En una reciente conversación con el periodista Arcadi Espada, Fernando Savater, catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense, aborda, entre otras cuestiones, las implicaciones éticas de los llamados derechos de los animales (El Mundo, 18-01-2009).
Savater conoce bien el mundo de las carreras de caballos, donde está ambientada su reciente novela La hermandad de la buena suerte, último Premio Planeta. Ante la pregunta de si tienen derechos los caballos, su respuesta es contundente: “No. Los animales no tienen derechos, porque no tienen obligaciones. Es así de sencillo. La idea de derechos de los animales es como, por ejemplo, los ‘derechos de los cuadros’. Yo creo que estaría muy mal meterse en el Prado y quemar obras de arte, por ejemplo. Pero eso no quiere decir que piense que Las Meninas tienen derechos”.
Espada y Savater comentan también las polémicas posturas del filósofo australiano Peter Singer, el gran ideólogo del Proyecto Gran Simio (ver Aceprensa, 2-07-2008). Singer defiende un dudoso principio ético que iguala a todos los seres vivos dotados de sensibilidad y propone, en última instancia, deshacer las barreras entre grandes simios y seres humanos.
Savater replica a Singer a propósito de esa supuesta unidad de los seres vivos: “Más bárbaro que aquel que maltrata a un toro es aquel que no distingue entre los toros y las personas (…). El problema es que la ética se proyecte exclusivamente sobre la salvaguarda de lo sensorial. En Singer parece que lo importante es que se salvaguarde del dolor, del proceso del dolor, a los seres que pueden descubrirlo. Lo cual yo no creo que sea verdad ni entre los seres humanos. Ni siquiera de los humanos creo que la única ética sea la de evitar sin más el dolor”.
En las opiniones de Savater se advierte que esta cuestión conecta con aspectos de relevancia ética, jurídica y moral, como la mera definición de lo humano. Si Singer critica la diferencia entre lo animal y lo humano, Savater la defiende con un punto de humor: “Singer critica el especieísmo, que yo sí defiendo (…). Los seres humanos, frente a los animales, tenemos que tener algo impersonal a favor. La humanidad no tiene grados. Si la humanidad dependiera de si uno es negro o es listo… O eres humano o no eres humano. Eso es el especieísmo. Es decir, yo a los seres humanos los trato como humanos porque pueden llegar a serlo, o lo han sido. No los trato como casos especiales que hayan surgido, como el de un nabo que se pusiera a hablar. Los seres humanos están hechos para hablar”.