Frente a una modernidad que tiene a olvidar a Dios, el papel del islam dentro del plan salvífico podría ser volver a situar la fe en el centro de la existencia. Así lo cree el P. Samir Khalil Samir, jesuita y Relator general del Sínodo especial para Oriente Medio que se celebrará el próximo octubre en el Vaticano, según unas declaraciones concedidas a la agencia Zenit (6-07-2010), de la que reproducimos algunos párrafos.
Doctor en teología oriental e Islamología, Samir es profesor de Ciencias religiosas en la Université Saint-Joseph de Beirut y de Estudios islamo-cristianos en el Pontificio Instituto Oriental en Roma y en otras universidades.
-¿De qué modo podemos insertar el nacimiento y difusión del islam dentro del plan salvífico?
– Samir Khalil Samir: Esta es una pregunta delicada, pero legítima. Podemos expresarla así: “Por cuanto nos ha sido dado conocer sobre esto a los hombres, ¿el Islam tiene un lugar en el plan de Dios?”.
En el transcurso de la historia, los cristianos de Oriente se la han hecho a menudo. La respuesta de los teólogos árabes cristianos era: “Dios ha permitido el nacimiento del islam para castigar a los cristianos por sus infidelidades”. Yo creo que la verdad sobre el islam es reconducible hacia la división entre cristianos orientales, una división a menudo debida a motivos nacionalistas y culturales escondidos detrás de fórmulas teológicas. Esta situación les impidió anunciar a los pueblos de la región la Buena Noticia, ¡algo que el islam ha hecho parcialmente!
El islam sirvió para reafirmar la fe en un solo Dios, la llamada a dedicarnos completamente a él, a modificar nuestra vida para adorarlo. Se trató de una reacción sana, en continuidad con la tradición bíblica judía y cristiana. Pero en realidad para llegar a esto eliminó todo lo que creaba un poco de dificultad en particular: la naturaleza humana y al mismo tiempo divina de Cristo; el Dios uno y trino, que es diálogo y amor; y el hecho de que Cristo se haya hecho obediente hasta la muerte en la cruz, que se haya vaciado de sí mismo, como dice san Pablo, por amor nuestro.
Es por tanto una religión racionalizada, no en el sentido de según el Espíritu y la racionalidad divina, sino en el sentido de simplificada de esos aspectos que la razón humana no puede aceptar. El islam se presenta por tanto como la tercera y última religión revelada… y para nosotros obviamente no lo es. Después de Cristo – a quien el Corán reconoce como Palabra de Dios, Verbo de Dios -, resulta incomprensible que Dios haya mandado otro Verbo que es el Corán.
Si el Corán estuviese de acuerdo y sirviese para aclarar el Evangelio, diría: ¿por qué no? Como los santos que arrojan una luz sobre el Evangelio y sobre la persona de Jesús. Pero aquí no: está en contradicción. Por esto no puedo decir que Dios ha mandado un profeta (que sería Mahoma) con una nueva revelación. Aún menos puedo decir de él que es “el sello de los profetas” (khâtam al-nabiyyîn), como afirma el Corán, es decir, que completa y corrige y lleva a cumplimiento la revelación de Cristo.
– Pero entonces, ¿cuál es el lugar del islam en el plan de Dios?
– Samir Khalil Samir: Creo que para nosotros los cristianos es un estimulante para volver a llevarnos al fundamento de todo: ¡Dios es el Único, la Realidad Última! Que es la afirmación judía y cristiana fundamental, retomada por el Corán en la bella sura 112 : “Sí: ¡Dios es el Único! ¡Dios es el Impenetrable!” etc. Una afirmación que la vida moderna corre el riesgo de hacernos olvidar. El Islam nos recuerda que, si Cristo es el centro de la fe cristiana, lo es siempre en relación con el Padre; para permanecer en la unidad, aunque el Corán no haya conseguido entender qué era el Espíritu Santo.
Nosotros somos cuestionados todos los días por los musulmanes sobre nuestra fe, y esto nos lleva a repensarla continuamente en función del islam. Agradezco a los musulmanes por sus críticas, siempre y cuando las hagan como reflexión y no como polémica. Lo mismo diría para las preguntas de los cristianos.
Nuestra vocación, la nuestra de cristianos de Oriente, es la de vivir junto a los musulmanes, nos guste o no. ¡Es una misión! Es difícil, pero debemos vivir juntos. Por esto diría que toca al musulmán defender la presencia cristiana y al cristiano defender la presencia musulmana. No nos toca de hecho a cada uno de nosotros defendernos, porque de lo contrario se llega al enfrenamiento.
Espero por tanto que el Sínodo sobre Oriente Medio, que tendrá lugar del 10 al 24 de octubre próximo, nos ayude a los cristianos de Occidente y de Oriente, pero que pueda ayudar también a los musulmanes, a repensar el sentido del plan divino que debemos redescubrir en la amistad y a veces en la confrontación: ¿por qué estamos juntos en esta tierra del Oriente Medio, que es la Tierra de Jesús – ciertamente – pero también la tierra de Moisés y de Mahoma? ¡Esta Tierra debe llegar a ser verdaderamente “Tierra Santa”!