de Psiquiatría Infantil del Hospital de Saint-Etienne, aparecido en Le Monde (8-2-2013). Se plantea los riesgos afectivos de la homoparentalidad, a falta de la que considera la “asimetría necesaria”.
Frente a quienes pasan por alto el problema, basándose en razones ideológicas de igualdad y normalidad, explica que “la mayoría de los estudios que afirman que los niños criados por parejas homosexuales van bien presentan sesgos importantes” en su metodología. Mientras que un estudio como el de Mark Regnerus de 2012, hecho sobre 3.000 adultos, muestra diferencias significativas a favor de los hijos criados por un padre y una madre.
A juicio del Dr. Berger, sería preciso que una comisión de expertos en psiquiatría infantil hiciera un análisis crítico de esos estudios antes de tomar cualquier decisión. “Para el médico psiquiatra infantil (ateo y favorable al “pacs”) que soy, la cuestión puede ser abordada de manera diferente. Un niño puede recibir amor de la pareja homoparental que lo educa, pero cuando se les escucha, se advierten los riesgos que amenazan su desarrollo”.
Ante todo, “numerosos estudios muestran que padre y madre ofrecen al bebé aportaciones diferentes y complementarias. Esquemáticamente, las madres proponen un diálogo emocional. Por la voz, la mirada, la búsqueda de una postura confortable, hacen nacer en él los sentimientos originarios de seguridad y regulan sus estados de bienestar y malestar. Los padres ofrecen una aportación más física, más estimulante (como tener al bebé en el aire), exigen la realización de tareas, llevan hacia desafíos. El niño necesita esta asimetría parental, y es una ilusión decir que, criado por adultos homosexuales, será capaz de identificarse con la dimensión masculina o femenina que le falta a través de los contactos con amigos adultos de un sexo diferente al de sus padres”.
Otro aspecto esencial que destaca Berger es la inquietud del niño ante el misterio de su concepción, que puede convertirse en un enigma perturbador. “Hasta que el niño no encuentra una respuesta satisfactoria, su mente está agitada, excitada por estas preguntas, su curiosidad sexual es hiperactiva. Así, una niña habitualmente nerviosa, atendida por una pareja homosexual, dibuja en psicoterapia una reina rodeada de ocho hijos ‘que fueron hechos por la hermana de la reina, un hada que inventó una poción mágica’. La reina no tuvo necesidad de hombres para concebir a sus hijos”.
“Es una mistificación afirmar que la explicación dada al niño sobre los procesos técnicos que están en el origen de su concepción, será suficiente para borrar mágicamente las cuestiones que se plantea sobre la imposibilidad estructural de su concepción por la pareja”.
Un origen creíble
En cambio, a juicio de Berger, las imágenes de un hijo de pareja heterosexual sobre la sexualidad de sus padres están templadas por el hecho de que no son amantes como los otros: su sexualidad no les sirve sólo para el placer, sino también para concebir hijos: “Puede pensar que ha nacido de un doble deseo: deseo de cada padre por el otro, un deseo común de tener un hijo. La pareja parental heterosexual, incluso de divorciados, es lo mejor para que sexualidad, concepción y ternura paternal estén indisociablemente unidas. ¿Y cómo entenderá una chica que dos hombres que no quieren tener mujer puedan haber deseado una hija?”
“Además, todo niño necesita poder representarse un origen creíble, una escena fundadora de su existencia, tener noción de un deseo fundador de su vida. Esta escena está presente incluso cuando un hijo procede de una procreación médicamente asistida (PMA) en una pareja heterosexual, porque sed trata de una esterilidad de origen médico, y no una elección de vida sexual, que impide el proyecto de concepción heterosexual”.
Finalmente, Berger menciona las dificultades que surgen entre hijos adoptivos: “Aun criados por padres muy adecuados, los niños adoptados se preguntan a menudo de un modo reiterativo sobre las razones del abandono por parte de sus padres biológicos, porque la adopción está precedida siempre por algún tipo de tragedia, según la expresión de Caillot, que es el abandono. Los hijos no soportan la idea de un fracaso de sus padres. Y se preguntan si fueron robados en un mercado, si sus padres eran demasiado pobres para alimentarlos, si su madre fue violada, y por eso no le quería…”
En conclusión, “añadir a todos esto la dificultad de comprender una filiación homoparental, es hacerles su tarea aún más ardua, obligándoles a un doble trabajo”.