Un nuevo estudio, hecho en Nueva York, indica que las “charter schools” dan mejores resultados que los colegios públicos convencionales y benefician sobre todo a los alumnos de condición modesta.
En Estados Unidos, las charter schools (escuelas públicas, pero autónomas) son un motor de innovación educativa y dan a las familias más libertad de opción; el presidente Barack Obama ha alentado a los estados a facilitar que sigan expandiéndose (ver Aceprensa 12-03-2009). Un reciente estudio de Caroline Hoxby, profesora de Economía de la Universidad de Stanford, concluye que dan mejores resultados que los colegios públicos normales.
Aunque las charter schools forman parte de la red pública y son, por tanto, totalmente financiadas por los estados o ayuntamientos, tienen carácter propio por ser iniciativa de grupos de profesores o padres, ONG o empresas. Tienen margen para definir el plan de estudios, alargar la jornada escolar, usar determinados métodos pedagógicos, escoger qué profesores contratar y fijar la escala salarial.
Antes del último estudio, otros habían señalado que los alumnos de charter schools obtienen mejores resultados que los de las escuelas públicas normales. Pero sobre estas conclusiones planea la sospecha de que las mejores notas no sean por la educación que imparten sino por los alumnos mismos. Aunque no puedan hacer selección, las charter schools reciben a chicos cuyas familias, por el mero hecho de pedir plaza, muestran más interés que la media en la educación. Tal vez, entonces, estas escuelas no sean mejores, sino que se llevan a los mejores alumnos.
Para despejar esta duda, el reciente estudio de Hoxby compara las calificaciones de los alumnos de las charter schools de Nueva York con las de aquellos que solicitaron plaza pero no la obtuvieron, y se quedaron en colegios públicos convencionales. Pues bien, los estudiantes del primer grupo obtuvieron mejores resultados que los del segundo en matemáticas y lectura. Así, en los exámenes estatales llamados Regents, obtienen una media de 3 puntos más por cada año transcurrido en una charter school. Parece, por tanto, que tales escuelas efectivamente tienen algo que hace progresar más a los estudiantes.
Hoxby sugiere dónde puede estar “el secreto” de esas escuelas. Según su estudio, hay correlación estadística entre los mejores resultados y ciertas prácticas muy comunes en ellas: la mayor duración de la jornada escolar, pagar a los profesores por objetivos y un régimen de disciplina claro, que castiga las infracciones y premia la buena conducta.
De todas formas, algo tienen también los chicos que aspiran a entrar en una charter school. Según descubre el estudio, los que pidieron plaza y no la lograron, obtienen notas ligeramente mejores que la media.
Datos discutidos
Pese a los buenos resultados, las charter schools no cuentan, en general con el favor de los sindicatos de profesores de la enseñanza pública (sin embargo, la United Federation of Teachers, el sindicato mayoritario en Nueva York, rige una charter school, si bien rehusó participar en el estudio de Hoxby). Una razón principal es que esos colegios suelen aprovechar su mayor autonomía para contratar personal docente no sindicado y, por tanto, no cubierto por convenio colectivo, a fin de poder exigir más horas de trabajo y aplicar la retribución por resultados, en vez de pagar solo según la titulación y la antigüedad.
A la vez, los sindicatos no están convencidos de las virtudes académicas de las charter schools. Randi Weingarten, presidenta de la American Federation of Teachers, el mayor sindicato nacional, cuando salió el último estudio de Hoxby recordó que en junio pasado otro equipo de Stanford había publicado uno más amplio y mucho menos favorable a las charter schools (cfr. The Wall Street Journal, 22-09-2009). Este otro trabajo, obra del Center for Research of Education Outcomes (CREDO), revisó las charter schools de 16 estados y concluyó que la mitad no daban mejores resultados que los colegios públicos convencionales, y un tercio los daban peores.
La Prof. Hoxby publicó después una nota en que reprochaba al estudio del CREDO un grave error metodológico. Según ella, el fallo está en que compara las calificaciones de cada alumno de una charter schools con la media de un grupo de chicos, de similares características (sexo, raza, nivel de vida…), que estudian en los colegios públicos tradicionales de la misma área geográfica. Esto supone que las notas de unos y otros están estimadas con distintos márgenes de error.
De todas formas, parece significativo que, según el CREDO, las charter schools no sean mejores en general, pero sí para dos tipos de alumnos: los de familias de renta baja y los que llegan sin saber inglés. De hecho, estas escuelas son apreciadas sobre todo por gente de condición modesta, que sin ellas no podrían escapar de escuelas públicas que no les satisfacen. Así, las charter schools neoyorquinas -como se ve en el estudio de Hoxby- tienen una proporción de alumnos negros muy superior a la media de las escuelas públicas convencionales. Más de la mitad de las charter están en Harlem o en el Bronx.
El artículo arriba citado del Wall Street Journal trae el ejemplo expresivo de una madre sola, gerente de un hospital de Harlem, que participó en diez sorteos de plazas para llevar a su hija de trece años a alguna charter school. No tuvo suerte, y decidió llevarla a un colegio católico que le cuesta 3.100 dólares anuales. “No tenía opción -explica-. Prefiero pagar hasta el último centavo antes que llevarla a un colegio público”.
La popularidad de la fórmula ha alentado a las autoridades educativas de Nueva York, que han aprobado 22 nuevas charter schools recién abiertas este año. El responsable de la red escolar del municipio, Joel Klein, ha manifestado, a la vista de los resultados de la reciente investigación de Stanford, que desea “hacer de Nueva York el Silicon Valley de las charter schools”.