La ayuda a las víctimas del maremoto en el sudeste asiático ha despertado entre Estados, empresas y particulares un movimiento de solidaridad sin precedentes. La cobertura mediática masiva ha proporcionado a las agencias de ayuda una magnífica oportunidad de acumular fondos. Por eso despertó polémica la decisión tomada el 6 de enero por Médicos Sin Fronteras (MSF) de renunciar a pedir más fondos, por pensar que los 40 millones de euros recaudados eran más que suficientes para cubrir su acción sobre el terreno. Mientras otras ONG criticaron la decisión, algunos expertos se preguntan si las sumas colosales recolectadas podrán gastarse íntegramente en la ayuda a las víctimas asiáticas.
Jean-Hervé Bradol, presidente de Médicos sin fronteras, declaraba a «Le Monde» (6-01-2005) que las sumas recolectadas se habían pedido para ayudar a las víctimas del tsunami, y que era obligado destinarlas solo a ese fin. De modo que los 40 millones de euros recaudados eran suficientes «habida cuenta de la capacidad operativa de MSF y de la situación sobre el terreno, donde hay un gran número de operadores», con una llegada masiva de medios militares y civiles. MSF quiere garantizar a los donantes que «utilizamos bien el dinero para lo que nos lo han dado».
Otras ONG criticaron la decisión de MSF por temor a que diera pie a creer que las demás organizaciones no necesitaban más fondos. También se dijo que, en cualquier caso, las donaciones siempre pueden ser utilizadas para la reconstrucción de las zonas asoladas. Pero Bradol subraya que una cosa es la ayuda de emergencia y otra la reconstrucción. «La reconstrucción de una región, de un país depende de la ayuda pública al desarrollo. Es una competencia de los Estados, del Banco Mundial, del G-8. Si pedimos a los particulares, que ya financian eso con sus impuestos, que lo hagan además con sus donativos, hay que decirlo claramente».
La postura de MSF ha sido apoyada por otros expertos, como Sylvie Brunel, ex presidente de Acción contra el Hambre: «Cuando el presidente de MSF recuerda que el trabajo que hay que efectuar sobre el terreno está condicionado de una parte por la capacidad operativa real de las ONG, y de otra por los límites físicos de las infraestructuras que condenan a que parte de la ayuda internacional se acumule en los puertos y en los aeropuertos sin poder ser distribuida, no hace más que recordar una verdad dictada por la experiencia».
Brunel advierte que como siempre que se despliega demasiada ayuda sobre una región damnificada, «hay un triple riesgo: el despilfarro, el desvío de los fondos, el olvido de las poblaciones y los territorios menos accesibles, menos visibles, menos interesantes políticamente».
El maremoto no hundirá la economía
No hay que pensar tampoco que la recuperación de los afectados depende solo de la ayuda exterior. Bradol recuerda que en las catástrofes naturales se manejan algunos tópicos: no es verdad, dice, que las poblaciones afectadas queden anonadadas, inacapaces de reaccionar; la gran mayoría de las personas que están en peligro inmediato son salvadas por vecinos y parientes, antes que por la ayuda venida del extranjero; tampoco es verdad que en esas catástrofes los cadáveres transmitan epidemias.
Con ocasión de la catástrofe natural que tuvo lugar también en 2004 en Haití, la oficina regional de la Organización Mundial de la Salud en América se manifestó en contra de los enterramientos en fosas comunes y la cremación de cadáveres sin identificar. Esta práctica crea más angustia entre los damnificados, decía la organización: «La imposibilidad de hacer duelo por un pariente próximo, la persistente duda sobre la suerte de los desaparecidos, y el que el cónyuge superviviente o los hijos queden en un limbo legal, puede favorecer la aparición de problemas mentales relacionados con el desastre y con el difícil proceso de rehabilitación». En general, «el riesgo de epidemias provocadas por los cadáveres es mínimo. Los cadáveres plantean menos problemas de contagio que una persona viva que está infectada».
Ante las terribles imágenes de los daños materiales y la pérdida de 150.000 vidas humanas, da la impresión de que la zona está sumida en la destrucción. Pero, afortunadamente, las primeras evaluaciones prevén que el impacto económico del maremoto será menor de lo que parece. En general, los analistas prevén que el perjuicio económico del maremoto será menor que el que sufrió la región por la gripe aviar en 2003.
Los dos sectores más afectados serán la pesca y el turismo. La pesca no tiene gran importancia en la economía de la región, aunque sea preciso ayudar a las poblaciones que viven de ella. El turismo tiene mayor peso económico, aunque no en el mismo grado en todos los países. En Indonesia representa el 2% del PIB, y las zonas de mayor afluencia turística, como Bali y Lombok, no se han visto afectadas por el maremoto. Más perjudicado será el sector turístico en Tailandia, donde supone el 6% del PIB, y el tsunami se ha producido al comienzo de la temporada alta.
Las economías más afectadas serán las de Sri Lanka y de las Islas Maldivas. En Sri Lanka, la pesca y el turismo representan menos del 6% del PIB, pero el turismo es la principal fuente de divisas extranjeras. En las Maldivas más de la mitad de las divisas y dos tercios de la población activa dependen del turismo.
Por otra parte, las iniciativas de una moratoria de la deuda externa de estos países pueden suponer un alivio. La deuda exterior pública más importante es la de Indonesia (130.000 millones de dólares) y pesa fuertemente sobre las finanzas del país. Tras beneficiarse de una reestructuración de la deuda con el Club de París en años anteriores, en 2005 Indonesia tendría que hacer una devolución importante, de 3.000 millones de dólares.