“En medio de la crisis, la Jornada Mundial de la Juventud quiere dar a los jóvenes un suelo firme bajo los pies y un horizonte”, explicó el cardenal Antonio María Rouco, en el IESE de Madrid, el pasado 5 de julio.
Con el título “El Papa con los jóvenes en España: claves de una visita”, esta sesión estuvo dirigida al mundo de la empresa, y contó con la presentación de Yago de la Cierva, Director Ejecutivo y Portavoz de la JMJ.
De la Cierva, que antes de gestionar la comunicación de la JMJ era Director de Comunicación del IESE, aportó algunos detalles de lo que será “una auténtica fiesta de gente joven procedente de 193 países”. Según sus datos, hay de momento 430.000 participantes inscritos, aunque “al final suelen acudir tres veces más personas de las inscritas”. Se servirán a través de tickets restaurante 8 millones de comidas, habrá 1.400 metros cuadrados de pantallas de televisión y 4.000 periodistas acreditados.
Para la financiación de la JMJ, dijo, “no ha salido un céntimo de las arcas del Arzobispado”, porque todo depende de las aportaciones de los propios asistentes y de la colaboración de los socios y patrocinadores, además de las empresas y voluntarios (más de 25.000) que han contribuido en especie o con su tiempo. De la Cierva habló de las familias que han cedido sus casas para acoger peregrinos de fuera de Madrid, y también de las empresas que han “donado coches, oficinas, seguros, e incluso ocho toneladas de fruta y 600 litros de vino para la celebración de las misas”.
Por su parte, el Cardenal Arzobispo de Madrid, Rouco Varela, quiso comentar la relevancia de la JMJ, en contraste con el “conflicto doctrinal y espiritual” del postconcilio. De acuerdo con Rouco, los años 60 y 70 fueron décadas de “vacilación, de abandono o dudas de fe por parte de los jóvenes, una época en que todo se debatía y discutía”. Tras recordar sus años en Alemania y sus inicios de labor episcopal en España, el Cardenal Rouco señaló el consumismo y la atmósfera posterior al Concilio contribuyeron a que la fe católica decayera.
El clima cambió con la elección en 1978 de Karol Wojtyła como nuevo Sumo Pontífice. A partir de aquel momento, “con Juan Pablo II se acabaron las dudas, y se optó por una predicación directa, sin rodeos, por medio del método del gran anuncio”. En ese ambiente nació la idea de “convocar a los jóvenes para estar con el Papa”, es decir, las JMJ.
Una presentación hecha por los jóvenes
Según el Cardenal Rouco, la JMJ constituye “una presentación de la vida de la Iglesia por los jóvenes, basada en la gratuidad”. Cada JMJ supone un cambio de vida en los jóvenes, y por eso “es un nuevo capítulo de vocaciones sacerdotales y de vida consagrada”. Este tipo de encuentros no tiene un “fin político ni económico”, sino que responde a una “necesidad enorme en los jóvenes de reflexión y de oración personal”. De este modo, el principal impacto de una JMJ se percibe en los meses y años posteriores dentro de cada persona. Tras las primeras JMJ, se vio que “los jóvenes redescubrían la necesidad de la confesión, y se agrupaban en torno a movimientos católicos y nuevos carismas eclesiales”.
Rouco Varela es el primer obispo que organiza dos JMJ: la de 1989 en Santiago de Compostela, “que supuso la recuperación del Camino de Santiago”, y la de 2011 en Madrid, que “quiere dar a los jóvenes un suelo firme bajo los pies y un horizonte, en medio de la crisis económica, social, política y de valores”. De esta forma, España se convierte en el primer país que acoge dos JMJ. El fruto de las JMJ, en opinión de Rouco, es la percepción de que “surge una juventud católica en el mundo que antes no había”, lo que inspira “esperanza a la misma Iglesia”. En este sentido, coincide con Yago de la Cierva, quien destaca el compromiso de las entidades colaboradoras.
Según De la Cierva, “hay mucha gente joven que no puede encontrar trabajo, tener casa, formar una familia; y la JMJ da esperanza y salida, basadas en días de convivencia y oración”. Por eso, ante la crisis, los patrocinadores han entendido que “han de formar parte de la solución”. Por otro lado, “para muchas empresas, patrocinar la JMJ es una ocasión de mostrar a todo el mundo una imagen de fiabilidad”, en medio de estos “momentos dramáticos”. La mitad de las empresas del Ibex-35 colabora con la JMJ.