Las leyes para uniones de hecho hacen el matrimonio borroso

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En distintos países, los homosexuales reclaman el matrimonio para ellos, y las uniones de hecho han obtenido algún tipo de reconocimiento legal. Esto supone, dice David Frum, del American Enterprise Institute, difuminar el matrimonio, en perjuicio de los niños (The Wall Street Journal, 16 octubre 2003).

El movimiento gay, dice Frum, no se limita a demandar respeto e igualdad ante la ley para los homosexuales. «Para algunos promotores del cambio, ‘vive y deja vivir’ no es suficiente. Se han subido a un tren muy rápido, que no se detiene en ninguna parada entre la despenalización de la homosexualidad y el pleno reconocimiento legal de las relaciones homosexuales. Pero hay muchas paradas, y el matrimonio es la más importante de todas».

«Comencemos con una premisa fundamental. Muchos creen que el debate sobre el matrimonio homosexual es un debate sobre los gays. No: es un debate sobre el matrimonio». Ahora que los sociólogos han documentado la importancia que tiene para un niño criarse con su padre y con su madre, resulta que un niño norteamericano tiene menos de una posibilidad entre dos de cumplir 18 años en el mismo hogar que sus padres. «Esto debería preocuparnos a todos. Y todo cambio en materia de política familiar debería estar dirigido a un solo fin supremo: que los niños tengan mayor probabilidad de crecer en un hogar estable».

«Admitir los matrimonios homosexuales reduciría esta probabilidad. No es una opinión: es una observación empírica». En apoyo de su tesis, Frum aduce los casos de los ocho países que han seguido ese camino: Dinamarca, Francia, Holanda, Hungría, Islandia, Noruega, Suecia y -este mismo año- Canadá. En todos ellos se ha creado alguna figura más o menos equiparada al matrimonio, pero no exactamente igual. Por ejemplo, el Pacto Civil de Solidaridad (PACS) francés (ver servicio 146/99) otorga muchos de los derechos que tienen los casados, pero es mucho más fácil de disolver. Resulta atractivo para las parejas que tienen miedo al compromiso matrimonial (cuatro de cada diez PACS son de hombre y mujer). Algo similar ocurre en Canadá, solo que ahí las categorías son más difusas. Una pareja canadiense que lleva dos años de convivencia adquiere automáticamente, y sin trámite formal alguno, muchos de los derechos de un matrimonio.

«Ahora pensemos qué significa esto. Antes el matrimonio tenía una frontera muy clara: o estabas casado, o no lo estabas. Era un compromiso serio, y la gente, por lo general, entendía que si uno no estaba preparado para ese compromiso, no debía tener hijos hasta que lo estuviera. Hoy, en Francia y Canadá y otros lugares, el matrimonio es un continuo, una serie de gradaciones entre la verdadera soltería y el matrimonio formal». Así, una mujer puede creer que su unión de hecho, legalmente reconocida, es bastante estable para tener hijos; pero se equivocaría: la duración media de las parejas de hecho está en torno a cinco años. Y ese casi-matrimonio no valdría para sus hijos, porque a los niños no les basta tener un casi-hogar. En conclusión, todo lo que difumine la distinción entre lo que es matrimonio y lo que no lo es, irá en contra de la familia y multiplicará los niños sin hogar estable. Pues «resultaría imposible decir a los jóvenes ‘no tengáis hijos fuera del matrimonio’, porque ni siquiera sabrían -hasta que fuera demasiado tarde- si estaban o no ‘dentro’ de un matrimonio».

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