En los últimos años las reuniones de los anglicanos muestran una constante división entre revisionistas y tradicionales, disfrazada de una unidad formal. La tensión ha llevado ya a un cisma de hecho, tras la reunión que se clausuró el 29 de junio en Jerusalén con la creación de la Fellowship of Confessing Anglicans (ver Aceprensa 78/08). Esta secesión de los refractarios a las reformas liberales representa a la mitad de los fieles anglicanos y a un tercio del episcopado. Ahora la unidad está acusando un nuevo golpe en el Sínodo de la Iglesia de Inglaterra.
En dicha reunión se ha autorizado la ordenación episcopal de mujeres. En las votaciones, 28 obispos se expresaron a favor y 12 se opusieron; en el caso de los sacerdotes la relación fue de 124 contra 44, mientras que los laicos respaldaron la propuesta con 111 votos frente a 68. Se inicia así un proceso para la puesta en marcha de esta iniciativa. Primero debe ser ratificada por las diócesis. Si no hay marcha atrás, la primera mujer obispo podría ser ordenada hacia 2014.
La consagración de mujeres obispos divide profundamente a la jerarquía y a los fieles. Una décima parte del clero de la Iglesia de Inglaterra, y más de un tercio de los obispos, se opone abiertamente a esta propuesta. Son los llamados anglo-católicos, el sector más próximo a la Iglesia católica.
La resolución adoptada es la consecuencia inevitable de lo que ya se acordó en 1992: la ordenación sacerdotal de mujeres. Ya entonces cientos de fieles y eclesiásticos abandonaron la confesión anglicana y pasaron a formar parte del catolicismo romano o la ortodoxia. Más tarde se aprobó la ordenación episcopal de mujeres en Estados Unidos, Canadá y Australia. Actualmente, en la Iglesia anglicana hay 8.500 sacerdotes en ejercicio, de los cuales 1.500 son mujeres, el 18%.
Mirando a Roma
Según fuentes del diario The Guardian, al menos seis obispos de la Iglesia de Inglaterra han estado en Roma en las últimas semanas para reunirse en el Vaticano con representantes de la Congregación para la Doctrina de la Fe y buscar un acomodo en la Iglesia católica, en previsión de lo que pudiera acordarse en el Sínodo sobre la ordenación episcopal femenina y la bendición de la homosexualidad. De todos modos, las diferencias entre este grupo minoritario y la Iglesia católica siguen siendo importantes, y el ingreso no será inmediato.
Pero además de posibles deserciones hacia el catolicismo, existen otras vías de fuga en los muros de la Iglesia de Inglaterra. El Daily Telegraph recogía las declaraciones del obispo de Winchester, Michael Scott-Joynt, para quien la medida tomada podría llevar a muchos a cambiar la lealtad a la Iglesia de Inglaterra por la nueva obediencia creada en torno al movimiento secesionista nacido en Jerusalén.
El Sínodo ha tratado de evitar este éxodo masivo. Para ello discutió una posible solución de compromiso para retener a quienes querían seguir ejerciendo su ministerio sin depender de ninguna obispa. Consistía en que las parroquias que se nieguen a estar bajo la jurisdicción episcopal de una mujer pudieran depender de un “super obispo”, quien estaría en conexión directa con el primado (el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams) o su segundo (el arzobispo de York, John Sentamu). Sin embargo, finalmente tampoco esta solución fue aprobada y tan solo hubo acuerdo en torno a una genérica objeción de conciencia.
El Telegraph recogía declaraciones que expresaban el dolor de algunos prelados ante la división que se estaba creando en el seno de la Iglesia. Stephen Venner, obispo de Dover, dijo que estaba avergonzado, pues “hemos hablado durante horas acerca de cómo dar una salida a aquellos que están en desacuerdo y hemos rechazado casi todas las alternativas realistas para posibles acuerdos”.
Comentando la noticia, el Times recogía unas declaraciones del cardenal católico Cormac Murphy-O’Connor, que, preguntado por la articulista Melanie McDonagh, acerca de si la Iglesia católica se alegraba de la división en el anglicanismo, dijo: “Realmente, no nos alegramos en absoluto. Se debilita la posición del cristianismo”. McDonagh se declara católica y decía al hilo de esta respuesta de O’Connor que “las disputas acerca de mujeres obispos y vicarios gays hacen pensar que en el cristianismo el sexo es casi todo”. “Todo esto perjudica a la marca” -concluía McDonagh-.
Tampoco es una buena noticia para el ecumenismo. El prefecto para la Unidad de los Cristianos, cardenal Walter Kasper, indicó que los episodios de estos días “tendrán consecuencias en el futuro para un diálogo que hasta ahora había dado mucho fruto”, pues la decisión tomada “rompe con la tradición de las Iglesias en el primer milenio, y por eso es un obstáculo más para la reconciliación”.