El informe de la Comisión de investigación irlandesa sobre abusos contra niños recluidos en instituciones públicas hace la luz sobre un pasado vergonzoso. Regentadas por congregaciones religiosas católicas y por otras instituciones, todo el sistema fue un terrible fracaso. Niños sometidos desde muy pequeños a un régimen draconiano, donde estaban muy extendidos los castigos corporales, el abuso sexual, el maltrato psicológico, y las malas condiciones de vida, de alimentación, de vestido, de atención sanitaria. A esas instituciones eran enviados por los tribunales pequeños delincuentes, huérfanos o niños abandonados. Al cabo de los años, 1190 de ellos han testificado ante la Comisión, que investigó el periodo comprendido entre 1936 y el fin de los años noventa, cuando estas instituciones fueron cerradas. Pero el informe advierte que la mayoría de las quejas se refieren a hechos anteriores a 1970.
El foco de la atención mediática se ha dirigido sobre las congregaciones religiosas, que gestionaban entonces estas instituciones. “La Iglesia católica ha maltratado a millares de niños…” es el tipo de titular más socorrido. Y sin duda las congregaciones religiosas responsables de esos internados tienen una grave responsabilidad. No solo porque eran los gestores diarios de esos centros, sino también porque de una institución cristiana dedicada a la educación de los niños se debe esperar un especial respeto a su dignidad. Por eso, el cardenal Sean Brady, primado de la Iglesia en Irlanda, se ha declarado “profundamente triste y avergonzado” por estos hechos.
También hay responsables sin hábito
El Ministerio de Educación era quien tenía la responsabilidad legal sobre esas escuelas (Industrial and Reformatory Schools). También era el que debía pagar el mantenimiento de los niños, y las malas condiciones de vida testimonian lo que estaba dispuesto a gastar. Es verdad que Irlanda no era entonces el país rico que hoy conocemos, sino un sitio donde todavía muchos tenían que emigrar para ganarse la vida y salir de pobres. Pero no cabe duda de que estos reformatorios nunca fueron una prioridad social.
Más bien fueron un medio cómodo de aparcar niños más o menos problemáticos. Según la Comisión, “hay pruebas que demuestran que muchos niños fueron enviados sin necesidad a las Industrial Schools”.
El Estado fracasó también en su labor inspectora. El informe dice que “las inspecciones eran demasiado escasas y con un alcance limitado”. No se excusa la responsabilidad de los funcionarios que “eran conscientes de que había abusos en las escuelas y conocían que la educación impartida era inadecuada”. Un factor importante que hay que tener en cuenta es la tendencia autoritaria de aquellos tiempos, que justificaba una disciplina opresora y los duros castigos físicos.
El Ministerio prefería también no darse por enterado de los abusos. “Las quejas presentadas al Ministerio por padres y otras personas no fueron adecuadamente investigadas”, reconoce la Comisión.
Tampoco parece que hiciera falta llevar hábito para incurrir en abusos sexuales. Según el informe, “los testigos afirmaron haber sido sometidos a abusos sexuales por religiosos y por personal laico en las escuelas e instituciones y por otros internos y también por profesionales, tanto externos como internos de las instituciones. También afirmaron haber sido abusados sexualmente por miembros del público en general, incluyendo trabajadores sociales, visitantes, empleados, familias de acogida”.
Abuso informativo
El informe critica que los superiores de las órdenes religiosas prefirieran silenciar los casos de abusos y limitarse a transferir al religioso culpable a otra parte. Pero otras autoridades y profesionales civiles actuaron con la misma irresponsabilidad. “Los testimonios muestran la creencia de que los abusos a niños en las escuelas e instituciones eran conocidos en la sociedad a nivel oficial y no oficial”, dice el informe. Entre ellos menciona a los inspectores del Ministerio, médicos y maestros que atendían estas escuelas, personal local empleado,…todos los cuales “no supieron proteger a los niños”.
Dentro de este cuadro general de maltrato e indiferencia, “los testimonios mencionan también experiencias positivas como la afabilidad de algunos religiosos y miembros laicos del personal directivo de las escuelas, incluido un cierto número que les proporcionaron apoyo en tiempos de dificultad hasta que fueron liberados”.
En las conclusiones, el informe hace referencia a “las lecciones del pasado que deben ser aprendidas”, tanto por el Estado como por las congregaciones religiosas. “Para el Estado, es importante reconocer que el abuso de los niños ocurrió por fallos del sistema y de la política, de gestión y de administración, así como por responsabilidad de los funcionarios” relacionados con estas escuelas. A las congregaciones se les pide que “examinen cómo fue posible que sus ideales fueran degradados por el sistemático abuso. Deben preguntarse cómo llegaron a tolerar infracciones de sus propias reglas y, cómo respondieron cuando los abusos sexuales y físicos fueron descubiertos”.
Ciertamente hay motivos de examen de conciencia para los religiosos, pero no solo para ellos. En mayo de 1999, el primer ministro Bertie Ahern pidió perdón a todos esos niños que habían sufrido abusos y reconoció “el fracaso colectivo [del país] para intervenir”. Por eso, pedir cuentas solo a la Iglesia es otra forma de abuso…informativo.