Un año después de que se aprobara la prohibición de «signos religiosos ostensibles» en las escuelas públicas francesas, parece que la ley se ha aplicado sin grandes traumas. El balance recién publicado por el Ministerio de Educación aumenta solo un poco las cifras del recuento provisional a 25 de noviembre pasado (ver Aceprensa 157/04). Pero un comité musulmán da números más abultados y subraya los «sufrimientos» y las «consecuencias nefastas» que ha causado la medida.
La ley, promulgada el 15 de marzo del año pasado, disponía que se hiciera un balance al cabo de un año. Cumplido el plazo, el Ministerio cuenta 47 alumnas musulmanas expulsadas de la escuela por llevar velo. Quince más han eludido la prohibición matriculándose en el centro nacional de enseñanza a distancia.
Unos 550 casos se resolvieron mediante el procedimiento de diálogo previsto en la ley: o sea, las chicas accedieron a descubrirse la cabeza. El Ministerio no tiene datos sobre las alumnas que han abandonado la escuela.
El Comité 15-Mars et Liberté, constituido por organizaciones musulmanas, ha publicado un informe con otros números. A partir de testimonios dispersos, cuenta al menos 25 chicas menores de 16 años que han desertado de la enseñanza solo en la región parisina. Las mayores de 16 años, edad a la que termina la educación obligatoria, son como mínimo un centenar en todo el país. Otras 67 por lo menos se han marchado a estudiar en el extranjero. Se sabe de tres admitidas en centros católicos que les permiten llevar velo. Una docena han podido quedarse en la escuela pública vistiendo un «pañuelo discreto», gracias a una interpretación amplia de la ley. Según el informe, son 26, no 15, las que han renunciado a su derecho de escolaridad pasándose al centro nacional de enseñanza a distancia, generalmente «alentadas» por los consejos directivos de sus colegios. Y los casos resueltos por el diálogo son 533, unos pocos menos de los contados por el Ministerio; el Comité añade que esas muchachas se encuentran en un «estado psicológico lamentable».
El informe, pues, suma un mínimo de 806 «víctimas» de la ley. Es un número corto para un país que tiene más de 5 millones de musulmanes. Pero el Comité y un reportaje de «Le Monde» (15-03-2005) describen las dificultades que está pasando esta minoría.
Las chicas afectadas dicen sentirse desmoralizadas, excluidas y aisladas. Echan de menos a sus compañeros de escuela y temen que se frustrarán sus aspiraciones a una buena educación.
Algunas mezquitas han organizado, con profesorado voluntario, clases de apoyo para las jóvenes que se han matriculado en la educación a distancia. Los centros de enseñanza musulmanes reconocidos por el estado no sirven de alternativa, pues no son más que dos: uno de segunda etapa de secundaria en Lille (el liceo Averroes: ver Aceprensa 111/03) y otro de primera etapa en Aubervilliers, cerca de París. Entre los dos suman solo 126 alumnos y ninguno está subvencionado. La única escuela musulmana francesa que goza de subvención está en la isla de la Reunión, uno de los territorios de ultramar.