Poco más de un año después del fallecimiento de Juan Pablo II, Polonia recibe a Benedicto XVI, que estará allí del 25 al 28 de mayo. Las visitas de Juan Pablo II aceleraron la caída del comunismo y conmovieron siempre a sus conciudadanos. Ahora un Papa alemán sigue sus pasos. ¿Cómo será recibido?
Varsovia. Benedicto XVI encontrará el terreno bien abonado para su predicación, y no sólo porque durante los últimos meses en las iglesias se ha animado a los fieles por activa y por pasiva a tomar parte en los encuentros con el Santo Padre. Las jornadas siguientes al fallecimiento de Juan Pablo II pasaron al habla popular polaca con el nombre de «retiro nacional». Para Polonia el tiempo se detuvo: en las normalmente ruidosas calles de Varsovia no se oía ni un claxon y nadie parecía tener prisa; los canales de televisión sólo transmitían información desde el Vaticano o reportajes sobre el Papa difunto, olvidados de los anuncios durante el periodo de luto; tuvieron lugar infinidad de actos litúrgicos, y se formaban interminables colas de fieles esperando su turno para confesar…
¿Qué ha quedado de este impulso en la vida cotidiana de los polacos? Según datos del Instituto de Estadística de la Iglesia Católica, en 2005 el índice de polacos que participaron en la Misa dominical pasó del 43% al 45%, y un 16% recibe la Comunión, lo que supone un crecimiento del 1%. Sin embargo, tanto sociólogos como representantes de la Iglesia no ven los acontecimientos del pasado año como flor de un día y asumen que no tiene por qué reflejarse sólo en cifras. Según el sacerdote Witold Zdaniewicz, jefe del Instituto, la influencia de los acontecimientos del pasado año habría que buscarlas en otros índices de religiosidad: en una vivencia más profunda de la Santa Misa, en la confesión más frecuente, en la aceptación más plena de las exigencias morales y en las vocaciones. Polonia sigue siendo uno de los pueblos europeos con más religiosos. Los resultados de las estadísticas confirman que no se han cumplido las predicciones de los sociólogos que auguraban una progresiva descristianización del país después de la caída del régimen comunista en 1989.
En cualquier caso, los polacos acompañarán en gran número a Benedicto XVI, especialmente en los encuentros que se celebrarán en Varsovia y Cracovia. Se dan cuenta del lugar privilegiado que ocupan en la mente del Santo Padre desde el inicio de su pontificado, lo que se manifiesta, por ejemplo, en el enorme esfuerzo que supone estudiar el idioma polaco o en decisiones como la de nombrar arzobispo de Cracovia a monseñor Dziwisz, secretario personal de Juan Pablo II. Se nota cada domingo, cuando saluda a los fieles polacos presentes en la plaza de san Pedro durante el rezo del Angelus y también en la deferencia mostrada hacia la ciudad natal de Juan Pablo II, Wadowice, que también visitará en este viaje.
La nueva escena política
La escena política polaca ha sido escenario de profundos e inesperados cambios desde las elecciones generales de septiembre de 2005. El cuatrienio de gobierno del partido socialista SLD estuvo sembrado de escándalos de corrupción que redujeron su apoyo electoral al 11% de los votos.
Esto no extrañó a casi nadie en Polonia. Hacía meses que los partidos Plataforma Ciudadana, de corte liberal, y Ley y Justicia, de carácter más conservador en su programa social y con un marcado intervencionismo estatal en lo económico, se preparaban para formar un gobierno de coalición de centro-derecha. Pero aunque la Plataforma mandaba en intención de voto, la sorprendente victoria de Ley y Justicia modificó radicalmente el panorama político del país.
Tras la victoria, Jaroslaw Kaczynski, cabeza de Ley y Justicia, se negó a ocupar el cargo de primer ministro con objeto de no privar a su hermano gemelo Lech de opciones en las elecciones a la presidencia. Para la jefatura del nuevo gobierno fue designado Kazimierz Marcinkiewicz, político hasta entonces casi desconocido. Este gesto fue recibido en la Plataforma con recelo. Imperaba en sus filas el convencimiento de que el nuevo primer ministro sería en realidad un títere en manos de los hermanos Kaczynski. La desconfianza mutua de los dos partidos más votados no haría sino crecer, al igual que la dureza de los ataques verbales entre los aspirantes a la presidencia del país, Lech Kaczynski y el liberal Donad Tus.
En el último envite, de nuevo contra lo pronosticado, triunfó Lech Kaczynski con el 54% de los votos. Se han escrito ríos de tinta sobre la enorme influencia del apoyo a Ley y Justicia por parte de Radio María, la emisora dirigida por el sacerdote redentorista Tadeusz Rydzyk. Pero no deja de ser curioso que se recrimine al nuevo gobierno ser creación de un canal que no suele pasar del 2,5% de la audiencia, y ésta compuesta en su mayor parte por oyentes de más de 62 años de media y con formación elemental. Sin embargo, eso es lo que ha ocurrido en Polonia, y el principal partido en el poder poco hace para evitar dar esa imagen, otorgando en ocasiones a Radio María un trato preferencial frente a otros medios de comunicación.
