Jerusalén. Los enfrentamientos armados entre palestinos y soldados israelíes son las imágenes que con mayor frecuencia llegan desde Oriente Medio. Las tensiones están a flor de piel. Pero -de manera organizada o espontánea- también surgen cada vez más iniciativas destinadas a fomentar la convivencia pacífica y la cooperación entre los dos pueblos enfrentados. No obstante, ante la grave dimensión del conflicto, estas iniciativas son todavía pocas y encuentran a menudo serios obstáculos e incomprensiones.
El Estado de Israel tiene una compleja estructura demográfica. De sus 7,2 millones de habitantes, cerca del 80% son judíos. Entre estos, la mayoría la componen los judíos seculares, a los que se suman los fieles de diferentes corrientes religiosas hebreas. El 20% por ciento restante está integrado principalmente por árabes -musulmanes y cristianos- que disponen de nacionalidad israelí. Son los palestinos o sus descendientes que permanecieron en territorio israelí tras la fundación del Estado de Israel en 1948. También hay una importante minoría drusa.
En respuesta a tal diversidad, Israel ofrece un sistema educativo plural, que pasa sin embargo por la segregación de sus diferentes grupos poblacionales en tipos diferentes de escuelas. Los judíos tienen a su disposición escuelas estatales tanto laicas como religiosas (sefardíes, askenazís y sionistas religiosas). Al mismo tiempo, también existen escuelas estatales para árabes y drusos, en las que se da clase en árabe y el hebreo se enseña como idioma extranjero. Pero ver a israelíes judíos y árabes sentados en la misma aula es todavía una experiencia marginal que se da sobre todo en escuelas de titularidad no estatal, como por ejemplo colegios internacionales al estilo de los liceos franceses o las escuelas americanas.
Juntos desde el pupitre
Esa segregación en las escuelas responde también a la segregación real que -siempre con excepciones- existe en el día a día entre buena parte de los judíos y árabes en Israel. En una ciudad como Jerusalén, donde un 66% de la población es judía y un 34% árabe, suelen vivir en barrios diferentes claramente delimitados y frecuentar igualmente sus propios bares, restaurantes y comercios.
Pese a su vecindad, muchos no mantienen trato en absoluto con nadie de la otra parte, y desconocen ampliamente su cultura, sus costumbres y sus puntos de vista. Una situación así, acompañada por actos de violencia e instigaciones mutuas, sólo puede contribuir a difundir el odio.
Una institución escolar fundada hace una década se ha propuesto que esta coexistencia se torne en verdadera convivencia ya desde el jardín de infancia y el primer pupitre. El Centro “Hand in Hand” para la Educación Judía-Árabe, con sedes en Jerusalén y Portland (EE.UU.), dispone ya de cuatro colegios de educación primaria y secundaria en Israel en los que judíos y árabes aprenden juntos, con un plan de estudios bilingüe hebreo-árabe. En el curso escolar actual acuden a estos centros un total de 829 alumnos, desde la guardería hasta noveno curso, y según la organización titular, la demanda va en aumento.
En cada centro hay dos codirectores, uno judío y otro árabe, y cada clase es impartida conjuntamente por un profesor judío y otro árabe. Las escuelas situadas en Jerusalén, Galilea, Wadi Ara y Beersheva han recibido la certificación oficial para poder impartir clases y realizar exámenes. Sus promotores luchan ahora para que el modelo bilingüe entre a formar parte del sistema estatal y también estos centros pasen a estar financiados por las arcas públicas. Su principal fuente de subsistencia son las mismas familias y fundaciones privadas.
De todas maneras, algunas de las escuelas han recibido importantes subvenciones de instituciones públicas o semipúblicas. Para la edificación de sus nuevas instalaciones, inauguradas el pasado enero, el Colegio Max Rayne de Jerusalén recibió 11 millones de dólares de donantes internacionales recogidos por la Fundación Jerusalén, creada por el legendario alcalde Teddy Kollek (1965-1993), considerado un visionario de la convivencia entre judíos y árabes. En la escuela estudian 256 alumnos árabes y 205 judíos, entre los que se encuentran tanto árabes musulmanes como cristianos y tanto judíos seculares como tradicionales.
Yohanan Eshhar, uno de los directivos de “Hand in Hand”, asegura que en el patio los alumnos hablan entre ellos tanto hebreo como árabe y juegan juntos sin pensar “yo soy judío” o “tú eres árabe”. “Les enseñamos las dos partes, las dos historias. Conocen la historia judía y la historia palestina. Les enseñamos a ser sensibles ante el sufrimiento de los otros, y que ambas partes tienen derecho a estar aquí. Les enseñamos ese derecho”.
Hacer música en el mismo grupo
En los últimos años ha alcanzado fama mundial la Orquesta Diván Este-Oeste, promovida por el director y pianista argentino-israelí Daniel Barenboim y el ya fallecido intelectual palestino-estadounidense Edward Said. Ambos recibieron el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2002 por esta iniciativa, en la que jóvenes músicos israelíes, palestinos y de países árabes ensayan y tocan juntos, incluso en giras internacionales.
Pero la música consigue unir a judíos y árabes incluso en la misma calle. System Ali (en árabe algo así como “¡Suban el volumen!”) es un grupo de hip hop en el que se han juntado jóvenes judíos y árabes. La formación está asentada en Yafo, una de las ciudades portuarias más antiguas del mundo y hoy fusionada en la gran Tel Aviv.
De los 55.000 habitantes de Yafo, dos tercios son judíos y un tercio árabes, con una convivencia no libre de problemas y tensiones racistas. Como en otros lugares del Estado hebreo, la comunidad árabe es más pobre que la judía, y el incremento en los alquileres está haciendo que sobre todo los residente árabes se vayan.
En un entorno así, la banda integrada por una decena de “raperos” y músicos instala a menudo su equipo en plena calle para interpretar temas en torno a la convivencia pacífica.
Su mensaje es claro y va precedido por su ejemplo: judíos y árabes deben escucharse los unos a los otros y construir algo juntos desde abajo. A menudo llegan a congregar a cientos de personas en sus conciertos, en los cuales se puede ver bailando juntos en la misma dirección tanto a judíos como a árabes, incluso a hombres con kipá o mujeres con velo islámico.
Una iniciativa como System Ali, surgida espontáneamente desde la base, no es única en Yafo. En la ciudad se han formado varios grupos de vecinos árabes y judíos que se reúnen regularmente para conocerse mejor y conversar distendidamente sobre la vida cotidiana, problemas comunes o los puntos de vista políticos de unos y otros.
Sin embargo, en medio de las tensiones vividas a diario en la sociedad israelí, actividades así suelen encontrar a menudo incomprensiones. “Cuando empezábamos con System Ali, algunos me decían: ‘Oye, ¿pero qué haces? ¿Te vas a meter de verdad con árabes en una banda? Otra vez invité a unos amigos ‘breakdancers’ a actuar con nosotros, pero cuando les conté que era en Yafo, algunos me dijeron: ‘¿En Yafo? ¿Con todos los árabes? Lo siento pero no es lo mío’. Yo les digo a todos que es gente con la que comparto pensamientos y sentimientos y que éste es mi lugar”, afirma Emver Septibraginov, un inmigrante judío uzbeko.