La dualidad de hombre y mujer, base de la familia

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(Actualizado el 26-12-2012)

La familia y la naturaleza del diálogo han sido los dos temas principales tratados por Benedicto XVI en su discurso de Navidad a la Curia, en el que tradicionalmente hace un balance del año.

El Papa descarta la teoría según la cual el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, sino un papel social del que se decide autónomamente

El recuerdo del encuentro mundial de las familias en Milán ha dado pie al Papa para advertir que al hablar de la familia “no se trata únicamente de una determinada forma social, sino de la cuestión del hombre mismo”. Para Benedicto XVI el asunto no se resuelve hablando de los diversos modelos de familia, sino centrándose en lo que exige el modo de ser del hombre.

En primer lugar ha mencionado “la cuestión sobre la capacidad del hombre para comprometerse”. “¿Puede el hombre comprometerse para toda la vida? ¿Acaso no contrasta esto con su libertad y las dimensiones de su autorrealización?”

“El rechazo de la vinculación humana, que se difunde cada vez más a causa de una errónea comprensión de la libertad y la autorrealización, y también por eludir el soportar pacientemente el sufrimiento, significa que el hombre permanece encerrado en sí mismo y, en última instancia, conserva el propio ‘yo’ para sí mismo, no lo supera verdaderamente. Pero el hombre sólo logra ser él mismo en la entrega de sí mismo, y sólo abriéndose al otro, a los otros, a los hijos, a la familia; sólo dejándose plasmar en el sufrimiento, descubre la amplitud de ser persona humana.”

Una dualidad esencial
Pero no se trata solo de un malentendido sobre la libertad humana, ha advertido Benedicto XVI, sino que lo que está en juego es “la visión de lo que significa realmente ser hombres”.

Y aquí el papa ha mencionado un libro del gran rabino de Francia, Gilles Bernheim, sobre la familia. La afirmación de Simone de Beauvoir, “Mujer no se nace, se hace”, es la base de lo que “hoy se presenta bajo el lema gender como una nueva filosofía de la sexualidad”.

Si no existe la dualidad de hombre y mujer como dato de la creación, entonces tampoco existe la familia como realidad preestablecida

“Según esta filosofía, el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que el hombre debe aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social del que se decide autónomamente, mientras que hasta ahora era la sociedad la que decidía. “ El Papa ha señalado “la falacia profunda de esta teoría y de la revolución antropológica que subyace en ella”, porque niega la propia naturaleza humana.

“El hombre niega tener una naturaleza preconstituida por su corporeidad, que caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho preestablecido, sino que es él mismo quien se la debe crear. Según el relato bíblico de la creación, el haber sido creada por Dios como varón y mujer pertenece a la esencia de la criatura humana. Esta dualidad es esencial para el ser humano, tal como Dios la ha dado. Precisamente esta dualidad como dato originario es lo que se impugna.”

Repercusiones en la familia
Al negar su propia naturaleza, el hombre “es sólo espíritu y voluntad. La manipulación de la naturaleza, que hoy deploramos por lo que se refiere al medio ambiente, se convierte aquí en la opción de fondo del hombre respecto a sí mismo. En la actualidad, existe sólo el hombre en abstracto, que después elije para sí mismo, autónomamente, una u otra cosa como naturaleza suya. Se niega a hombres y mujeres su exigencia creacional de ser formas de la persona humana que se integran mutuamente”.

Esta negación de la naturaleza humana repercute también en el modo de entender la familia. “Ahora bien, si no existe la dualidad de hombre y mujer como dato de la creación, entonces tampoco existe la familia como realidad preestablecida por la creación. Pero, en este caso, también la prole ha perdido el puesto que hasta ahora le correspondía y la particular dignidad que le es propia. Bernheim muestra cómo ésta, de sujeto jurídico de por sí, se convierte ahora necesariamente en objeto, al cual se tiene derecho y que, como objeto de un derecho, se puede adquirir”.

A la luz de estas palabras del Papa, se entiende que hoy día se plantee el “derecho al hijo” como una cuestión de igualdad, sin que sea necesario que nazca en el marco de una familia constituida por hombre y mujer comprometidos por un vínculo. Pero el hombre no sale ganado con esto, dice Benedicto XVI. “Allí donde la libertad de hacer se convierte en libertad de hacerse por uno mismo, se llega necesariamente a negar al Creador mismo y, con ello, también el hombre como criatura de Dios, como imagen de Dios, queda finalmente degradado en la esencia de su ser.”

Diálogo y anuncio del evangelio
La segunda parte del discurso trató del diálogo y del anuncio evangélico. Respecto al diálogo, el Papa distinguió tres vertientes: “el diálogo con los Estados, el diálogo con la sociedad –incluyendo en él el diálogo con las culturas y la ciencia– y el diálogo con las religiones. En todos estos diálogos, la Iglesia habla desde la luz que le ofrece la fe. Pero encarna al mismo tiempo la memoria de la humanidad, que desde los comienzos y en el transcurso de los tiempos es memoria de las experiencias y sufrimientos de la humanidad, en los que la Iglesia ha aprendido lo que significa ser hombres, experimentando su límite y su grandeza, sus posibilidades y limitaciones. La cultura de lo humano, de la que ella se hace valedora, ha nacido y se ha desarrollado a partir del encuentro entre la revelación de Dios y la existencia humana”.

“En el diálogo con el Estado y la sociedad, la Iglesia no tiene ciertamente soluciones ya hechas para cada uno de los problemas. Se esforzará junto con otras fuerzas sociales para las respuestas que se adapten mejor a la medida correcta del ser humano. Lo que ella ha reconocido como valores fundamentales, constitutivos y no negociables de la existencia humana, lo debe defender con la máxima claridad. Ha de hacer todo lo posible para crear una convicción que se pueda concretar después en acción política”.

Respecto al diálogo interreligioso el Papa afirmó: “En la situación actual de la humanidad, el diálogo de las religiones es una condición necesaria para la paz en el mundo y, por tanto, es un deber para los cristianos, y también para las otras comunidades religiosas (…) Un diálogo en el que se trata sobre la paz y la justicia se convierte por sí mismo, más allá de lo meramente pragmático, en un debate ético sobre la verdad y el ser humano; un diálogo acerca de las valoraciones que son el presupuesto del todo. De este modo, un diálogo meramente práctico en un primer momento se convierte también en una búsqueda del modo justo de ser persona humana”.

El Papa ofrece dos reglas esenciales para el diálogo entre las religiones. En primer lugar, “el diálogo no se dirige a la conversión, sino más bien a la comprensión. En esto se distingue de la evangelización, de la misión”. Ahora bien, “tratar de conocer y comprender implica siempre un deseo de acercarse también a la verdad. De este modo, ambas partes, acercándose paso a paso a la verdad, avanzan y están en camino hacia modos de compartir más amplios, que se fundan en la unidad de la verdad”.

Sobre el anuncio, Benedicto XVI afirma: “Los elementos esenciales del proceso de evangelización aparecen muy elocuentemente en el relato de san Juan sobre la llamada de los dos discípulos del Bautista, que se convierten en discípulos de Cristo (cf. Jn 1,35-39). Tras el anuncio y la escucha, los discípulos se encaminan hacia Jesús hasta dar con él y preguntarle: ‘Maestro, ¿dónde vives?’. La respuesta de Jesús: ‘Venid y veréis’, es una invitación a acompañarlo y, caminando con Él, a llegar a ver”.

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