Un equipo japonés y dos norteamericanos han conseguido células madre pluripotentes, como las embrionarias, a partir de células “adultas” de la piel. La técnica parece lograr lo mismo que se pretende con la llamada clonación “terapéutica”, pero sin crear embriones para después destruirlos. Ahora bien, hasta que estos resultados preliminares, obtenidos en ratones, tengan aplicación en medicina, habrá que superar varias dificultades importantes.
El descubrimiento que ha dado lugar a este ensayo se debe al Prof. Shinya Yamanaka (Universidad de Kioto). Él y su colega Kazutoshi Takahashi hallaron 24 genes que parecían ser los causantes de la pluripotencialidad de las células embrionarias. Como detallaron en un estudio publicado el año pasado, al insertar esos 24 genes en células epiteliales de ratón, estas mostraban algunas características de las células madre embrionarias, que son pluripotentes (pueden dar lugar a cualquier clase de tejido del organismo; las células madre “adultas”, que pueden diferenciarse en varios tipos, no todos, se llaman multipotentes).
Más tarde, el equipo de Yamanaka repitió los experimentos prescindiendo de un gen cada vez, hasta identificar cuatro que son necesarios y suficientes para que una célula “adulta” se convierta en genuinamente pluripotente, con todas las propiedades de las células madre embrionarias. Para comprobar el éxito del experimento, se encargó a dos laboratorios de Estados Unidos que lo repitieran. Ambos consiguieron los mismos resultados que el de Yamanaka. Los tres equipos anunciaron el logro el 7 de junio en las revistas Nature y Cell-Stem Cell.
La reprogramación ideada por Yamanaka da células madre tan versátiles como las embrionarias, más una buena cualidad adicional: como se sacarían de células adultas del propio paciente, no provocarían rechazo. Con células embrionarias, la única manera de evitar la incompatibilidad genética es producirlas mediante clonación. Y la nueva técnica presenta grandes ventajas con respecto a la clonación “terapéutica”. Aparte de que no merece reparos éticos, emplea una materia prima abundante, en vez de óvulos, que son difíciles de obtener. La inserción de los cuatro genes de la pluripotencialidad, mediante virus vectores, es mucho más fácil y barata que la clonación por transferencia nuclear.
Pero aún falta mucho trabajo hasta que el método pueda usarse en medicina. Hay tres importantes dificultades. Primera, no se sabe si la técnica funcionará con células humanas, en las que cualquier reprogramación es en principio más compleja. Segunda, introducir los genes en las células infectándolas con virus tiene sus peligros en caso de aplicación terapéutica. La última es el mayor inconveniente que presentan las células madre embrionarias: la propensión a generar tumores. De hecho, el 20% de los ratones empleados en el experimento murieron de cáncer, causado por la acción de dos de los cuatro genes insertados.
Esos problemas explican que la industria de la biotecnología haya reaccionado con interés pero sin entusiasmo. Con interés, porque la nueva técnica evitaría a las empresas del ramo involucrarse en la destrucción de embriones, cosa que las implica en polémicas, les restringe el acceso a subvenciones federales en Estados Unidos y retrae a parte de los inversores. Además, les ahorraría problemas y pago de derechos por varias patentes de la Universidad de Wisconsin relativas a las células embrionarias. Y no habría escasez de materia prima, como señala el director ejecutivo de Advanced Cell Technology, William Caldwell, quien reconoce que su empresa no ha podido conseguir bastantes óvulos humanos para sus investigaciones en clonación “terapéutica” (cfr. The New York Times, 7-06-2007).
A la vez, hasta que el descubrimiento se traduzca en tratamientos médicos, si es que se logra, pueden faltar diez o más años: demasiados para mover a los inversores. A propósito de esto, Thomas Okarma, director ejecutivo de Geron, otra gran compañía biotecnológica, recuerda que desde que se aislaron por primera vez células madre embrionarias de ratón hasta que se consiguió lo mismo con humanos pasaron 18 años (cfr. ibid.). Por otra parte, Okarma señala un problema más: como el nuevo método exige manipulación genética de células, costará mucho que las posibles terapias reciban el plácet de los organismos reguladores, pues alterar el genoma entraña riesgos mayores.
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