Ofrecemos una selección de textos de los discursos de Benedicto XVI en el viaje a Benin del 18 al 20 de noviembre.
En el avión que lo trasladaba a Benín los periodistas hicieron a Benedicto XVI algunas preguntas sobre la Iglesia en el continente africano.
– Mientras que los africanos adolecen de un debilitamiento de sus instituciones tradicionales, la Iglesia católica afronta el éxito creciente de las iglesias evangélicas y pentecostales, que a veces se crean en África. Proponen una fe atractiva, con una gran simplificación del mensaje cristiano. Subrayan la sanación y mezclan su culto con las prácticas religiosas tradicionales. ¿Cómo debería la Iglesia reaccionar ante estas comunidades, que a menudo son agresivas hacia la Iglesia? ¿Cómo puede la Iglesia católica ser atrayente, cuando estas comunidades se presentan como cálidas e inculturadas?
–Benedicto XVI: Estas comunidades son un fenómeno global, en todos los continentes. Naturalmente, están presentes sobre todo, de diferentes modos, en Latinoamérica y África. Querría decir que sus elementos característicos son una mínima “institucionalización”, dando poco peso a las instituciones; un mensaje que es simple, fácil, y comprensible, y aparentemente concreto; y, como usted dijo, una liturgia participativa que expresa sentimientos de la cultura local, con algo de aproximación sincrética a las religiones.
Todo esto les garantiza, por un lado, algún éxito, pero también implica una falta de estabilidad. Sabemos que algunos vuelven a la Iglesia católica, o se mueven de unas comunidades a otras. Por consiguiente, no necesitamos imitar a estas comunidades, pero deberíamos preguntarnos qué hacemos para dar nueva vida a la fe católica.
Yo sugeriría, en primer lugar, un mensaje sencillo y comprensible pero al mismo tiempo profundo. Es importante que el cristianismo no venga a ser un difícil sistema europeo, que no se puede entender o comprender, sino un mensaje universal de que Dios existe, Dios se preocupa, Dios nos conoce y nos ama, y que en concreto, la religión suscita colaboración y fraternidad. Por tanto un mensaje sencillo, concreto, es muy importante.
Luego es también importante que nuestras instituciones no sean demasiado pesadas. Lo que debe prevalecer es la iniciativa de la comunidad y la persona. Finalmente, diría que una liturgia participativa es importante, pero no con sentimentalismo. El culto no debe ser simplemente una expresión de sentimientos, sino suscitar la presencia y el misterio de Dios en la que entramos y que por la que nos dejamos formar.
Finalmente, diría respecto a la inculturación que es importante que no perdamos la universalidad. Preferiría hablar de “inter-culturación”, no ya de inculturación. Es cuestión de encuentro entre culturas en la verdad común de nuestro ser humanos, en nuestro tiempo. Entonces crecemos en fraternidad universal. No debemos perder algo tan grande como la catolicidad, que en todas partes del mundo somos hermanos y hermanas, somos una familia, donde nos conocemos y colaboramos con espíritu de fraternidad.
–Santidad, en la apertura del sínodo africano en Roma, habló de África como un “gran pulmón espiritual para una humanidad que pasa por una crisis de fe y esperanza”. Pensando en los grandes problemas de África, esta expresión puede aparecer casi perturbadora. ¿En qué sentido piensa que la fe y la esperanza del mundo pueden llegar verdaderamente de África? ¿Piensa en el papel de África en la evangelización del resto del mundo?
–Benedicto XVI: (…) La humanidad se encuentra en un cada vez más rápido proceso de transformación, y para África este proceso, en los últimos 50-60 años, pasar de la independencia tras el colonialismo hasta hoy, ha sido muy exigente. Naturalmente, es un proceso muy difícil, con grandes problemas que no han sido todavía enteramente resueltos. Sin embargo, hay frescura, un “sí” a la vida, en África, una juventud llena de entusiasmo y esperanza. Hay sentido del humor, alegría. Muestra una frescura, también, en el sentido religioso. Hay todavía una percepción de la realidad metafísica, de la realidad en su totalidad con Dios: no hay esta reducción del positivismo, que restringe nuestra vida y la hace un poco árida, y apaga la esperanza. Quiero decir que hay un humanismo en el alma joven de África, a pesar de los problemas que existen. Hay una reserva de vida y vitalidad para el futuro con el que podemos contar.
Un enfoque ético del gobierno
En el encuentro con los líderes políticos y económicos, Benedicto XVI trató especialmente dos puntos: la actitud del gobernante y el diálogo interreligioso.
Recordó que en los últimos meses muchos han expresado en África su deseo de libertad, su necesidad de seguridad material y también ha habido muchos conflictos provocados por la ceguera del hombre, por sus ansias de poder.
Por eso pidió a los gobernantes: “No privéis a vuestros pueblos de la esperanza. No amputéis su porvenir mutilando su presente. Tened un enfoque ético valiente en vuestras responsabilidades y, si sois creyentes, rogad a Dios que os conceda sabiduría. Esta sabiduría os hará entender que, siendo los promotores del futuro de vuestros pueblos, es necesario que seáis verdaderos servidores de la esperanza. No es fácil vivir en la condición de servidor, de mantenerse íntegro entre las corrientes de opinión y los intereses poderosos. El poder, de cualquier tipo que sea, ciega fácilmente, sobre todo cuando están en juego intereses privados, familiares, étnicos o religiosos”.
