Mons. Mattew Hassan Kukah, obispo de Sokoto (norte de Nigeria), ha ofrecido una nueva clave para entender el terrorismo contra los cristianos de su país. Lo ha hecho en la conferencia inaugural del congreso dedicado a “Los mártires cristianos contemporáneos”, celebrado recientemente en la Universidad Católica de Notre Dame (Estados Unidos).
Según Mons. Kukah, presidente de la Comisión para el diálogo interreligioso de la Conferencia Episcopal nigeriana, el terrorismo anticristiano se debe más a la ineficacia del gobierno que a una confrontación entre religiones. Ciertamente el grupo Boko Haram, autor de varias matanzas, está compuesto de islamistas radicales. Pero no parece adecuado hablar de una persecución anticristiana, desde grupos de poder, en un país donde el presidente es un cristiano practicante, así como 22 de los 36 gobernadores de estados. Todos los obispos de las zonas afectadas señalaban que las causas de estos crímenes no se basan solo en la religión. Hay que tener en cuenta otros factores.
Entre ellos destaca la desestabilización y división del Estado nigeriano, desde la época colonial hasta la actualidad. Además, la extensión de la violencia se ha convertido en algo frecuente de la vida en Nigeria (el Informe sobre libertad religiosa en el mundo 2012, realizado por Ayuda a la Iglesia Necesitada, describe numerosos casos de violencia relacionados con la religión, en Nigeria). Otro grave problema es la falta de voluntad política para poner fin a la impunidad y para remediar un poder judicial corrupto. También la búsqueda de los intereses geopolíticos y económicos del mundo occidental ha conducido indirectamente, en ocasiones, al sufrimiento y persecución de los cristianos. Estados Unidos no se ha implicado suficientemente en la estabilización social de los países africanos, según Mons. Kukah.
Las soluciones que plantea la citada conferencia son de dos tipos: políticas y religiosas. En el primer caso, se insiste en una renovación de la democracia, asentada en unas instituciones comprometidas en la efectiva práctica del imperio de la ley. En el segundo, se apuesta por un diálogo respetuoso entre cristianos y musulmanes.
También se afirma que es precipitado afirmar que las víctimas cristianas de atentados sean identificadas con mártires. El martirio cristiano presupone también otros factores. Condenado enérgicamente los asesinatos, Mons. Kukah no dejó de recordar que las atrocidades cometidas en su país contra los cristianos tienen su sentido último en la cruz de Cristo.