Con motivo del viaje de Juan Pablo II a Lourdes, «Le Figaro Magazine» (13 agosto 2004) publica unas declaraciones del cardenal Joseph Ratzinger a Sophie de Ravinel, en las que precisa que una sana laicidad no excluye que la fe tenga algo que decir sobre la vida pública.
Ratzinger explica que el Papa está preocupado por el laicismo ideológico. «Desde luego, estamos a favor de la laicidad. Pero nos oponemos a un laicismo ideológico que corre el riesgo de encerrar a la Iglesia en un gueto de subjetividad. Esta corriente de pensamiento pretende que la vida pública no sea tocada por la realidad cristiana y religiosa. Tal separación, que yo calificaría de profanidad absoluta, sería ciertamente un peligro para la fisonomía espiritual, moral y humana de Europa. (…) Hay que comprender -con un pleno respeto del pluralismo cultural, de la libertad religiosa y de una sana laicidad- que la fe cristiana tiene algo que decir sobre la moral común y la composición de la sociedad. La fe no es algo puramente privado y subjetivo. Es una gran fuerza espiritual que debe tocar e iluminar la vida pública».
Le preguntan luego si no hay una intromisión de la Iglesia y del Vaticano en la vida política cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe publica un documento sobre la responsabilidad de católicos que actúan en política. Por su parte, los obispos americanos han declarado en una nota su posición sobre los políticos católicos favorables al aborto.
El cardenal precisa que la defensa de la vida por el Estado desde el primer instante hasta el último no es una postura de fe sino algo racional. «Un político que no respeta la imagen de Dios y la inviolabilidad de la persona humana está también en oposición con los componentes racionales de la fe. En este sentido, se opone a un elemento fundamental de la conciencia cristiana. Los obispos americanos han publicado una declaración, a propósito del debate sobre si se puede dar la comunión a un político católico favorable al aborto [ver servicio 91/04]. Han recordado que el examen de conciencia antes de comulgar vale no solo para los políticos sino para todos los que participan en la eucaristía, y que este examen no concierne solo a la postura sobre el aborto sino a toda su vida de cristianos».
¿No habría que dejar esto a la conciencia del político? «La conciencia no es puramente subjetiva, tiene criterios objetivos», recuerda Ratzinger. «Un católico forma su conciencia a la luz de las indicaciones de nuestra fe. Me parece que el subjetivismo de la conciencia es un gran error de nuestra época. (…) Con la absolutización del sujeto bajo el nombre de conciencia, perdemos la comunicabilidad de la moral y la comunión en los fundamentos esenciales de la sociedad. El sujeto no está solo, debe estar abierto al conocimiento de las exigencias de la naturaleza humana, de la persona humana en cuanto tal».
Le preguntan también si la entrada de Turquía en la Unión Europea sería un choque o un enriquecimiento de culturas.
«Hablamos de Europa como de un continente cultural, no geográfico. En este sentido, Turquía ha representado siempre en el curso de la historia otro continente, en contraste permanente con Europa. Ha habido las guerras con el imperio bizantino (pensemos en la caída de Constantinopla), las guerras balcánicas, la amenaza sobre Viena y Austria… Yo pienso que sería un error identificar esos dos continentes. Sería una pérdida de riqueza, lo cultural desaparecería en provecho de lo económico.
«Turquía, que se considera un Estado laico, pero sobre la base del islam, podría tratar de edificar un continente cultural con los países árabes vecinos y convertirse así en el protagonista de una cultura poseedora de su propia identidad, pero en comunión con los valores humanistas que todos debemos reconocer. Esta idea no se opone a fórmulas de asociación y de colaboración estrecha y amistosa con Europa y permitiría la emergencia de una fuerza unida opuesta a toda forma de fundamentalismo».