A partir de este año, los pacientes británicos pueden recibir tratamiento en un hospital de su elección, entre cuatro posibles, públicos o privados, a condición de que el tratamiento no resulte más caro que en un hospital del Servicio Nacional de Salud (NHS). A partir de 2008, podrán elegir cualquier hospital, con las mismas condiciones económicas.
Con esta especie de «cheque sanitario» el gobierno británico espera fomentar la mejora de los hospitales, haciendo depender los ingresos del número de pacientes que atiendan. Igualmente, se pretende reducir a seis meses el tiempo máximo de espera para ser operado.
Patient Choice (que el paciente escoja) es el nombre que se ha dado a esta reforma. El sistema ha sido bien recibido por las organizaciones de pacientes. Entre los profesionales sanitarios, algunos advierten los riesgos de la posibilidad de elección. Según Alison Kitson, directora del Royal College of Nursing, la introducción de reglas de mercado en la medicina puede llevar a una sobrecarga de pacientes en los hospitales más famosos y, en cambio, a que los menos populares lleguen a tener que cerrar. Los médicos generalistas, que serán la principal fuente de información para los pacientes, es posible que no dispongan de los suficientes datos sobre la atención hospitalaria.
En el extremo opuesto, el Prof. Paul Corrigan, antiguo asesor del Ministerio de Sanidad, afirma en una publicación de la Fundación Social Market que se debe permitir a los pacientes saltarse el sistema ordinario y acudir a cualquier proveedor de atención sanitaria, si en su zona de residencia los medios ofertados por el sistema público son insuficientes. Una mayor implicación de farmacias, especialistas clínicos, proveedores y hospitales privados en competencia con los públicos elevará el nivel de la sanidad y reducirá los costes, según Corrigan.