El «New York Times» reconoció la «derrota» el pasado 14 de agosto: el trabajo con células madre embrionarias desde 2001 «no ha producido ningún avance significativo». Sin citarlas expresamente por su nombre, se mencionaba en cambio el «gran éxito» terapéutico obtenido con células madre de adultos. No obstante, para los científicos citados, esta concesión de ningún modo significa arrojar la toalla en el campo de la investigación con embriones. Thomas Jessell (Universidad de Columbia) cree que a partir de fetos humanos podrían desarrollarse medicamentos en unos cinco años, aunque tendría que pasar bastante más tiempo antes de que las terapias fueran efectivas.
Gonzalo Herranz, profesor honorario de la Universidad de Navarra, cree que estamos ante «un problema enorme de sinceridad por parte de ciertos investigadores. Aquellas maravillosas promesas que habían anunciado a bombo y platillo resulta que se están desvaneciendo».
En este contexto, el 24 de agosto aparecía en la revista «Nature» un artículo de Robert Lanza, director científico de la compañía Advanced Cell Technology, en el que se anunciaba un «nuevo» método para obtener células madre embrionarias sin matar al embrión, como el que ya utilizó hace unos meses con ratones (ver Aceprensa 121/05). La propuesta consiste en extraer una o dos células de embriones de tres días; obtener células madre a partir de esa «biopsia» y permitir que el resto se desarrolle. Lanza sigue sin aclarar qué utilidad terapéutica pueden tener estos experimentos, más allá de las conocidas promesas de hipotéticas curaciones de enfermedades hoy incurables, para las que sólo las células madre de adulto han aportado avances. De igual forma, sus técnicas dejan sin despejar importantes objeciones éticas.
El Prof. Herranz señala, entre ellas, que, «al dividir al embrión de unos pocos elastómeros, de ordinario cuatro y nunca más de ocho, se apartan células que, en teoría, tratadas en condiciones adecuadas, tienen capacidad para originar otro embrión completo y normal». Además, esa «biopsia» somete al embrión humano a un «peligro innecesario», dado que la posibilidad de que esto tenga para él alguna utilidad es más que remota. El propio Lanza ha reconocido el riesgo para el embrión y admite que la objeción es «válida».
Richard Doerflinger, subdirector para asuntos pro vida de la Conferencia Episcopal de EE.UU., dice a «Newsweek» que no tiene sentido hablar de respeto a la vida del embrión cuando, de hecho, los experimentos de Lanza se hicieron con embriones que serían arrojados al cubo de la basura. Y ése parece el único destino posible. «¿Quién se va a creer que los padres de un embrión «in vitro», al que piensan gestar para que nazca, van a consentir que se le quite al cuerpo de su hijo una cuarta parte?», se pregunta la catedrática de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Navarra Natalia López Moratalla. Si el fin es terapéutico, más razonable sería almacenar simplemente las células madre de la sangre del cordón umbilical.
Para López Moratalla, el único objetivo de anuncios como el de Lanza es mantener vivas las expectativas comerciales en el sector, pese a que «ya todo el mundo sabe que estas células no sirven para curar, ni siquiera para investigar directamente en ellas acerca de enfermedades», puesto que «sólo están siendo usadas como células control en algunos trabajos de investigación sobre el potencial terapéutico de células madre de adulto». Un dato muy esclarecedor son las previsiones de negocio para el próximo año sólo en el estado de California: 3.000 millones de dólares. No hay que olvidar tampoco que las investigaciones con embriones tienen absoluta prioridad sobre los estudios con células madre de adultos a la hora de encontrar tanto financiación como repercusión en las principales revistas científicas. Lo documentaba López Moratalla en «Cuadernos de Bioética» (vol. 16, n. 58, 2005). Por ejemplo, entre 2001 y el final de 2005, los National Institutes of Health norteamericanos, pese a las limitaciones introducidas por el presidente Bush, financiaron 750 proyectos con embriones frente a 140 con células madre adultas y 139 con células procedentes del cordón umbilical.
El volumen de negocio en juego lleva a los expertos a cuestionar muchos de los pretendidos avances en el campo de la investigación con embriones. El caso del científico surcoreano Hwang Woo-Suk es el más conocido, pero no el único. El último experimento de Lanza, sin ir más lejos, no se libra de importantes sospechas. Richard Doerflinger ha señalado tres, según recoge «ABC» (27-08-2006): no queda claro que los embriones utilizados puedan sobrevivir después de que se les extraiga una célula, ni tampoco que a partir de esa célula pueda obtenerse una línea de células madre. Además, el estudio muestra una foto de embrión maduro y sano que supuestamente sobrevivió a la biopsia, pero el experimento no permitió a ningún embrión desarrollarse hasta esa fase. Otro punto para la polémica es la sospechosa implicación de «Nature», que añadió información al trabajo no incluida en un primer momento, y que, de forma totalmente inusual, corrigió la nota de prensa que había distribuido, en la que aseguraba que los embriones habían sobrevivido al experimento.
Ricardo Benjumea