Las declaraciones euroescépticas y cercanas al nacionalismo o al antisemitismo de la estación, así como su tono, que a veces parece querer ligar a los católicos con una determinada opción política, hacen que el gobierno al que apoya sea fácil blanco de críticas. Por otro lado, su actitud contrasta con el comportamiento de la Iglesia polaca durante las elecciones, que dio únicamente los criterios morales indispensables y que ha sido durante estos últimos meses una de las pocas voces que ha exhortado al entendimiento entre los políticos en aras del bien común de la nación.
Coalición de hecho
Tras el fiasco definitivo de las negociaciones de coalición con Plataforma Cívica, Ley y Justicia se decidió por una solución que auguraba no pocas dificultades: gobernar el país en minoría buscando el apoyo ad hoc de las diferentes fracciones parlamentarias. Pronto se vio lo problemático de la situación, que se calmó ligeramente cuando Ley y Justicia firmó el 19 de enero un pacto de estabilidad con el partido campesino Autodefensa (Samoobrona) y la Liga de las Familias Polacas (Liga Polskich Rodzin). Se especulaba entonces que podía ser el preludio de una alianza con mayoría parlamentaria de carácter muy distinto a la que se planteaba antes de las elecciones con la más liberal Plataforma. Efectivamente, a pesar de que los tres partidos firmantes no tardaron en romper el acuerdo, han terminado por convertirse en una coalición con el subsiguiente reparto de carteras ministeriales. Tanto en Polonia como en el extranjero no han faltado voces de alarma tras la llegada al poder de estos dos nuevos grupos, ambos euroescépticos y dirigidos por líderes carismáticos cuyas relaciones con los medios de comunicación no son precisamente buenas.
Podría decirse que los últimos siete meses han sido una verdadera campaña electoral, siempre con la perspectiva de que el nuevo presidente podría convocar nuevas elecciones. Así las cosas, no es de extrañar que en el Parlamento hubiera abundancia de retórica y poco trabajo concreto. Quizá sea precisamente la mucha oratoria moralizante sobre la necesidad de una renovación de las instituciones y de la República la que pueda pasar factura al gobierno y a Ley y Justicia, sobre todo si se tiene en cuenta que entre los dirigentes de sus nuevos socios de Autodefensa se encuentran personas con condenas pendientes de cumplir en cuanto caduque el periodo de inmunidad parlamentaria.
La economía marcha
Entre las primeras leyes aprobadas por el Parlamento se encuentra una que dispone ayudas económicas cercanas a los 300 euros para mujeres que se decidan a dar a luz. El propio gobierno afirma que esta medida es un gesto simbólico que muestra el interés del gobierno por la familia, aunque no puede destinar de momento ayudas más considerables por lo apretado del presupuesto. Efectivamente, el Ejecutivo polaco debe hacer frente a serios problemas económicos que no ha sabido resolver ninguno de sus antecesores: la financiación del sistema público de seguridad social y el enorme agujero presupuestario.
Las convulsiones de la política interna no han afectado mucho a la economía polaca, aunque el PIB aumentó sólo en un 3,4%, una de las cifras más bajas de los últimos años. El índice de desempleo descendió a lo largo de 2005 del 19,4% al 17,3%. Si bien es cierto que se crearon numerosos puestos de trabajo en el país, sobre todo por parte de la empresa privada, la mejora está también relacionada con la emigración masiva de habitantes de las regiones más deprimidas de Polonia hacia países de la Unión Europea donde pueden trabajar libremente. Irlanda y Gran Bretaña, especialmente, han recibido con los brazos abiertos a inmigrantes que rinden bien y se adaptan al nuevo medio con facilidad.
Rusia, el vecino incómodo
Tampoco se esperan virajes significativos en la política exterior del país. Se notará sin duda una mayor firmeza a la hora de defender en Bruselas los intereses económicos polacos, o un menor interés en entrar en la zona euro. Pero el euroescepticismo de Ley y Justicia, tan moderado que ya es casi inexistente, no tendrá desde luego manifestaciones radicales.
Y es que si en algo han coincidido los partidos políticos en los últimos tiempos ha sido en su compromiso de lograr el mayor relieve posible de Polonia en el exterior. No se trata sólo de pragmatismo: el entusiasta respaldo polaco a la «revolución naranja» ucraniana o el apoyo también generalizado a los disidentes bielorrusos son índices del gran interés con que la sociedad polaca sigue los acontecimientos políticos de los países de la zona. Puede decirse con propiedad que en ambos casos fue la determinación polaca la que llevó a la Unión Europea a prestar atención a los hechos, superando el miedo a herir la sensibilidad del Kremlin.
Es Rusia, por otra parte, el vecino más problemático para Polonia -sentimiento recíproco, puesto que Rusia la considera representante de los proyectos de los Estados Unidos en Europa Centro-Oriental. En las últimas semanas, a los conflictos ya existentes se ha sumado el plan de construcción de un gasoducto en el mar Báltico entre Rusia y Alemania, que hipotéticamente podría hacer peligrar la seguridad energética de Polonia. La reacción polaca no se ha hecho esperar y los términos empleados tanto por diplomáticos como por el ministro de Defensa han sido contundentes.
Definitivamente, quedan atrás los tiempos en que eran otros los que dirigían la política a orillas del Vístula.
Higinio Paterna