Diálogo interreligioso
Al hablar de la necesidad del diálogo interreligioso, advirtió: “El auténtico diálogo interreligioso rechaza la verdad humanamente egocéntrica, porque la sola y única verdad está en Dios. Dios es la Verdad. Por tanto, ninguna religión, ninguna cultura puede justificar que se invoque o se recurra a la intolerancia o a la violencia. La agresividad es una forma de relación bastante arcaica, que se remite a instintos fáciles y poco nobles. Utilizar las palabras reveladas, las Sagradas Escrituras o el nombre de Dios para justificar nuestros intereses, nuestras políticas tan fácilmente complacientes o nuestras violencias, es un delito muy grave”.
El diálogo interreligioso, que “mal entendido conduce a la confusión o al sincretismo”, puede adoptar diversas formas: “La cooperación en el ámbito social o cultural pueden ayudar a las personas a comprenderse mejor a sí mismas y a vivir juntos con serenidad. También es bueno saber que no se dialoga por debilidad, sino porque se cree en Dios. El diálogo es una forma más de amar a Dios y al prójimo (cf. Mt 22,37), sin renunciar a lo que se es”.
El sacerdocio no es una simple función social
En el encuentro con los seminaristas destacó que el sacerdote no busca ningún interés personal: “Sin la lógica de la santidad, el ministerio no es más que una simple función social. La calidad de vuestra vida futura depende de la calidad de vuestra relación personal con Dios en Jesucristo, de vuestros sacrificios, de la feliz integración de las exigencias de vuestra formación actual. Ante los retos de la existencia humana, el sacerdote de hoy como el de mañana –si quiere ser testigo creíble al servicio de la paz, la justicia y la reconciliación– debe ser un hombre humilde y equilibrado, prudente y magnánimo”.
Paz, justicia y reconciliación en África
Al firmar y entregar la Exhortación Apostólica Africae munus, que recoge las conclusiones del Sínodo de obispos para África de 2099, Benedicto XVI sintetizó así el mensaje del documento:
“La segunda asamblea especial para África se centró en el tema de la reconciliación, la justicia y la paz. Estos son puntos importantes para el mundo en general, pero adquieren una actualidad muy especial en África. Baste recordar las tensiones, violencia, guerras, injusticias, abusos de todo tipo, nuevos y viejos, que han marcado este año. El tema principal se refería a la reconciliación con Dios y con el prójimo. Una Iglesia reconciliada en su interior y entre sus miembros puede convertirse en signo profético de reconciliación en el ámbito social, de cada país y de todo el continente. San Pablo dice: «Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y que nos encargó el ministerio de la reconciliación» (2 Co 5,18). (…) Sobre esta base, la Iglesia en África está llamada a promover la paz y la justicia.
“Jamás se ha de abandonar la búsqueda de caminos para la paz. La paz es uno de los bienes más preciosos. Para lograrla, hay que tener la valentía de la reconciliación que viene del perdón, del deseo de recomenzar la vida en común, de la visión solidaria del futuro, de la perseverancia para superar las dificultades. Reconciliados y en paz con Dios y el prójimo, los hombres pueden trabajar por una mayor justicia en la sociedad. No se ha de olvidar que la primera justicia, según el Evangelio, es hacer la voluntad de Dios. De esta opción de base provienen innumerables iniciativas tendentes a promover la justicia en África, y el bien de todos los habitantes del continente, sobre todo de aquellos más desamparados y que necesitan empleo, escuelas y hospitales.”
El camino del servicio
En la Misa en el Estadio de la Amistad, en Cotonú, el domingo, fiesta de Cristo Rey, Benedicto XVI, recordó el ejemplo de Jesucristo para quien reinar es servir: “Y lo que nos pide es seguir por este camino para servir, para estar atentos al clamor del pobre, el débil, el marginado”.
“Este pasaje del Evangelio es verdaderamente una palabra de esperanza, porque el Rey del universo se ha hecho muy cercano a nosotros, servidor de los más pequeños y más humildes. Y quisiera dirigirme con afecto a todos los que sufren, a los enfermos, a los aquejados del sida u otras enfermedades, a todos los olvidados de la sociedad. ¡Tened ánimo! El Papa está cerca de vosotros con el pensamiento y la oración. ¡Tened ánimo! Jesús ha querido identificarse con el pequeño, con el enfermo; ha querido compartir vuestro sufrimiento y reconoceros a vosotros como hermanos y hermanas, para liberaros de todo mal, de toda aflicción. Cada enfermo, cada persona necesitada merece nuestro respeto y amor, porque a través de él Dios nos indica el camino hacia el cielo”.
Transmitir la fe
Como Benin celebra este año el 150 aniversario del comienzo de la evangelización en el país, el Papa subrayó la responsabilidad de transmitir la fe: “Todos los que han recibido ese don maravilloso de la fe, el don del encuentro con el Señor resucitado, sienten también la necesidad de anunciarlo a los demás. La Iglesia existe para anunciar esta Buena Noticia. Y este deber es siempre urgente. Después de 150 años, hay todavía muchos que aún no han escuchado el mensaje de salvación de Cristo. Hay también muchos que se resisten a abrir sus corazones a la Palabra de Dios. Y son numerosos aquellos cuya fe es débil, y su mentalidad, costumbres y estilo de vida ignoran la realidad del Evangelio, pensando que la búsqueda del bienestar egoísta, la ganancia fácil o el poder es el objetivo final de la vida humana. ¡Sed testigos ardientes, con entusiasmo, de la fe que habéis recibido! Haced brillar por doquier el rostro amoroso de Cristo, especialmente ante los jóvenes que buscan razones para vivir y esperar en un mundo difícil”.