Viena. En una sola de las 540 fosas comunes registradas en Eslovenia, donde en septiembre empezaron excavaciones, hay por lo menos el doble de las víctimas exhumadas en las fosas de Srebrenica en Bosnia. Allí, en Bosnia, estaban los restos de los 8.000 musulmanes detenidos y fusilados por las tropas serbias en 1995. Los crímenes llevados a cabo por orden de Tito fueron mayores que los de Milosevic, Mladic y Karadzic juntos.
Según ha declarado el presidente de la comisión del gobierno esloveno para las fosas comunes, Joze Dezman, “Eslovenia fue el epicentro del terror comunista en Europa”. Ha sido el Museo de Historia Contemporánea de Ljubljana el que ha despertado la memoria histórica sobre esta cuestión con una exposición organizada bajo el título “Lucha contra la fe y la Iglesia”. La exposición abarca la época de 1945 hasta 1961.
El régimen consideraba que la Iglesia católica era “la columna vertebral de la oposición” y la persecución continuó después de 1945, meses y años después de que hubieran callado los cañones. Era la única organización que no estaba controlada por el aparato del poder. En septiembre de 1945 la conferencia de obispos de Yugoslavia había tenido el valor de criticar la “abierta persecución contra la Iglesia” y de dirigir una carta muy dura en este sentido a Tito. El ambicioso mariscal consideró que aquello era “una especie de declaración de guerra oficial” y el partido reaccionó durísimamente.
El corresponsal del Frankfurter Allgemeine Zeitung, Karl-Peter Schwarz, parte de cuyas informaciones sobre el tema son recogidas en este artículo, menciona las siguientes cifras: la mitad del millar de sacerdotes que vivían entonces en Eslovenia fue llevado a los tribunales, hubo juicios contra franciscanos, jesuitas y otras órdenes religiosas, nueve sacerdotes fueron condenados a muerte. Una persona que había intentado quemar vivo al obispo de Ljubljana, Antón Vovk, en 1952 fue condenado a diez días de arresto. Con una absurda campana propagandística se acusó además a la Iglesia de cooperar no sólo con los fascistas, sino con los comunistas estalinistas del Komintern (que en 1948 había expulsado a Tito).
Digerir la guerra civil
La historia religiosa de Eslovenia no es fácil y ha dejado huellas en el presente. Pero la polémica actual se debe a que esta pequeña nación no ha conseguido digerir la guerra civil que tuvo lugar en el país durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el territorio nacional estaba dividido entre los tres ocupantes: alemanes, italianos y húngaros. Los partisanos comunistas de Tito (con el apoyo de los aliados) monopolizaron la resistencia y lucharon contra todos los que no se les sometían. De hecho, los católicos temían más la victoria del comunismo, puesto que estaban convencidos de que tarde o temprano los ocupantes saldrían del país, pero los comunistas, no.
Después de la guerra, Tito liquidó a todos los que se oponían a su régimen. Asombrosamente, hoy día en Eslovenia las cuestiones religiosas continúan siendo un importante caballo de batalla en la lucha política. El 57% de la población eslovena es católica. Todavía existen durísimas polémicas sobre cuestiones que han sido solucionadas de forma satisfactoria hace tiempo en otros países, como es la enseñanza de la religión en las escuelas públicas. La prensa de la izquierda, por ejemplo, considera que colocar una cruz en la cima de una cumbre de los Alpes Julianos, es una violación del principio de la separación de Iglesia y Estado.
En Maribor ha sucedido ahora algo semejante a lo que había sucedido hace años en la Moravia checa, cuando se estaba construyendo un tramo de autopista. Allí en Pohorelice se halló una fosa común con una parte de las 5.000 víctimas registradas durante la llamada “marcha de la muerte” de alemanes de Moravia expulsados en 1945 por los comunistas checos.
En Eslovenia, hace ocho años, cuando se estaba construyendo una carretera de circunvalación por un bosquecillo de Tezno, un suburbio de Maribor, tuvo que excavarse ya una parte del antiguo foso de carros, que en total tenía la longitud de un kilómetro y medio y una anchura de cuatro metros. Siempre se supo que aquello había sido una fosa común, pero las autoridades no querían abrirla. En aquella parte fueron exhumados entonces 1.179 cadáveres de soldados croatas, serbios y montenegrinos, así como soldados alemanes, miembros de la (hoy inexistente) minoría alemana en Eslovenia y víctimas civiles de las depuraciones políticas de la postguerra en Eslovenia y Croacia.
A instancias de la constructora, el gobierno accedió a que se continuara la construcción de la autopista, sabiendo que en la fosa había todavía varios miles de cadáveres. Las excavaciones llevadas a cabo hasta el momento hacen suponer que en aquel foso se encuentran de 15.000 a 20.000 cadáveres. Entre ellos figuran seguramente miles de fugitivos croatas que los británicos entregaron a los partisanos en Bleiburg (Austria). Se supone que existen otras fosas en cráteres rellenados al sur de la ciudad y en la colina Pohorje en Maribor. El foso para carros de combate era un lugar ideal para llevar a cabo ejecuciones en masa: bastaba con poner a las víctimas al borde del foso, lanzar varias ráfagas de ametralladora y cubrir los cadáveres de tierra.
Crímenes de los partisanos comunistas
El encargado de llevar a cabo la investigación es el historiador Mitja Ferenc, quien ha revelado que después de haber sido publicados los primeros resultados de las excavaciones, van apareciendo testigos que recuerdan los acontecimientos de mayo de 1945. Las ejecuciones duraron semanas: las víctimas llegaban en camiones. En muchos de los huesos exhumados hay restos de los alambres con que habían sido atados. El pasado mes de septiembre el gobierno actual (conservador) ha decidido levantar un monumento a las víctimas.
Ya en 1944 el cuartel general americano en Roma había tenido noticias de que los partisanos disponían de listas de personas que tenían que ser liquidadas en Eslovenia: según aquellas informaciones, los partisanos comunistas querían ejecutar a 106.000 potenciales enemigos del régimen: 50.000 de Trieste, 15.000 de Ljubljana y 41.000 del resto del país.
A pesar de todo ello, el oscuro capítulo de los crímenes de lesa humanidad y genocidio del régimen comunista había sido ignorado y minimizado durante años en Eslovenia. Era un tabú que nadie tocaba. La actual recuperación de la memoria histórica es en buena parte el resultado del empeño profesional de historiadores como Tamara Griesser-Pecar (en su libro “El pueblo desgarrado: Eslovenia 1941-1946”) y Joze Dezman (“Eslovenia se asemeja a los Killing Fields de Camboya”) y de los esfuerzos de la Iglesia católica.