Beirut. El 25 de noviembre termina el mandato del actual presidente libanés, Emile Lahud, elegido en 1998 y prorrogado ya por tres años. Una fecha que está activando a las diferentes facciones políticas del país. Comenzando por el Presidente de la Cámara de diputados, el shiíta moderado Nabih Berri, que ha decidido por fin, convocar una sesión parlamentaria extraordinaria para el 25 de septiembre con el propósito de comenzar las discusiones preliminares a fin de determinar un candidato que puede ser aceptado por todas las partes actualmente inconciliables.
El país tiene un sistema de democracia parlamentaria. La Constitución libanesa establece que para elegir al Presidente de la República deben estar presentes al menos dos tercios de los 128 diputados. Una vez obtenido el quórum requerido, se procede a una primera votación, de la cual debe emanar un nombre apoyado también por dos tercios de los presentes. Si no se obtiene este apoyo, se procede, en un plazo máximo de diez días, a una nueva votación, con el mismo quórum requerido para la primera, pero esta vez basta la mayoría simple para ser elegido. El obstáculo estriba en la presencia del quórum requerido, lo cual hace que los dos meses que faltan parezcan insuficientes para disponer del candidato.
De ahí que todo dependa de las posibles alianzas. En el estado en el que están las conversaciones, ningún candidato tiene suficiente apoyo. En este último año una serie de asesinatos políticos fueran diezmando, curiosamente, solo a diputados leales al actual gobierno de Fuad Siniora, y atribuidos al grupúsculo palestino Fateh el Islam. Al convocarse elecciones parciales para reponer a los diputados, los resultados cambiaron y, además de registrarse un fuerte abstencionismo, uno de los diputados electos que antes era del gobierno pertenece ahora a la oposición..
En un país estancado política y económicamente desde hace ya varios años, la afluencia de dinero extranjero para financiar a cada partido político puede generar una afiliación interesada. El Gobierno continúa trabajando a medio gas, y aún así, curiosamente se están realizando en Beirut mejoras en las carreteras y autopistas, puentes que estaban pendientes desde hace años se están ejecutando a ritmo vertiginoso. Pero esto no afecta a la economía de la gente de la calle, que sigue emigrando en busca de trabajo hacia los países del Golfo Pérsico.
El dilema se presenta al observar los planteamientos de la oposición. Liderada por el general cristiano Michel Aoun, que se dice secundado por Berri y el Hezbollah (shiíta radical), considera que tiene a la gran mayoría de la población a su favor y que podría convertirse en un candidato de consenso para ser Presidente. Aoun, 71 años, ha aspirado a este puesto desde 1.988, y quiere alcanzarlo aun a costa de cambiar de campo, pasando de una postura antisiria a ser hoy abiertamente apoyado por el gobierno de Damasco. Es por ello que, ante una eventual pérdida de las elecciones en el Parlamento, ha amenazado con crear un gobierno paralelo que terminaría de dividir al país.
Según el reparto de base confesional vigente en la política libanesa, el Presidente de la república debe ser cristiano maronita, el primer ministro musulmán sunita y el presidente del parlamento, musulmán shiíta.
Una solución intermedia que se propone sería nombrar presidente interino por un año al actual jefe de las Fuerzas Armadas. Se trataría de mantener el cuadro legal en el que se puedan dar las reformas solicitadas por todos: revisión de las circunscripciones electorales, cambio de la ley electoral adaptándola a la realidad demográfica imperante, y anticipación de elecciones de diputados. Una vez obtenido este objetivo, el Presidente de la República representará realmente la opinión de todos los libaneses.