Si hay algún país en el mundo con motivos para estar satisfecho es Noruega. Por quinto año consecutivo ocupa el primer puesto en la clasificación del Índice de Desarrollo Humano de la ONU. La economía marcha bien, con inflación controlada, una tasa de paro baja y un crecimiento sostenido. El maná del petróleo del Mar del Norte sigue engrosando sus arcas. Sin embargo, el malhumor del electorado ha hecho que en las elecciones del 12 de septiembre se haya hundido el gobierno democristiano minoritario y haya triunfado el partido laborista que formará una coalición escorada a la izquierda. Se diría que el petróleo no da la felicidad.
En un momento en que el precio del petróleo se ha disparado, la fortuna le sonríe a un país donde los hidrocarburos supone el 18% del PIB y el 44% de las exportaciones en 2004. Con una amplia riqueza a repartir entre solo 4,6 millones de habitantes, resulta una renta per capita de más de 37.000 dólares, y una esperanza de vida para disfrutarla de 79,4 años.
Sin embargo, en la campaña electoral los debates más apasionados han versado sobre padres que no encuentran plazas en guarderías, listas de espera en hospitales, jubilados con pensiones mínimas… Y la gente, convencida de que vive en un país rico, no acaba de comprender que ocurra esto. El número de «pobres» (que ganan menos del 50% del salario medio, es decir, unos 11.500 euros) ha aumentado hasta el 5,3% de la población.
¿Qué pasa con el dinero del petróleo, controlado por el Estado? Para evitar el sobrecalentamiento de la economía y garantizar las pensiones futuras, se coloca en un Fondo del petróleo. Casi todos los partidos, de derecha y de izquierda, están de acuerdo en no gastar más que el 4% de las sumas invertidas en el fondo, y mantener ese reserva para tiempos de vacas flacas, en vez de abrir el grifo ahora. Si de algo no se puede acusar a los noruegos es de manirrotos.
Nigeria: petróleo tengas y lo importes
Lagos. Casi en el otro extremo del ranking del Índice de Desarrollo Humano (nº 158 entre 177) se encuentra otro país productor de petróleo, Nigeria. Allí el petróleo ha sido un combustible que ha puesto en marcha más la corrupción que el desarrollo. Hasta el punto de que para asegurar el suministro de gasolina hay que importarla a precios del mercado internacional.
Nigeria tiene abundante petróleo, pero las compañías internacionales que lo explotan hacen poco para transferir la tecnología o contribuir al desarrollo del país. Extraen el crudo con sus ingenieros, técnicos y gerentes, importando prácticamente todos los servicios necesarios para esa industria, y el país no se desarrolla.
Desde luego ha habido algún progreso. El gobierno contribuye al capital necesario para la exploración y recibe cuantiosos beneficios con la exportación del crudo. Pero esto no es suficiente. Los que dirigen las multinacionales deberían hacer más esfuerzos para formar a nigerianos, transferir tecnología e invertir en toda una industria de servicios colaterales en el país y así disminuir las importaciones y desarrollar la industria local.
Un caso patológico es el de las refinerías Las cuatro refinerías que el gobierno construyó con el primer boom del petróleo en la década de los setenta apenas producen por falta de mantenimiento. La gasolina y el diesel se importan a precios del mercado internacional y la gente del país apenas puede costear las constantes subidas de precio. Subidas que tienen un efecto inflacionario en casi todos los demás sectores, disminuyendo el poder de cambio cuando Nigeria tiene que importar prácticamente todo, incluso un 60% de sus necesidades de alimentos.
Precisamente ahora se debate en Nigeria el último ajuste del precio de la gasolina y el diesel con amenazas para la paz social. Los sindicatos amenazan con una huelga. La gente no entiende cómo no pueden beneficiarse de las subidas de los ingresos por las ventas del crudo y tiene que pagar más y más por la gasolina que se necesita para el transporte y los generadores de electricidad.
Nigeria no produce la electricidad que necesita. Casi un 50% del consumo se asegura a través de generadores importados por familias y por las empresas.
El gobierno ha urgido a las compañías petrolíferas a que inviertan sus recursos en nuevas refinerías, pero ha recibido una respuesta tibia. Quizá todavía no confían en la estabilidad del presente gobierno y su política de liberalización.
El petróleo, que debería haber servido para impulsar el desarrollo, ha sido a veces una maldición. Como resultado del descubrimiento de petróleo y el empeoramiento de la relación de cambio, la agricultura y la industria que contribuían antes a alimentar a la población e incluso a exportar, se han hundido. No hay prácticamente agricultura comercial y muchas de las industrias básicas (textiles, de papel, de jabón, de medicinas) han cerrado y se dedican a importar los productos de Europa o Asia. Los pocos que se dedican a la agricultura lo hacen para subsistir y quizá avituallar a mercados próximos.
Jide Martins