Ha habido importantes progresos, sobre todo en Asia, pero el África subsahariana sigue llevando retraso y no alcanzará las metas.
En el año 2000, en la que se denominó “Cumbre del Milenio”, 189 países se propusieron ocho objetivos a cumplir en quince años con el fin de mejorar el desarrollo de los países pobres. Ahora, transcurrida la mitad del plazo, la ONU ha evaluado el progreso hacia las metas en un informe basado en datos de 2004 y 2005.
Pobreza
El primer objetivo es que la proporción de personas en situación de pobreza extrema en los países en desarrollo (PED), convencionalmente definida como tener unos ingresos inferiores a 1 dólar por día, fuera en 2015 la mitad de la registrada en 1990 (32%). Hasta 2004, señala el informe, el total de personas en esa situación bajó, en términos absolutos, de 1.250 millones a 980 millones (19% de la población de los PED). Este descenso se debe fundamentalmente al rápido crecimiento económico en Asia (ver Aceprensa 100/05), mientras que en el África subsahariana se ha pasado del 46,8% en 1990 a un 41,1% en 1990. La mejora es tímida pero ofrece ciertas esperanzas puesto que son ya siete los países subsaharianos en los que se ha incrementado la renta per cápita en más de un 3,5% entre 2000 y 2005, y otros 23 han registrado cuotas de crecimiento de más de un 2% anual.
Enseñanza primaria universal
Que todos los niños completen la enseñanza primaria es otro de los Objetivos del Milenio, que tampoco África cumplirá. En 2004 iban a la escuela primaria el 70% de los niños de África subsahariana con la edad correspondiente, lo que supone un progreso considerable con respecto al 57% de 1990. Pero unos 72 millones de niños en edad de estudiar primaria estaban sin escolarizar en 2005. Además, uno de cada cinco niños en edad de estudiar secundaria sigue estando matriculado en centros de educación primaria. En África ha habido una gran expansión de la enseñanza, en términos absolutos, pero a la vez ha crecido mucho la población infantil, de 237 millones de menores de 14 años a 348 millones hoy, y en 2015 se esperan 400 millones. De ahí que la escolarización universal en el continente esté todavía lejos.
Reducir la mortalidad infantil
Otra meta es disminuir en dos tercios la tasa de mortalidad infantil (fallecimientos de menores de 5 años): del 185 por mil anual registrado en 1990 a 75 por mil. Los avances en la prevención y detención del avance del sida, las campañas de vacunaciones contra el sarampión y la expansión de los servicios sanitarios han reducido las tasas de mortalidad infantil, que en algunas regiones, como Asia meridional, están en torno al 15%. Pero en el África subsahariana el progreso ha sido corto, y la tasa todavía supera el 150 por mil.
Parar el sida y la malaria
Una meta más es detener el avance del sida, la malaria y otras infecciones mortíferas, de modo que en 2015 hayan empezado a retroceder. Será difícil conseguirlo con el virus del sida, que a finales de 2006 estaba presente en unos 39,5 millones de personas en todo el mundo, principalmente en el África subsahariana. En las áreas más afectadas, más de la mitad los portadores del virus son mujeres. Mientras en las regiones desarrolladas y en el Asia sudoriental las muertes por sida se han estabilizado desde 2002, han seguido creciendo en el resto del mundo.
En cambio, hay perceptibles progresos en la lucha contra la malaria, gracias, dice la ONU en su informe, a una atención y financiación cada vez mayores. Varios países africanos, por ejemplo, han ampliado la cobertura de mosquiteras tratadas con insecticidas, una de las herramientas más eficaces de que se dispone para prevenir las picaduras de mosquitos que causan el paludismo.
Además, la financiación internacional para el control de la malaria se ha multiplicado por diez durante la última década, si bien la cantidad disponible en el año 2004 seguía siendo de tan sólo 600 millones de dólares.
Por otro lado, la incidencia de la tuberculosis se ha estabilizado o ha comenzado a descender en la mayoría de las regiones. Si bien había aumentado en el África subsahariana y en los países de la CEI a lo largo de los años noventa, en 2005 se había nivelado en ambas regiones. La epidemia global de tuberculosis parece estar a punto de descender, ya que la incidencia ha comenzado a estabilizarse. Sin embargo, el progreso no es bastante rápido para alcanzar las metas adicionales establecidas por la Alianza Alto a la Tuberculosis: reducir a la mitad la prevalencia y la mortalidad para el año 2015.
Metas arbitrarias
Como se puede ver, los logros son bastante dispares según las regiones. Se han obtenido resultados espectaculares en África subsahariana en indicadores de desarrollo como la productividad agrícola (por ejemplo, en Malaui), la matriculación en centros de enseñanza primaria (Ghana, Kenia, Uganda y Tanzania), control del paludismo (en Níger, Togo, Zambia), ampliación del acceso a los servicios básicos de atención sanitaria en las áreas rurales (Zambia), reforestación de áreas a gran escala (Níger) y aumento del acceso al agua y al saneamiento (Senegal y Uganda). Son ejemplos que destaca el informe de la ONU.
Pero las metas globales se muestran esquivas, lo que no sorprende a algunos observadores para quienes tienen poco sentido y son arbitrarias. Los objetivos numéricos, dicen, están marcados sin tener en cuenta la situación y las posibilidades de los distintos países. No son la “suma” de metas individuales, bien pensadas y factibles. Así, la mayor parte del progreso en la reducción de la pobreza es anterior a 2000, y el logro se debía especialmente a China, que al final del siglo pasado ya había reducido su tasa a la mitad de la registrada en 1990. Por otro lado, la escolarización universal en África, donde aún falta un buen trecho para conseguirla, no puede consistir simplemente en aumentar el alumnado, como si hubiera profesores y pupitres de sobra esperando a que vayan los niños; de modo que la reciente expansión de la enseñanza en el continente no está exenta de problemas ni tiene asegurada la sostenibilidad (cfr. Aceprensa 36/07).
Esto ilustra lo que críticos como Lant Pritchett (Universidad de Harvard) o Michael Woolwock (Banco Mundial) llaman enfoque “ingenieril” de los Objetivos del Milenio. La misma idea de marcar metas mundiales invita a pensar que existe un método para alcanzarlas y solo falta empeñarse seriamente en ellas, lo que en la práctica se traduce en que los países ricos cumplan sus compromisos de ayuda económica. Pero la realidad es más compleja, y unas metas simplistas pueden fácilmente perder crédito. De hecho, varios de los Objetivos del Milenio para 2015 son metas que fueron fijadas en anteriores cumbres de la ONU, no se cumplieron y se volvieron a proponer.