El periódico Magisterio, una publicación especializada en temas educativos, recoge un informe recientemente elaborado por la OCDE en el que se destaca que el tiempo dedicado a cada asignatura en el colegio, ya sea de estudio personal o de clase, es un elemento determinante. No pretende ser una receta infalible, pero sí recordar algunas ideas clave entre el maremágnum de teorías educativas, a veces más preocupadas en confrontaciones dialécticas que en mejorar la educación.
El informe Against the Odds: Disadvantaged Students Who Succeed in School, basado en los resultados de las últimas ediciones de la prueba PISA, destaca que un importante porcentaje de alumnos de entornos socioeconómicos bajos obtiene buenos resultados, con lo que se matiza la importancia de este factor. En concreto, una media de casi un 31% de los alumnos desfavorecidos del ámbito de la OCDE se sitúa al menos en el cuarto nivel más alto de resultados en el examen. Son los que el informe llama “resilient students”: estudiantes con la fortaleza suficiente para superar una situación desfavorable.
El porcentaje aumenta hasta el 56% en el caso de Corea o el 45,6% de Finlandia. España se sitúa por encima de la media con un 36,16%. De acuerdo con la investigación de la OCDE, la receta en casi todos los casos es muy parecida: más tiempo en clase y de estudio.
En cuanto al tiempo en clase, el informe recomienda que se pongan en marcha “diferentes formas de asegurar que los alumnos desfavorecidos pasen suficiente tiempo estudiando en clase, por ejemplo a través de clases obligatorias”. Recoge el caso de Estados Unidos, donde la obligatoriedad de las clases de ciencias ha supuesto un incremento general de 15 puntos en esta parte de la prueba PISA. Entre los más desfavorecidos el aumento es de casi 40 puntos.
Los “resilient students” estudian más, pero también están más motivados y confían más en sus capacidades. Por eso, la OCDE propugna métodos de enseñanza “que fomenten la motivación y la autoconfianza de los alumnos”. Una terminología psicologicista que muchas veces difumina o substituye la educación del carácter. Como recoge Magisterio, los programas de tutoría “han demostrado ser especialmente beneficiosos” en este aspecto.